DIARIO: UNO DE TANTOS (6)

 Día 6




"HOGAR, DULCE HOGAR"

Anoche tuve el gran regalo de recibir la visita en la habitación de Almu, una de las enfermeras de la planta Décima Norte del hospital a la que no fui capaz de reconocer por el EPI en mi primera noche. ¡Ella era quien hizo el ingreso de Araceli! y ella es cuñada de unos de mis mejores amigos.
¡Qué gustazo poder hablar las dos un ratito en la habitación! Un gran regalo para rematar el día.

La noche ha sido la primera en pasarse significativamente bien dentro de la serenidad que puede ofrecer un hospital. Estábamos solas Teodora y yo y ella se quedó dormidita rápido después de pasar la tarde despierta y sin parar de hablar.

A las 6 de la mañana me han sacado sangre para análisis y después he podido seguir durmiendo otro rato. Antes de las 9 de la mañana ha abierto la puerta una de las sanitarias y me ha dado las gracias por lo que escribo. Desde hace dos días y gracias a Almu que les ha enviado el enlace a mi blog, la planta estaba "revolucionada", no dejaba de recibir agradecimientos ni de escuchar que les había hecho llorar porque es muy bonito lo que digo de ellos pero... ¿Cómo podría escribir lo que escribo si en estos días no hubiera visto y vivido lo que ellos hacen allí? ¡La grandeza y el mérito es todo suyo!

Sorpresa en el turno de hoy de la mañana con la llegada al trabajo de Melany, antigua alumna de mi instituto. ¡Qué espectacular es verlos abrirse camino! Comprobar cómo se han ido construyendo, su profesionalidad, su tesón, su deseo de seguir superándose y creciendo.

Hoy Teodora ha estado despierta todo el día y no ha dejado de hablar... ¡Ni de moverse! ¡Qué trajín! No puedo contar las veces que me he tenido que levantar y acercar a ponerle el oxígeno que se empeñaba en quitar. La alternativa era avisar a los sanitarios que necesitan ponerse EPI para entrar (me han dicho que pueden tardar unos 10 minutos mínimo en colocarse todo) o que le volvieran a atar las manos a Teodora y eso me daba tanta pena que elegí ser hoy su cuidadora. 
Cuando me veía venir subía la mirada para encontrarse con la mía y sonreía como una niña traviesa y picarona. Siempre decía que ella no había hecho nada después me pedía perdón porque no se daba cuenta de que se había colocado el tuvo en la barbilla y otras de diadema. Y algu5na vez me se ha puesto la mar de feliz porque al fin había encontrado su collar de oro. Y cuando ya le he avisado de que podrían volver a tener que atarle las manos tras haberse quitado unas 30 veces el oxígeno, ha mirado al techo, se ha hecho la señal de la Cruz y me ha espetado: "¡Aquí ya no vuelvo más!" 
 
Me ha preguntado unas diez veces si estaba casada y siempre le respondía que sí, con un malagueño saleroso, y ella se ponía a cantar "Besar tus labios quisiera malagueña saleroso y deciiiiirte... niña hermosa".
Me ha preguntado la hora de la misa, me ha cantado canciones de misa y me ha dicho que de jovencita cantaba siempre. Sus ojos se ponían tristes y vidriosos recordando a su Jerónimo al que echa de menos desde hace tantos años. Hoy también estaba empeñada en regresar a Nicaragua, país al que fue cuando cantó misa su hermano.
Me ha pedido levantarla para ir al baño y otras tantas le explicaba que no lo necesitaba, que lo hiciera tumbada casi tantas veces como las que se ha quitado el oxígeno.
¡Cuánto me ha hecho pensar en la labor de todos aquellos que cuidan de familiares que están descentrados, que repiten lo mismo incansablemente durante todo el día, que necesitan vigilancia continua! ¡Esos cuidadores silenciosos y anónimos que tanto acompañamiento y comprensión deben de necesitar! Y a pesar del agotamiento, pienso en cuánto deben de recibir al dar esos cuidados, como yo de Teodora cuando me ha dicho que era muy buena chica creyendo que era su sobrina, o que tengo unas cejas y un cutis precioso, o me llamaba cariño.
Es como la entrega incondicional de una madre hacia sus hijos. ¡Amor auténtico!

La neumóloga vino a media mañana para decirme que la mancha en mi pulmón estaba considerablemente reducida y que podía seguir la recuperación en casa con las medicaciones oportunas y, por supuesto, volviendo al aislamiento de mi habitación. Por unos instantes me ha dado un poco de vértigo porque no deseo una recaída pero también he pensado en que el descanso en casa sería de mayor calidad. ¡Y volver a ver a mi familia!

Hasta media tarde no han estado listos los protocolos necesarios para dar de alta. Fuera vía, ropa de calle, todo recogido y... despedida de Teodora insistiendo en que se ponga buena para volver a ver a sus dos gatitos sabiendo que ella nunca se acordará de mí, pero yo sí la llevo en mi corazón.

Me han sentado en una silla de ruedas y por el pasillo iban diciendo "Que se va Nines"... Llevaba un nudo en la garganta y la incapacidad de poder transmitir mi profundo agradecimiento ni mi deseo de que se cuiden muchísimo para poder seguir haciendo su labor desde su vocación tan auténtica como entregada.

¡GRACIAS: Almu, Edu, Tamara, Jenny, Andrea, Carlos, Melany, Paqui y tu binomio de ayer, mi pelirroja, Paulis, Fernando, Mar, Encarna y tantos más cuyos nombres no he llegado a poder aprenderme! Lo que más pena me da es que cuando me cruce con vosotros por la calle, no podré reconoceros porque además de hacer una labor tan maravillosa como dura, la realizáis dentro de unos EPI (¡me voy sin llegar a ver a Blas!) que nos impiden poder identificaros fuera, en la calle. ¡INFINITAS GRACIAS por cómo nos cuidáis y por todo lo que nos enseñáis!

Salir al pasillo, recibirte otra celadora maravillosa, encontrarte en el ascensor con otro celador y un enfermo al que también le dan el alta, ganar la carrera de sillas por el pasillo de la planta baja, experimentar la celebración interior que se produce en los sanitarios con cada victoria de aquellos que se van del hospital a casa, el conductor de la ambulancia y su trato alegre porque va a devolver a sus hogares a cuatro personas más, subir a la ambulancia y encontrar a otras tres personas, dos hombres y una mujer que se van a casa y darles la enhorabuena por haberlo logrado es simplemente ESPECTACULAR! 

Mi breve estancia en la ambulancia (por la cercanía de mi casa) ha servido para poder escuchar y conocer a otros enfermos, el tiempo de hospital, el brillo de los ojos por regresar y el agradecimiento y la admiración en sus corazones por nuestros sanitarios.

Y al frenar la ambulancia, mi portal. Subí los dos pisos fatigada pero fugaz, y al llegar al pasillo vi que a lo lejos estaban mi marido con mi hija entre sus piernas, emocionados manteniendo distancias físicas imprescindibles pero nos dimos un abrazo más allá de lo físico, y vi los carteles por las puertas dándome la bienvenida y la habitación, de la que vuelvo a desterrar a mi marido, preparada. ¡Mis ojos se pusieron vidriosos de amor y agradecimiento!

Antes de poder dejar mi mochila en el suelo de la habitación, entrada de mi hijo, también positivo en Covid, y un abrazo de los dos, profundo e intenso ¡al fin en casa! 
 
¡HOGAR, DULCE HOGAR! ¡GRACIAS, SEÑOR!




5 comentarios:

doble visión 21 de octubre de 2020, 15:13  

Bienvenida a casa Peregrina!!!
AbueloMarcelo.

doble visión 21 de octubre de 2020, 15:13  

Bienvenida a casa Peregrina!!!
AbueloMarcelo.

Convivencia 22 de octubre de 2020, 1:42  

Que llorera Nines
Cuidaros mucho y a descansar; la neumonía hay q curarla bien para poder seguir el Camino con los alumnos muy pronto. Te queremos. Eres flecha amarilla

Iñaki 22 de octubre de 2020, 5:01  

Me has hecho llorar. A cuidarse. Que grande es esta Almudena

Paula Camino 22 de octubre de 2020, 7:19  

Bienvenida a casa Nines. Un beso enorme de peregrina a peregrina.

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