Por la vida



Miércoles 24 de febrero, el Senado aprueba sin enmiendas la Ley de salud sexual y reproductiva y de Interrupción voluntaria del embarazo, es decir, la nueva ley del Aborto, que no la llaman así porque es menos políticamente correcto. Las personas que han dirigido todo este proyecto se abrazaban orgullosas y sonrientes ante lo que, dicen, es un gran avance para nuestra sociedad y servirá para salvaguardar la dignidad de la mujer.
Debo de ser muy rara pero, a mí no me parece un avance convertir un delito en un derecho. Tampoco me parece un avance abocar a la mujer a la falta de información, a la soledad y al abandono ante un embarazo imprevisto. A mí no me parece un avance una ley en la que salimos perdiendo las mujeres se mire por donde se mire.
Esas mismas personas publicaban unos días antes un documento sobre supuesta “Salud sexual y reproductiva” en el que afirmaban que la maternidad no es un hecho natural sino cultural. ¡Ah! ¡Claro! Se nos olvidaba que el cuerpo de la mujer lo escogimos así porque “culturalmente” nos pareció más interesante. Es como decir que las águilas tienen alas por una cuestión meramente cultural y no natural.
¿Cómo es posible que no nos escandalicen ya este tipo de afirmaciones? ¿Cómo no alzamos la voz todas las mujeres ante tan bárbara aseveración? Lo peor de todo es observar cómo una mentira repetida constantemente está pasando a ser creída como una verdad inamovible.
Cuando la verdadera realidad es que la mujer, por naturaleza, ha sido dotada, y cuando digo dotada lo hago con el convencimiento se nos ha dado un regalo, para albergar en su interior una nueva vida, ha sido dotada para acoger y cuidar de esa nueva vida justo desde su comienzo. Y eso, es todo un privilegio para la nosotras.
Además, escucho con asombro, cómo se acusa a la Iglesia de retrógrada por no aceptar una ley elegida en democracia. Ante esta argumentación habría que señalar que la mayoría también puede equivocarse, de hecho deberíamos recordar que Hitler, con todas las barbaridades que hizo con su proyecto de eutanasia y con su holocausto, no cometió ni un solo acto ilegal. Todos sus actos estaban amparados por leyes democráticas, ya que él llegó al poder tras unas elecciones dentro del marco democrático.
El hecho de que algo sea legal no significa que sea justo, y nunca deberíamos aceptar una ley injusta, por muy democrática que sea.
Miércoles 24 de febrero, primera ecografía de mi segundo hijo. En su séptima semana de vida ya tiene un corazoncito que late con fuerza y ritmo constante. Se le distingue la cabeza y sus incipientes bracitos así como las piernas. También se ve la sombra de sus ojos, unos ojos que verán el mundo con la curiosidad y la ilusión de los pequeños que saben apreciar las cosas como son, no como otros quieren que las veamos. ¿Cómo pueden decir que la criatura que llevo dentro es sólo un conjunto de células y no es ser humano que ya está viviendo?
La primera víctima de un aborto es el bebé, por supuesto, a esa criatura le segamos su vida de golpe sin darle ninguna oportunidad en nuestro complicado mundo. Pero la siguiente víctima es, sin duda, su madre. Una mujer que ya nunca olvidará que ha dejado de estar completa porque la unión con su bebé fue cortada de manera violenta. Una mujer que no entenderá, en muchos casos, porqué ya no puede dormir, porqué le atormentan constantes pesadillas, porqué sufre al ver a otros niños corretear por la calle, ni porqué le cuesta volver a confiar y a amar a otra persona.
La vida de esa mujer, quedará marcada, y sufrirá, sufrirá mucho si no se le ayuda. Una medida realmente social y de avance es aquella que sirva para apoyar y ayudar a estas mujeres. También lo será la que ayude a aquellas que aún no han tomado la dura decisión de terminar con su embarazo y les proporcione los medios adecuados para vivir su feminidad y su maternidad con la dignidad que merece todo ser humano.
Si en vez de facilitarles la maternidad les facilitamos romper con una parte tan íntima de su ser, estaremos creando el caldo de cultivo de una sociedad angustiada, frustrada, dolorida y sufriente, que no encontrará el rumbo ni el sentido de su existencia.
Y eso, sin lugar a dudas, nos perjudica gravemente a todos y cada uno de nosotros.


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