Sed uno


Se suele decir que "Medio mundo habla del otro medio" y no precisamente bien, en la mayoría de las ocasiones.
Sentimos un extraño placer cotilleando y haciendo críticas a los demás. Esto se debe, seguramente, a que no estamos demasiado satisfechos con nuestras propias vidas y al rebajar a los demás encontramos la forma más rápida de dejarlos a nuestro nivel. Sin embargo, no nos damos cuenta de que haciendo esto nos degradamos aún más a nosotros mismos.
Alguien dijo "Si buscas el mal en los hombres, lo acabarás encontrando". ¡Claro!, porque todos tenemos defectos y actitudes muy mejorables. Si vamos mirando a los demás como un detective que va buscando de manera minuciosa e infatigable esos defectos, es seguro que terminaremos topándonos con ellos.
Sería estupendo empezar a cambiar de actitud. Jesucristo nos aconsejó: “No juzguéis y no seréis juzgados”. ¡Qué bien conocía nuestra naturaleza dañina y cruel para con los demás!
Todos poseemos cosas criticables, sin duda. Pero es igual de cierto el hecho de que todos tenemos grandes cualidades de las que podríamos enriquecernos si aprendemos a mirar más allá de la barrera de las limitaciones y de los fallos de los demás.
Por supuesto, hay personas con las que empatizamos mejor que con otras, pero eso no es excusa para machacar con comentarios demoledores y, casi siempre, a sus espaldas, a aquellas personas que no nos caen tan bien.
No hace mucho tiempo hemos celebrado la semana de oración por la unidad de los cristianos y se nos recordaban estas palabras de Jesús: "Sed uno, como mi Padre y yo somos uno".
Estas palabras son el motivo que debe llevarnos a la construcción de puentes entre las distintas confesiones cristianas que a lo largo de los siglos se fueron desgajando de la unidad inicial.
Pero a mí me han hecho reflexionar desde otra perspectiva, la de las relaciones personales.
La invitación a ser uno que Cristo nos hace, debe ser una llamada a la unidad de todos los seres humanos. Suena a auténtica utopía, pero… ¿¡Qué sería del mundo, de la historia, del hombre sin utopías!? El mismo Jesús nos reveló la fórmula para conseguirlo: "Amaos los unos a los otros".
Sólo si aprendemos a mirar con amor a los demás, la utopía estará más cerca de hacerse realidad. El amor es tan paciente que es capaz de cerrar los ojos a cualquier tipo de fallo o defecto. Si empezáramos a mirar a los demás con el corazón y con la suficiente humildad, nos asombraríamos de lo mucho que podemos aprender de cada persona que encontramos en nuestro camino.
Hasta el ser más pequeño, el más sencillo, el más indefenso o el que consideramos más ignorante, puede darnos grandes lecciones.
Deberíamos ser conscientes de que no somos perfectos, ni todopoderosos, ni infalibles… y reconocer que necesitamos a los demás. Que tenemos mucho que aprender de todos ellos.
Ahora me atrevo a decir: Si buscamos el bien en la humanidad, tendremos la gran suerte de encontrarlo.




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