¿Hay muchas navidades?

Hace pocos días, al acercarnos al 22 de diciembre, estrenaron en las televisiones el anuncio de este año de la Lotería de Navidad con el lema “Hay muchas Navidades”. Es curioso, porque a pesar de las muchas que van enumerando, a mí me falta una.
Hemos convertido la celebración de la Navidad en una amalgama de diversiones y costumbres muy alejadas del verdadero sentido de esta celebración.
¿Dónde está en ese anuncio la verdadera Navidad, aquella que celebra con gozo que Dios se hace uno de nosotros?
Hemos deformado el mensaje que ese acontecimiento nos trae. Y lo hemos llenado de luces de colores, de papeles de regalo, de adornos brillantes y pomposos pero… en el Nacimiento de Jesús, no hubo nada de eso.
La grandeza de ese acontecimiento es que Dios nace bebé porque se hace hombre plenamente. Como dice Martín Descalzo en su libro “Vida y Misterio de Jesús de Nazaret”:
Ese bebé era nuestro Dios, el único que como hombres podíamos aceptar. El único que no nos humillaba con su grandeza… Era el único Dios a quien los hombres podíamos amar… Nadie puede amar una cosa a menos que pueda rodearla con sus brazos.
Y Dios decide nacer pequeño e indefenso para que podamos abrazarlo y podamos sentir de alguna manera que Él cuenta con nosotros en su plan de salvación, que somos protagonistas de su AMOR. Esto lo descubres bien si tienes la suerte de visitar Belén. Para ir a Belén tienes que pasar por el muro que Israel ha construido a lo largo de varios kilómetros por todo ese país. Al pasar al otro lado del muro sientes que has pasado a otro mundo que poco o nada tiene que ver con el que dejas atrás. Y llegas a una pequeña y humilde población, con casas desgastadas, o medio derruidas, en algunas hasta se ven los impactos de proyectiles, pruebas directas de los enfrentamientos que desde años atrás mantienen judíos y palestinos.
Pero al llegar frente a la basílica de la Natividad el mundo que lo rodea desaparece, toda la atención se centra en un edificio, algo caótico porque su propiedad está compartida, dividida más bien, entre cristianos católicos y cristianos ortodoxos. En la plaza de la basílica de Belén, no había pastorcillos cantando villancicos, ni ovejitas correteando, no estaba ni la mula ni el buey. Tampoco vi la estrella que guió a los Magos de Oriente. Sin embargo sí encontré la PAZ que anunció el ángel.
En Belén, un día muy de madrugada, pude disfrutar de largos minutos de contemplación ante el Misterio, el Misterio que supone el hecho de que Dios viene al mundo como uno más.

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