Sed de sonrisas
Conocí una canción en mis años de adolescente que se titulaba “¿Dónde está la juventud?”, con ella nos preguntábamos a dónde se había ido el afán de lucha de los jóvenes por hacer de éste un mundo mejor.
Recuerdo que, ya entonces, la gente adulta decía que nuestra juventud estaba perdida, y se preguntaban retóricamente: ¿A dónde vamos llegar?
Los jóvenes de entonces, adultos ahora, caemos también en la tentación de continuar preguntándonos lo mismo sobre de las generaciones que nos suceden.
Con esos planteamientos lo que estamos haciendo es “echar balones fuera” y no reconocer que todo lo que son ellos es el resultado de lo que les estamos enseñando. Les hemos encaminado a vivir y sentir como lo hacen. No son peores que las generaciones precedentes, tienen las mismas necesidades de cariño, de comprensión, de entender la realidad que les rodea, de hacer realidad sus sueños y proyectos.
Tienen preguntas pero no les hemos dado las respuestas adecuadas. Tienen mucha fuerza pero no les hemos enseñado a usarla. Tienen necesidad de orientar sus inquietudes pero no les hemos proporcionado referentes válidos para su vida.
A pesar de ello, considero que son unos supervivientes y muchos nos demuestran la grandeza de un interior que han cultivado a pesar de todas las barreras que les hemos colocado.
A raíz de ver una película en clase, mis alumnos mayores hicieron un trabajo de reflexión sobre el sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte y de la fe. He hecho la recopilación de las que más me han gustado:
Andrés: Soy voluntario y para mí eso es una forma de vida, ayudas a los demás de manera altruista pero siempre recibes recompensa. Te aporta una satisfacción personal.
Carla: para que tu vida tenga sentido tienes que aferrarte a las pequeñas cosas, quedarte con los pequeños gestos, los pequeños detalles, pero también tienes que apoyar y preocuparte por los demás.
Débora: Las personas que sufren alguna enfermedad consiguen encontrar la felicidad en menos tiempo que los que están sanos porque saben que su vida será menos duradera y tienen que aprovecharla. Los que tienen todo no lo aprecian. La fe es un apoyo muy importante para estas personas.
Jesús: El sufrimiento y la muerte son grandes cuestiones en la vida de un ser humano.
Ken: mucha gente ha perdido la fe pensando que todo lo malo que nos ocurre es culpa de Dios, y están equivocados. Dios no tiene nada que ver ya que nos ha hecho libres para tomar nuestras porpias decisiones. No podemos echar la culpa a Dios de nuestros propios errores.
La búsqueda de dios sólo es posible si le hablas a tu corazón porque ahí te estará escuchando Él.
Marcos: A veces, el sacrificio trae esperanza para el futuro.
María: A quien más valoramos es a quien ha estado con nosotros en los momentos más difíciles.
Pilar: Debemos aprender a valorar esos pequeños detalles que se presentan en nuestra vida y no solemos darles importancia, como hacer sonreír a una persona, porque transmitiendo nuestra felicidad a los demás es como mejor se puede disfrutar de lo bonito que es la vida.
Sergio: Nosotros decidimos cómo hacer que nuestra vida tenga sentido. Debemos vivir cada día con intensidad, si dejamos que pase el tiempo sin haber hecho nada que valga la pena nuestra vida no va a tener sentido. La oportunidad que se te ha dado para vivir y no hay que desperdiciarlo porque, al fin y al cabo, es lo único que tienes.
Clara: En muchos momentos, me paro a pensar en qué será de mi vida y de la de aquellos que viven cerca de mí, de mi familia, compañeros, amigos, etc. Pero nunca acabo llegando a nada, es el futuro, no lo conoces, pero sí puedes esa sensación de vulnerabilidad.
Creo sinceramente que desde nuestra edad, puedes empezar a llevar ritmos de vida, realizar actividades que te lleven a dar sentido a tu vida con formas de vida que no se acaban. Hay que dar un sentido más profundo a la vida porque, aunque en esta sociedad te preparan para que actúes como un robot, no te dejes absorber por esto.
La verdad es que la vida es mucho más, mucho más que ese individualismo que hay hoy en día, la vida es vivir con otros, para otros, sabiendo que tú eres especial, pero que el que está a tu lado también lo es para que podamos completarnos unos a otros.
Hay que vivir sonriendo a la vida, fijándonos en pequeños detalles que nos pueden hacer descubrir grandes cosas.
Yo quiero vivir así, sé que cuesta, sé que es difícil, pero merece la pena. Es increíble saber que nunca estás sola, que Jesús también vivió así, y creo que nos olvidamos de que el Evangelio nos invita a vivir así. No estoy sola, Dios está ahí, lo siento por medio de muchas personas y de pequeños detalles.
Lorena: “No puedo”, “esto es demasiado para mí”, “me rindo”. ¿Cuántas veces a lo largo del día repetimos esto? Nos quejamos todo el tiempo y no nos damos cuenta de la cantidad de cosas buenas que tenemos alrededor. Y es que estamos aquí, ESTAMOS VIVOS y debemos disfrutar de esto.
Nosotros tenemos por costumbre ahogarnos en un vaso de agua y rendirnos antes de haberlo intentado.
Yo creo verdaderamente que la fe nos ayuda a seguir adelante, pero pienso también que hay que saber cómo creer. Y es que no podemos considerar a Dios como un mago que cumple deseos y que hace milagros en todo momento, al igual que no podemos decir que las cosas malas que pasan es por su culpa.
No podemos saber lo que nos deparará el destino, por lo que tenemos que disfrutar del día a día. Aunque no lo parezca, todo tiene un lado positivo, solo tenemos que buscarlo y disfrutar de los bellos momentos que nos da la vida.
Encuentro en estas reflexiones un motivo para justificar nuestra esperanza ante el futuro que construirán nuestros jóvenes, y una llamada para que nosotros, los adultos, nos esforcemos en brindarles mejores alternativas de las que, hasta ahora, les hemos ofrecido.
¿Dónde está la juventud? Preguntaba la canción, pues está ahí, esperando a que nosotros les mostremos el Camino.
Iniciamos un nuevo curso y a los profesores de religión nos ataca cada año por estas fechas la incertidumbre sobre el número de alumnos que habrán decidido matricularse en la asignatura que impartimos porque va a condicionar todo nuestro trabajo durante los próximos nueve meses.
Nos afecta muchísimo que haya alumnos que han decidido dejar la asignatura y nos llena de felicidad lograr que alguno haya optado por ella. Uno no deja de preguntarse a lo largo de todo el curso, pero más en estos momentos sobre sus aciertos o desatinos y sobre cómo hacer “encajes de bolillos” para conseguir aumentar el número de alumnos en sus aulas. Cada vez las cosas se nos ponen más difíciles. Este curso, incluso a la asignatura de religión, le está afectando la crisis. Curioso ¿verdad?, pues es así, ya que al decidir recortar al máximo posible el personal docente de religión, nos están privando de tiempo para dedicarles a nuestros alumnos, tanto dentro como fuera del aula, y eso supone una merma en la calidad de lo que hacemos, con lo que su previsible consecuencia será la bajada de matrícula el curso que viene. Y esto es “la pescadilla que se muerde la cola”.
Luchar porque nuestros chicos y chicas adquieran una formación religiosa cada vez está siendo más complicado, ofrecer una asignatura en la que tendrán muchas cosas positivas, pero también tendrán que trabajar frente a una optativa que es básicamente no hacer nada es todo un reto.
Sin embargo y, a pesar de todo, la providencia de Dios actúa y gracias a ella conseguimos atraer a los chavales que serán la clave nuestro futuro y el de nuestro mundo.
¿Por qué yo como alumno o yo como padre, haría bien en matricularme en la asignatura de Religión?
Son numerosísimas las razones que podemos esgrimir a favor de ello. Empezando por el hecho más que demostrado de que todos los seres humanos nos caracterizamos por una necesidad de trascendencia, una necesidad de ir más allá de nosotros mismos y de la realidad más cercana que tenemos para lograr dar respuesta a la pregunta por el sentido de nuestra vida. Sería imposible suprimir la cuestión religiosa en el ser humano sin cortar una parte importantísima de su propio ser y existir.
Además, la finalidad de la educación, está en el desarrollo integral, completo, de la persona para conseguir desplegar todas sus facultades y cualidades. Y para ello es necesario cultivar la dimensión religiosa como una pieza clave dentro de la educación.
A principios del s. XX, un socialista francés, Jean Jaurès, escribió y publicó una carta a su hijo exponiendo de forma muy acertada los razonamientos que muestran la necesidad de la formación religiosa para conseguir una educación completa de la persona.
Por su claridad y acierto he decidido trascribir parte del texto.
Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, querido hijo, serás completamente libre para elegir; pero tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.
¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?
¿Qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? ¿Qué comprenderías del arte, de las letras, del derecho, de la filosofía o de la moral? La religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización.
Nada hay que reprochar a los que practican fielmente las leyes de la iglesia y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
En cuanto a los que hablan de libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería. Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa y su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que pueden serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder elegir.
Ahora, ya sólo me queda pedir que todos nos esforcemos en apoyar la formación religiosa de nuestra gente más joven.
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Se acerca el final de un ciclo que dura, como cada año, nueve meses, y ése es el final del curso escolar.
Los alumnos están deseando terminar, que lleguen ya las ansiadas vacaciones de verano, al fin y al cabo, llevan soñando con ellas desde septiembre. Los profesores también estamos necesitando recobrar fuerzas, son muchas las horas dedicadas a la atención y cuidado de tantos chicos y chicas, cada uno con su propia historia personal, que sentimos que ha llegado el momento de poder desconectar un poco y atender otros asuntos.
Como cada año, no niego que también reciba con agrado la llegada de las vacaciones, pero soy consciente de que echaré de menos a mis chicos, porque son muchos los momentos que hemos compartido. Sobre todo a todos aquellos a los que ya no veré el próximo curso, a mis alumnos mayores que terminan un ciclo de su vida, a mis dos “Juanes” y a “Alba” y a todos aquellos que comenzarán a estudiar en ciclos superiores o en la universidad. Echaré de menos sus visitas, sus preguntas, sus desahogos…
Soy muy consciente de que todos y cada unos de los alumnos que he tenido han ido dejando una huella imborrable en mi vida y en mi corazón, porque ellos son la razón de mi trabajo como profesora de religión.
Y llegado este momento, no puedo evitar cuestionarme hasta qué punto he podido ser guía, apoyo y educadora de ellos.
Nuestra labor docente es fundamental en sus vidas, un traspiés puede llegar a hacerles mucho daño, o un acierto marcar un punto de inflexión positivo en su rumbo. Nuestra tarea requiere de una gran responsabilidad pero, sobre todo, de mucho amor. Sólo por amor podremos ser capaces de atender pacientemente sus “locuras” de adolescentes. Sólo con amor podremos dar el toque de humor imprescindible en todo proceso educativo. Sólo viendo en ellos el reflejo de Dios seguiremos adelante con mucha ilusión.
Cuando comienza el curso, uno ve en sus caritas y en sus miradas las ansias de conocer mejor su mundo y dar un sentido a su vida. Aunque no sean conscientes de ello, sé que ansían encontrar el camino a la felicidad.
El gran problema lo encontramos a la hora de escoger ese camino. Nuestros pobres chicos están siendo bombardeados con multitud de propaganda, en series de televisión, anuncios, revistas, canciones, Internet, que va en contra su felicidad, al contrario de lo que pueda parecer. ¿Qué mundo les estamos ofreciendo? ¿Qué estamos haciendo con sus vidas?
Ellos no son peores que las generaciones pasadas. Ellos tienen los mismos problemas, las mismas inquietudes, los mismos deseos de amar que tuvimos cualquiera de nosotros a su edad. Pero… ¿qué les estamos ofreciendo? ¿Estamos ayudándoles a encontrar la auténtica felicidad?
Encuentro un problema de base en toda esta búsqueda, y es la ausencia de valores. No considero que ellos sean los responsables de esa falta de valores que, por llamarlos tradicionales, muchos los ven como algo negativo. Los auténticos responsables somos los mayores.
Debemos mostrarles con claridad que el camino del esfuerzo lleva a la satisfacción por la superación conseguida.
Debemos hacerles entender que el respeto a todos los que les rodean es el eje básico y fundamental de toda relación. Y que la existencia de una autoridad que está por encima de ellos no es sinónimo de frustración ni limitación de sus libertades, si no de guía en el camino de su formación personal.
La libertad, valor que se ensalza por encima de todos ahora mismo, no existe si no tenemos una formación personal, vivencial y académica que nos enseñe a discernir, a saber elegir. Porque ahora, somos libres de escoger lo que queramos, ¡sí!, pero no de hacer que eso que escogemos sea bueno. El control de los impulsos, de los instintos, no suponen ninguna frustración, aunque muchos pensadores quieran convencernos de lo contrario. El autocontrol y la disciplina, nos concede una libertad interior que nadie podrá robarnos.
Y todo eso sólo se consigue con una buena formación en la que todos debemos estar implicados, alumnos, padres, profesores, periodistas, publicistas, políticos… en resumen: toda la sociedad.
Y sólo con esa buena formación, nuestros chicos y chicas, nuestro futuro más inmediato que son ellos, encontrarán la felicidad. Por que, ya nos lo dijo Jesucristo: “La verdad os hará libres”
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