Tala de árboles

No hace demasiados años escuché una noticia sorprendente, el presidente de aquel momento de EEUU había lanzado la propuesta de talar todos los árboles de uno de los mayores parques naturales del país para evitar que volvieran a producirse los terribles incendios que aquel año asolaban la zona.
Aquella propuesta no llegó a realizarse, reinó la cordura entre quienes gobernaban a su alrededor para impedir esa masacre.
Hoy asisto con gran preocupación a otra “tala de árboles” que se está dando ante determinados problemas sociales. Lo peor es que ahora no se trata de árboles sino de VIDAS HUMANAS.
Ante embarazos imprevistos o no queridos acudimos a la solución inconcebible de matar la vida de un pequeñito ser humano totalmente inocente.
Ante la desesperación de una enfermedad incurable o una ancianidad desgastada se abre el planteamiento de hacer desaparecer esas vidas en pro de “una muerte digna”.
¿Es que acaso podemos hablar de dignidad cuando planea sobre nuestras cabezas la sombra alargada de la muerte provocada?
¿Cómo podemos hablar de una sociedad de progreso invocando este tipo de soluciones?
¿No es acaso una vuelta al primitivismo más radical, una vuelta a “las cavernas”, a la ley del más fuerte?
¿No será que estamos confundiendo los conceptos, la verdadera realidad?
A mi modo de entender, es más progresista una sociedad que se afana en buscar soluciones reales y razonables, que dé medios asistenciales, económicos, laborales, de formación, de acompañamiento a las personas que están en estas situaciones que una sociedad que se dedica a “talar los árboles de sus bosques” para evitar más incendios.
Eso sí, “talar los árboles” se presenta como una forma más rápida y cómoda de hacer desaparecer un “problema” que, si no “solucionamos” con prontitud se convertirá en una grave molestia para nuestras confortables existencias. Y es que hemos desterrado de nuestro diccionario palabras tan esenciales como SACRIFICIO y ENTREGA.
Como mujer y como madre tengo el pleno convencimiento de que cuando nos enteramos que estamos embarazadas algo cambia en nuestra vida para siempre, ya nada puede volver a ser igual. ¿Cómo pretenden hacernos creer que matar a nuestro bebé es la única salida a la situación problemática en la que se encuentran muchas madres al saberse embarazadas? La muerte del bebé no es ninguna terapia. No soluciona nada. Al contrario. Lo que realmente necesitan estas madres es un pleno apoyo social. No el asesinato de su hijo o hija.
Me pregunto cómo pueden hablarnos de “derechos” y “libertades” de las mujeres cuando no dejan más alternativa que la de “deshacerse” de su criatura recién comenzada su vida por falta de ayudas, de atenciones y, por supuesto, de información sobre las graves consecuencias que el aborto produce en la mujer, tanto físicas como psicológicas y morales, consecuencias que duran para toda la vida. Si sólo se nos presenta un camino, no podremos hablar de libertad de elección ya que sólo podremos elegir ese camino, sin embargo, si nos colocan varios caminos, varias vías de solución ante los problemas, entonces seremos realmente libres de escoger uno de ellos. Que nadie se engañe, el aborto no es ningún derecho ni supone ninguna libertad para la mujer.
Así mismo sucede con la Eutanasia. Si dejamos desamparadas a las personas cuya vida ha dejado de considerarse útil, las estamos empujando a la desesperación y a sentirse culpables por estar “estorbando”. No veo ninguna libertad en todo esto.
Si no luchamos por la defensa del valor fundamental: la VIDA, el resto de derechos dejan de tener sentido alguno, se quedan totalmente vacíos. Debemos reaccionar cuanto antes frente a esta mentalidad utilitarista de la sociedad. Todas las vidas son igual de valiosas, absolutamente todas. Con independencia de sus circunstancias de salud, familiares e incluso económicas.
Si la mentalidad de “usar y tirar” la aplicamos a la vida humana… ¡¿Qué esperamos encontrarnos en un futuro no tan lejano?! Que nadie se sorprenda luego si, cuando termina su “vida útil” es tirado a la basura. Al fin y al cabo es la mentalidad que estamos creando, unos de manera directa, otros con el silencio y la indiferencia.
¿Con qué autoridad podremos hablar a las generaciones futuras del valor de la igualdad, del respeto, de la tolerancia cuando antes nos hemos quitado del medio de una forma atroz y sin piedad a aquellos que nos molestaban?
¿Qué miembro de nuestro parlamento será capaz de alzar su voz y hacer reinar la cordura ante esta “tala de árboles”? ¿Qué están haciendo aquellos representantes que hemos elegido para que salvaguarden nuestros intereses, por encima de todos, el de la VIDA?

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