¿Por qué Dios ha permitido que pasara lo de Haití?

Ésa es la pregunta que más he oído durante los últimos días, tras la tremenda catástrofe que sufrieron el pasado 12 de enero en Haití.
Es curioso, sólo nos acordamos de Dios en momentos tan terribles y lo hacemos, además, para culpabilizarle por lo sucedido. En estos momentos hablamos de Dios como si Él disfrutara haciendo esta clase de “anti-milagros”
La pregunta acerca de dónde está Dios cuando suceden cosas injustas y terribles es difícil de contestar, y a veces, algunas personas han empleado este argumento para alejarse de Él hasta el punto de llegar a negar su existencia.
Dar sentido al sufrimiento es una cuestión que nos ha traído de cabeza desde siempre a toda la humanidad.
Para poder dar respuesta a esa pregunta debemos partir de la base de que Dios no actúa con maldad. Jesucristo nos reveló la existencia de un Dios padre y madre que nos ama profundamente. Él no quiere nuestro dolor ni nuestro sufrimiento. Él sufre cuando nosotros sufrimos porque sufre por amor. ¿Es que puede haber alguien que desee el dolor de aquellos a los que ama?
Pero hay dos tipos de males: uno físico y uno moral.
El mal físico que surge como consecuencia de la finitud. El mundo, nosotros, somos finitos, limitados: no podemos ser todo a la vez.
Además, existen unas leyes naturales fijas que Dios no cambia a su antojo, para que de esa manera podamos estudiarlas y dominarlas poco a poco con nuestro esfuerzo. Si Dios cambiara esas leyes de manera aleatoria según en qué momentos, nosotros no podríamos llegar a comprenderlas ni predecir lo que va a suceder y, por lo tanto, actuar frente a ellas.
Dios ha puesto en nosotros la inteligencia para que podamos vencer esos males físicos y dominar determinadas situaciones.
El mal moral surge como consecuencia del abuso que hacemos de nuestra libertad. El hombre no se distingue del animal solamente porque es capaz de un mayor altruismo, sino también porque es capaz de una mayor malicia y refinada crueldad. De hecho gran parte de los males que deploramos son producto directo de la voluntad humana.
Y así como Dios ha puesto en nosotros la inteligencia para poder vencer los males físicos, también nos ha llenado de su Espíritu para vencer el mal moral, y emplear nuestra libertad para hacer el bien y no para hacernos daño unos a otros.
De esta manera nos muestra que Dios sí quiere luchar contra el mal, pero lo hace por medio de nosotros.
Por último, es necesario que procuremos comprender, hasta donde podamos, las causas del mal, pero después también será necesario saber guardar respetuoso silencio ante este gran misterio del mal y del sufrimiento que supera nuestra capacidad.
También debemos tener presente que Dios se hizo hombre para compartir nuestra existencia, sufrió el mal y el dolor a lo largo de toda su vida. Pero tras su muerte vino la resurrección que es la victoria definitiva de Jesús sobre el mal y sobre el sufrimiento.
Yo también siento un profundo dolor y una gran indignación ante lo que ha pasado en Haití. Pero mi indignación no va dirigida hacia Dios. A mí lo que realmente me indigna es que no se hayan tramitado las labores de rescate con la celeridad ni la diligencia necesarias para salvar el mayor número de vidas posible. Que no se hayan puesto en marcha las atenciones primarias con rapidez y orden para abastecer a tantas personas que vagan por las calles en busca de agua o algún alimento para poder sobrevivir. Muchos son los recursos que se han trasladado hasta allí pero ¿cuánto tiempo han tardado esos recursos en llegar a manos de quienes realmente lo necesitan? ¿Por qué no hemos corrido más para socorrer de una forma eficaz al pueblo haitiano? ¿Por qué hemos tardado tanto en cubrir la carencia de infraestructuras básicas para atender a tanta gente que lo está necesitando?
Yo siento mucha indignación sí, pero es por todos aquellos que desde la comodidad de nuestras vidas y desde nuestras casas seguimos engullendo los recursos que pertenecen a los países más necesitados, con un afán desmesurado de consumismo sin límites. Mientras que a ellos les dejamos las “migajas” de lo que sobra tras haber saciado todos y cada uno de nuestros deseos. Así, es como ellos quedan desprotegidos para poder afrontar este tipo de desastres naturales con mejores medios.

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