Lo esencial es invisible a los ojos

Comenzamos un nuevo año y siempre que nos felicitamos el año que comienza lo hacemos desde el sincero anhelo de que las cosas vayan un poco mejor o... al menos, que no empeoren.

El 2012 ha echado a andar y todas las previsiones vaticinan que será un año complicado. La economía, probablemente siga dejando víctimas a su paso, familias enteras que tienen que sobrevivir sin ningún tipo de ingreso. De alguna manera todos sentimos la crisis, con mayor o con menor intensidad.

Aún así, he tenido la oportunidad de hablar con bastantes personas que han conseguido hacer un lectura positiva de todo esto.

Seguramente esta crisis es el fruto de haber llevado un ritmo de vida que estaba por encima de nuestras posibilidades. Ese ritmo de vida basado en la sobreabundancia nos ha ido sumiendo en una forma de ser y de vivir alejada de valores verdaderamente positivos.

Hemos despreciado el “bien ser” a favor del “bien estar”. Acomodándonos en una forma de vida que se iba alejando cada vez más del auténtico “ser persona”.

Nos hemos quedado en las capas superficiales de nuestro ser. Hemos ido flotando cada vez más arriba, hasta que resultó muy sencillo dejarnos arrastrar y que las diversas corrientes del momento nos fueran llevando de un lado a otro a capricho de alguien interesado en que la “gran masa” tomara un rumbo determinado acorde a sus beneficios particulares.
Y, lo peor de todo, es que no nos hemos dado cuenta de que hemos dejado que, de alguna manera, nos esclavizaran porque han creado en nosotros demasiadas supuestas necesidades que en realidad eran innecesarias.

Es urgente abandonar la superficie y comenzar a sumergirnos en la profundidad de nuestro interior. Nunca he practicado submarinismo, pero estoy segura de que la primera vez que se realiza una inmersión debe de resultar complicado, incluso doloroso. Sin embargo, también creo que debe producir una hermosa satisfacción.

Lo mismo puede sucedernos a nosotros cuando comencemos a hurgar en lo recóndito de nuestra alma.

Siempre que comenzamos un nuevo año lo hacemos cargados de buenos propósitos. Por eso hoy quiero animaros a practicar la interiorización..., a volver la mirada hacia nuestro interior. Es una tarea urgente que conviene hacer hoy mejor que mañana.

Hay un libro muy conocido que expresa de manera singular esta necesidad:
“No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.”

Éste es el secreto que el zorro le confiaba al principito en el libro del autor francés, Antoine de Saint-Exupéry, “El Principito”. Se le ha considerado un libro infantil. De hecho, se le suele regalar con frecuencia a los niños, por la forma en la que está escrito y por la historia en un principio simple... Pero en realidad el libro es una fabulosa metáfora en el que se tratan temas tan profundos como el sentido de la vida, la amistad y el amor, que un niño aún no es capaz de comprender ni apreciar en toda su amplitud.

El personaje del narrador de la historia revela la sencilla sabiduría de los niños que la mayoría de las personas pierden cuando crecen y se hacen adultos.

Continuamos aún en el tiempo de Navidad, así que aprovechemos para recuperar el niño que un día fuimos..., para mirar con el corazón y descubrir que la verdadera esencia de las cosas está en lo escondido, debajo de las capas que vemos a simple vista. Dejemos de dar importancia a cosas superfluas y pasajeras para no complicarnos la vida con todas ellas. Una visión superficial y materialista es del todo incompleta porque… “lo esencial es invisible a los ojos”

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