Autores de Catedrales


Hace unas semanas, recibí, de un buen amigo, en mi buzón de correo electrónico, la reflexión que hacía una mujer, madre de familia, sobre su labor cotidiana.

Madres, padres, personas que nos dedicamos a la educación o a la atención de otras personas en general, sentimos muchas veces la tentación del desaliento, sentimos que somos invisibles y que nuestro esfuerzo constante y cotidiano no es percibido ni valorado por los demás como merece serlo.

Sin embargo, tenemos que asumir que nuestra tarea no es la de recoger frutos, sino la de sembrar, sembrar y sembrar. Sin desfallecer.

Cuando nos aceche el desaliento podemos pararnos a contemplar alguna de las hermosas catedrales que cada uno de nosotros tengamos más cerca. Los autores de estas grandes Catedrales de toda Europa son un buen ejemplo, ellos terminaron sus obras sin saber que los demás notarían y admirarían su trabajo.

Ellos trabajaron día tras día. Algunas catedrales tardaron más de 100 años en terminarse, y eso es más tiempo que toda la vida de trabajo de una persona. Aún así, ellos hicieron sacrificios personales sin esperar recibir nada a cambio. Entregaron su vida a un trabajo, un magnífico trabajo, que nunca verían finalizado. Se desgastaron en una obra en la que nunca figuraría su nombre.

Un escritor dijo que jamás una gran Catedral volverá a ser construida, porque muy poca gente está dispuesta a sacrificar su vida de esa forma. Sentimos el oculto anhelo de destacar sobre los demás, de ser reconocidos, de ser admirados por nuestros actos por muy insignificantes que éstos sean.

Sentimos el deseo de no quedar en el olvido. Tenemos miedo al anonimato, miedo a que no se nos recuerde cuando salgamos de este mundo. Miedo a que no quede constancia de nosotros en la Historia.

Supongo que, en parte por ese miedo, nos hemos lanzado a la carrera de conseguir una fama tan fácil como fugaz a través de las redes sociales o de ciertos programas de televisión.

En parte por ese miedo nos cuesta tomar la decisión de actuar sin recibir a cambio algún tipo de recompensa.

Sin embargo, debemos darnos cuenta de la grandeza de lo que estamos construyendo cuando nadie lo ve. Cuando, aparentemente, nadie lo nota. Debemos poner cuidado en cada detalle, actuar con dulzura y delicadeza, también con una fuerte convicción en la necesidad de poner todo nuestro empeño por hacer las cosas lo mejor posible. Y mantener la confianza en que Dios sí lo ve, porque Él lo ve todo.

Dios nos está diciendo: “Yo te veo, no eres invisible para mí. Ningún sacrificio es tan pequeño como para que yo no lo note. Veo cada cosa que haces, cada pequeño esfuerzo, cada pequeño sacrificio, cada entrega de tu tiempo a los demás, cada lágrima de decepción cuando las cosas no salen como tú quieres que salgan. Pero recuerda: estás construyendo una gran Catedral, que no será terminada durante tu vida, y lamentablemente no vivirás para verla allí, pero si la construyes bien, yo sí lo haré”.

Nuestro anonimato, nuestra invisibilidad es la cura de la enfermedad de nuestro egocentrismo, el antídoto de nuestro propio orgullo. Está bien que los demás no vean, está bien que no sepan, está bien que no admiren.

A pesar de que otros no perciban nuestros actos, debemos ser conscientes de que todo lo que hagamos tendrá una repercusión, mejor o peor, de mayor o menor importancia.

Por eso, tenemos que rezar para que nuestras obras sean fructíferas y se mantengan como monumentos para Dios.

En realidad, nuestro trabajo y también nuestro sacrificio son para Dios.


Ir a descargar

1 comentarios:

lurdesmonsoto 8 de mayo de 2012, 5:04  

Hoy como todos los días fríos y soleados apetece salir. Me gusta el viento en la cara.
Saldremos para ir juntos a la Misa. Me alegra celebrar el dia del Señor, el primero-que no el último - de la semana.
Celebrar es vivir en el gozo del instante eterno. Es comprender que somos en cierto modo infinitos. El Domingo, día del Señor, es la jornada de la alegría de vivir, del sentido de la fraternidad universal y próxima, del agradecimiento, del perdón, de la alabanza.
Ademas le pediré al Señor, por todos nosotros: los que no tienen trabajo, los que tienen la suerte de tenerlo y las madres de Nigeria que lloran a sus hijos asesinados, y tantos niños con hambre y tanta gente que vive sin felicidad.
Me sentiré libre para amar de nuevo y con afecto nuevo. Con el viento frío en la cara hasta que duela.

Posted 8th January by lurdesmonsoto

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario, será publicado en unos minutos

  ©Template by Dicas Blogger.