Atrapados en la red


A mi marido le gusta decir la frase “Quien tiene un amigo tiene un tesoro… y quien tiene 500… una cuenta de Facebook”
Para quienes no conozcan qué es eso del Facebook les diré que es una Red Social. La red social consiste un grupo de personas que están conectados por diferentes tipos de relaciones tales como amistad, parentesco, intereses y aficiones comunes y que contactan a través de Internet.
Cada vez hay mayor oferta de redes sociales, además del Facebook, existen otras como Twitter, Tuenti, Badoo, My Space… y así hasta más de una veintena.
Estas redes sociales se convierten en un sitio de creación y de encuentro para infinidad de comunidades que se van formando de manera virtual, y virtual significa “que tiene apariencia de realidad”… pero no es la realidad.
Son muchas las ventajas que ofrecen este tipo de encuentros en la red, podemos compartir con amigos que están al otro lado del mundo experiencias, informaciones, ideas, incluso podemos compartir fotos y videos con ellos. Gracias a esta nueva tecnología podemos sentir más cerca a las personas que están más lejos de nosotros.
Sin embargo, esta herramienta, este medio de comunicación puede llegar a ser algo francamente peligroso cuando pasa a ser un fin para la persona que lo usa.
Yo reconozco que tengo abierta una cuenta en dos redes sociales, las abrí con la única intención de mantener el contacto con mis alumnos y algunos amigos que viven en fuera de mi ciudad e incluso de mi país.
Sin lugar a dudas la que más utilizo es aquella que me sirve para comunicarme con mis chicos y chicas del instituto.
Y mi experiencia en estas redes es lo que ha motivado la reflexión de hoy.
Estoy comprobando la importancia que estas redes sociales van adquiriendo y me planteo porqué están proliferando de forma tan desorbitada.
He llegado a la conclusión de que el origen de su éxito está en el mismo que aquellos programas de “reality show” que tanto engancharon al público hace ya más de una década.
En esos programas gente anónima y sin méritos especiales nos vendían su vida a cambio de FAMA, su intención era la de ser conocidos y que se hablara de ellos por todos los rincones, ya fuera para bien o para mal.
Mucha gente quiso seguir los pasos de estos “pioneros” y han saltado a la fama sin grandes esfuerzos ni logros destacables, sólo gracias al morbo un público que cada vez pide más y más carnaza.
A pesar de las muchas personas que alcanzaron la meta de la fama fácil a través de estos programas, ese medio no puede abarcar a mucha otra gente que quiere tener su “medio minuto de fama” en la vida. Y aquí es donde entran en juego las redes sociales.
En ellas puedes poner tus datos personales, familiares, de amistades, vivencias y experiencias más íntimas y si no controlas el poder que esa gran ventana al mundo te otorga puede llegar a convertirse en un arma que va dirigida directamente contra ti.
Muchas personas que usan estas redes ansían tanto ser admiradas que no son capaces de ver que ciertas fotos que cuelgan con comentarios y poses tan provocativas van totalmente en contra de su dignidad y de su honor porque ellas mismas se están convirtiendo en un mero producto que se expone para lograr su venta. Sé que la mayoría, sobre todo, la gente más joven, no es consciente de este peligro y que sólo buscan que todos sus amigos de la red les adulen y les digan lo guapos o guapas que están y lo mucho que les quieren. Pero al final, el peligro que están corriendo vendiendo tanta intimidad, lo desconocen por completo.
En el fondo, todo esto es consecuencia de un sentimiento de vacío existencial. Cuando el sentido que damos a nuestras vidas no se fundamenta en algo profundo y perdurable, caemos en lo artificial, en lo meramente superficial. Y ahora, hemos caído tanto en ese materialismo que hasta nos hemos convertido a nosotros mismos y por voluntad propia, en meros productos de mercado.

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