La llegada de Dios



El pasado domingo 28 comenzamos un nuevo año litúrgico con el inicio del Adviento, tiempo que durará hasta el día de Navidad.

Adviento es una palabra que viene del latín y significa “Venida” o “Llegada”. El adviento es el tiempo de preparación para la venida de Dios que en toda su grandeza escoge hacerse pequeño y se abaja haciéndose hombre y demostrándonos así el inmenso amor que nos tiene.

En este momento del año siempre recuerdo el consejo que me daban de pequeña: “Durante estos días debéis preparar al niño Jesús una cunita en vuestro corazón para que Él se encuentre cómodo a su llegada” y yo… me devanaba los sesos preguntándome cómo podría meter una cuna en mi corazón con paja incluida. Con el paso de los años fui descubriendo a qué se referían con aquello de “preparar una cuna”.

Llegados estos días vemos a todo el mundo preocupado por preparar la Navidad con multitud de compras, de comidas, de dulces, de regalos, de loterías y un sin fin de más historias.

No necesitamos nada material para fabricar un lugar de acogida para el niño Jesús, lo que tenemos que hacer es preparar nuestro interior por medio de la oración pausada y constante. Una oración que nos ayude a reflexionar sobre lo que supuso para la humanidad la llegada de Cristo a la tierra y sobre cómo ese acontecimiento debe marcar nuestra vida al sabernos amados por Dios de tal manera que se convierte en uno más para vivir, sentir, gozar y sufrir como cualquiera de nosotros.

Esa oración no puede quedarse en un hecho aislado sino que debe dar sus frutos con acciones concretas de compromiso, de entrega y de generosidad hacia los demás, y debe hacerlo de una forma auténtica para que no dure solamente unas semanas sino que se extienda a lo largo de todo el año.

Adviento es también un tiempo de Esperanza, esperamos la llegada de Dios hecho hombre. En los momentos actuales la desesperanza es como una plaga que anida en el corazón de más gente cada día. La situación política, económica, laboral y social ponen a prueba nuestro optimismo y nuestra ilusión. El mundo está buscando esperanza y Dios viene a traerla.

Tener esperanza implica confiar en que Dios está presente en nuestras vidas y en que Él nos atiende y auxilia en todo momento, más aún durante las dificultades o, como decía Santa Teresa, en las “noches oscuras del alma”.

Hace falta una gran fuerza interior para no caer en la tentación de la desesperanza. Pero, si sabemos que Dios está a nuestro lado, nada hay que temer.

Jesucristo nos exhorta al ánimo y a la valentía en numerosas ocasiones.

Él nos recuerda que Dios nos conoce mejor que nadie y está siempre pendiente de nosotros con una frase que me resulta hermosa porque nos muestra la delicadeza con la que Dios nos ama: “Hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados”

También nos alienta para que luchemos contra la desesperación: “Pedid, y se os dará; buscad y encontraréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre”.

Él nos está interpelando a que mantengamos firme la esperanza. Pero debemos saber que esa esperanza requiere un esfuerzo por nuestra parte. No podemos quedarnos sentados a esperar que nos llegue la solución desde el cielo sin más, sino que debemos salir a pedir, a buscar, a llamar sin rendirnos. En ese camino de búsqueda encontraremos la razón para seguir luchando sin desfallecer.

Sólo estando atentos a la llegada de Dios podremos disfrutar plenamente este año de la Navidad.

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