DIARIO: UNO DE TANTOS (7)

 Día 7


Amor al otro lado de una puerta


Regresar a casa es regresar a esos "pequeños placeres" de la cotidianidad que no solemos disfrutar: una ducha, lavarte el pelo, un colchón que no resuda, tu almohada blandita, abrir la ventana a tu gusto, que nadie entre de forma abrupta en tu cuarto, escuchar la voz de tu marido, de tu hija en el pasillo o en la habitación de al lado, los abrazos de tu hijo... incluso las "negociaciones" adolescentes con él fruto del camino de la educación. ¡Bendito sea todo ello!


Luego están los "pequeños regalos" de "los de fuera", que en realidad los siento como inmensos, colaborando con nuestra logística doméstica confinada . Mi salvadora que me acercó las cuatro cosillas de aseo y muda limpia hasta el hospital: Asun.  Los responsables de nuestra "tele farmacia": Felipe, Fernando, Helena y  Alicia. Nuestras proveedoras de fruta: Aurora y Elena. Mi secretaria de las bajas: Marta... 


La impotencia de poder resolver ciertos asuntos en este confinamiento familiar desaparece sin la generosidad de quienes se han ofrecido desde el primer momento "para lo que haga falta". ¡¡¡GRACIAS, AMIGOS!!!


Nuestra familia está fuera, o en confinamiento "perimetral" o a demasiados kilómetros, pero la otra familia, la de los amigos, evitan que sintamos el desamparo. ¡Qué gran fortuna la nuestra!



Luego está la logística interna, en este partido en el que estamos empatados dos a dos en las PCR pero sin la seguridad absoluta de que los negativos sean auténticos, la gestión de la vida familiar requiere conocer los principios esenciales de los protocolos Covid, mente creativa y mucho humor.


Gracias a toda la información recibida, más mi trabajo en el instituto, más mi estancia en el hospital, los protocolos los tenemos controlados.


En humor nadie gana a mi marido, a mi malagueño saleroso. Podrá equivocarse al bajar a la basura la bolsa con mi ropa para lavar, pero luego lo resuelve, se ríe de sí mismo y lo cuenta como nadie. 


En creatividad anda tan servido como en humor. Y la concienciación de los niños con todo esto es fantástica (bueno, a Iván le cuesta un poquito más concentrarse pero si no, no sería nuestro Iván).



Iván y yo vivimos aislados en nuestras habitaciones respectivas y compartimos el mismo baño. Mi marido y Clara acceden al resto de la casa pero con muchos cuidados y precauciones, más cuando están juntos por si acaso alguno de los dos ha dado un falso negativo.


Yo puedo abrazar a Iván y Enrique puede abrazar a Clara, ¡qué suerte estar repartidos y que ninguno se quede sin abrazo!... ¡un día volveremos a abrazarnos los cuatro a la vez!



Y así es como vivo el AMOR AL OTRO LADO DE LA PUERTA. Es una experiencia muy curiosa, pero no por ello deja de ser preciosa, una historia más de amor en nuestra vida.



Porque al otro lado de la puerta hay dibujos y composiciones de mi hija donde me recuerda que tenemos un montón de ángeles cuidándonos, hay video llamadas, hay golpecitos en la madera, hay mensajes susurrados, hay vídeos y fotos haciendo el chorra para hacerme reír y romper la rutina de las horas, hay una bandeja con la comida, quizá no de posee la mayor calidad culinaria, pero está hecha con todo el cariño y dedicación, hay una taza de delicioso té esperando en el suelo... en definitiva, hay mucho amor al otro lado de la puerta.



Valoro, admiro y me conmueve la gestión que lleva adelante mi marido, responsable de todo en estos momentos. Pero me enamora aún más cada pequeño regalo nacido de su deseo por cuidarme y porque todos estemos bien.



GRACIAS POR NO SOLTAR MI MANO, AL OTRO LADO DE LA PUERTA, AMOR.





(No dejo de acordarme de Teodora ni de mis sanitarios de la Décima Norte del Hospital Clínico Universitario de Valladolid)

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