Sed de sonrisas
Hoy deseo compartir una tierna y dulce
anécdota. La pasada semana estuve con mis hijos en una tienda de cosméticos y
mi hijo Iván se quedó prendado de unas bolitas trasparentes que usaban para
adornar algunos expositores de productos de belleza. Pidió permiso para
llevarse unas poquitas y las guardó como si fuera el mayor de los tesoros. Las
envolvió en papel y cuidó de ellas con mimo toda la tarde.
A la mañana siguiente, yo ya no recordaba
aquellas bolitas. Fuimos en coche al centro de la ciudad y tras aparcar, según
le bajaba de su asiento, me comentó: “Voy a regalar estas bolitas a las
personas que más me gustan”.
A penas hice caso de su curioso comentario,
interpreté que se las daría a alguien de la familia o a algún amigo. Mi
sorpresa fue mayúscula cuando le veo correr detrás de la gente que pasaba por
la acera y luego venir a mí, para decirme, con cierta desolación, que nadie
quería sus bolitas.
Sin embargo, no se rendía. La siguiente
persona en pasar fue una abuela que paseaba a su nieta en una sillita. Iván se acercó a ella y
sin pudor alguno puso en su mano una bolita. La abuela la miró con sorpresa y desconcierto.
Entonces yo le expliqué: “Me ha dicho que quiere regalárselas a las personas
que más le gustan”. La sonrisa de aquella mujer fue instantánea y maravillosa.
Atendió a Iván con un cariño impresionante. Iván le dijo que guardara esa
bolita en un joyero porque era una joya.
Tras una conversación muy amena y cordial,
nos despedimos de ella. Iván iba feliz, y la señora no dejaba de sonreír.
Inmediatamente Iván salió corriendo hacia
otra persona que venía por la calle, alargó su mano y le regaló una nueva
bolita. Y así lo hizo una y otra vez hasta que llegamos a nuestro destino. Nos
cruzamos con más de media docena de personas y todas ellas tuvieron la misma
reacción: inicialmente el asombro que les dejaba paralizados sin saber cómo
reaccionar, y tras mi explicación de que Iván había decidido regalárselas a
quienes más le gustaban, se dibujaba en su rostro una sonrisa y le dedicaban a
Iván palabras de cariño. Todos se despedían de nosotros sonriendo.
Verdaderamente, aquellas minúsculas bolitas
de plástico transparente eran una joya. La joya que había logrado llevar un
poquito de luz al día de aquellas personas que se cruzaron con Iván.
Esa experiencia me ha dejado fascinada.
¡Estamos sedientos de sonrisas! Las personas vamos por la calle absortos en
nuestros pensamientos, planificando la jornada, imbuidos en nuestros problemas,
machacándonos la imaginación con ideas absurdas y mil cosas más. Pero si un
desconocido, de pronto irrumpe en nuestro ensimismamiento y nos regala la joya
de una sonrisa y sabemos apreciar su valor, esa joya puede transformar
definitivamente nuestro día.
Esa anécdota me recuerda también a la de
aquellas personas que iban durante la Jornada Mundial de la Juventud con un cartel
que ponía: “Regalo abrazos”.
Necesitamos sonrisas, necesitamos signos de
afecto sincero entre nosotros, necesitamos sentir que no somos individuos
aislados. El mundo puede ser transformado a base de pequeños gestos de gratuidad y de amor.
Ya lo decía José Luis Perales en una de sus
canciones:
“Con una sonrisa puedo comprar todas esas
cosas que no se venden.”
0 comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tu comentario, será publicado en unos minutos