SALIR AL CAMINO
Tal
y como programamos pocos días antes, hoy 6 de agosto he preparado a mis hijos,
los he llevado a casa de mis padres y me he despedido de ellos. Ha sido mi
mayor desprendimiento antes de partir hacia el Camino. Sé que es necesario para
poder reponerme interiormente, pero duele desprenderse de lo que más amas.
Sobre todo cuando me han preguntado si volveré pronto y he tenido que
responderles que esta vez tardaremos en vernos un poquito más de la cuenta.
Nunca me había separado de ellos tanto tiempo.
Ha
llegado a mí una frase que me ayudado a cruzar la puerta de mis padres y entrar
en el ascensor:
"Salir al Camino es dejar a la espalda
muchas cosas, sabiendo que volveré a ellas.
Pero ahora NO TENGO QUE CARGAR CON TODO.
Ahora tengo que MIRAR ADELANTE hacia lo
inesperado que está en el horizonte”.
Nada
más poner el pie en la calle siento que estoy dando el primer paso de mi camino.
Es mi primera toma de contacto con esa mochila que va a acompañarme y con la
que deberé cargar durante tantos kilómetros, llevo todo lo que he elegido y aún así, ha quedado espacio para
poder poner en ella cosas nuevas.
No
tengo expectativas concretas, no tengo ni idea de lo que va a ocurrir en los
próximos días y así está bien, ¡Muy bien! Es una forma de libertad y esa
sensación de empezar a agitar alas para llegar a alzar el vuelo en algún
momento ya se refleja en las primeras fotos que nos hemos hecho Quique y yo. En
mi rostro y mi mirada aparece una luz nueva que nunca antes había observado. Es
el preludio del encuentro con mi ser, ése en el que Dios ya había pensado y ya había amado antes
de ser creado.
Los
kilómetros en el tren están pasando rápido entre conversaciones alegres y
profundas, y también, momentos para el silencio y concentración en uno mismo.
Ir
con Quique es un privilegio. Es un privilegio porque mi hermano es una persona
que irradia serenidad y seguridad, y muchísimo sentido del humor. Porque con él
la relación fluye de manera natural. Nos entendemos y adaptamos mutuamente sin
forzar nada.
Doy
gracias a Dios por ese primer regalo del Camino: ir acompañada por mi hermano.
Durante
el trayecto estamos valorando la opción de hacer hoy los primeros kilómetros,
ya que no he podido prepararme físicamente para hacer el camino, así iremos
tomando contacto con lo que será la rutina de los próximos días.
Llegamos
a Astorga a las dos de la tarde y hemos visto a la primera tanda de peregrinos
al bajar del tren, entre los que ya me siento incluida a pesar de tener las
zapatillas impecables. Tener las zapatillas así de nuevecitas es signo de que
estoy comenzando.
Me
considero y me siento “novata”, pero miro todo con ojos nuevos y con ilusión
ante lo inesperado del Camino.
Comemos
en el sitio de Astorga que mejores vistas tiene: un banco frente a la Catedral
y al Palacio Gaudí. Finalmente hemos decidido andar 5 kilómetros hasta un
pueblo de nombre impronunciable: Murias de Rechivaldo.
Estreno
mi credencial con el primer sello en Astorga y tomo contacto por primera vez
con las Flechas Amarillas que nos van a ir indicando todo el Camino hasta
Santiago. Siento una emoción casi infantil al ver mi primera flechita amarilla.
¡Es el inicio!
¡En
marcha! Los primeros kilómetros los estoy haciendo bastante bien, Quique se
queja de la mochila, ¿por qué la menciona? Basta que se queje él para que yo
empiece a sentir su carga.
Murias
es un pueblo pequeño pero entrañable. Elegimos el albergue que hay al final del
pueblo. Es un albergue muy agradable de estilo maragato en el que se está
cómodo. Empezamos las rutinas propias al llegar: quitarse las botas, elegir
litera, ducharse y lavar la ropa usada en la etapa.
¿Y
luego? ¿Qué hago luego?
En
este primer día siento que es increíble poder estar aquí sin tener que ocuparme
de mis quehaceres cotidianos. Me da cierto vértigo pensar en volver a tirar con
las responsabilidades que dejo atrás tras mi regreso a la “rutina”, aún cuando
sé que me quedan muchos días y kilómetros por delante.
La
frase: “Pero ahora no tengo que cargar con todo” ha serenado mis inquietudes y
me ha terminado de preparar para lo que tengo por delante.
Desde
el patio del albergue, rincón precioso, siento algo extraño por la falta de
costumbre de no tener que atender a ninguna obligación más que la de estar
relajada y otorgándome tiempo para mí.
Me
intriga saber si podré afrontar el Camino y cómo lo haré.
El
atardecer de hoy es fascinante. La hermosura del cielo teñido de fuego ante la
puesta de sol va abriendo los poros de mi piel y de mis sentidos a la belleza
de los regalos que el Camino nos irá dando.
Dicen
que el Camino es una alegoría de la vida.
Ante
la incertidumbre de lo que me espera durante los próximos días, reitero mi aprendizaje de este pasado año para
seguir profundizando en él: ¡SABER ESPERAR!
Con
confianza y esperanza ante las nuevas oportunidades que se brindarán.
2 comentarios:
Soy de Astorga y mi padre de Castrillo (junto a Murias), me alegro de que mi tierra te diera un buen inicio para este camino peregrino que compartes.
Bueno, perdón que corrija el comentario anterior: ME ALEGRO DE QUE MI TIERRA 'OS' DIERA a Quique y a ti un buen comienzo, el Camino de Santiago incluso para los que lo afrontan solos es siempre una aventura que te abre a los demás.
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