ULTREIA 10 ETAPA 8º
Puertomarín - San
Julian
14-08-13
PARTE 1
Fin
del descanso, vibra el móvil. La noche no ha sido tan mala como esperábamos, a
penas he escuchado roncogrinos. La mayoría de la gente sigue durmiendo en sus
literas. Quique, Marcelo y yo nos ponemos en marcha con agilidad. Abandonamos
la habitación y desayunamos algo ligero antes de salir. Como cada día al
comenzar nuestra etapa, aún no ha amanecido.
Hemos
decidido terminar la etapa en San Xulián, una pequeña aldea que está unos
kilómetros más allá de Palas del Rei, lugar donde todas las guías aconsejan
terminar esta etapa, pero no queremos más macroalbergues y por eso haremos el
esfuerzo de ir más allá (Ultreia)
Comienzo
sintiéndome físicamente muy bien y ese bienestar eleva mi ánimo y mi
determinación. Nada duele con intensidad, todo lo que tengo son molestias leves
a las que decido no prestar atención para avanzar con mucha ilusión.
Durante
la primera parte de la etapa Quique se nos ha descolgado, a él le está costando
entrar en calor.
Y
Marcelo y yo hemos comenzado a hablar de muchas cosas para al final, rematar la
conversación con una larga charla sobre el hecho religioso y las distintas
religiones. Hasta donde mis conocimientos alcanzan le voy resolviendo dudas que
tiene al respecto. Me siento muy locuaz, en algún momento pienso que demasiado
locuaz, pero estoy me siento tan cómoda que me explayo con entusiasmo.
Los
kilómetros van pasando casi sin enterarme, los mojones se suceden uno tras otro
y no siento en cansancio, puedo más, quiero más.
A
la mitad del camino decidimos parar para que Quique pueda reponer fuerzas y
descansar todos un poco. Estamos en las mesas de un bar que tiene en medio de
un prado disfrutando de un sol y una brisa radiantes, justo como me siento,
radiante.
Desde
que ayer instauramos la nueva categoría de bolugrino, cada vez que uno de
nosotros tiene un despiste le llamamos “bolugrinada” Quique tuvo una buenísima bolugrinada ayer
por la tarde buscando durante un buen rato la ropa interior que le faltaba tras
recoger la colada, y al final ¡La llevaba puesta!
Ahora
le toca a Marcelo tener una bolugrinada al ver pasar a todos los peregrinos
desde nuestra terraza pregunta a dónde va toda esa peña, creyendo que estaba de
cachondeo le respondo: ¿Verdad? ¿A dónde irán todos esos peregrinos?
Al
rato vuelve a preguntarlo y eso nos despista, de pronto caemos en la cuenta de
que está desubicado y pensaba que la dirección hacia Santiago era la inversa a
la que llevaban todas las oleadas los peregrinos que veíamos pasar.
Otra
vez lloro de la risa al imaginarme cómo se estaría sintiendo Marcelo a ver a
tanta y tanta gente ir hacia atrás.
Pero
las risas entre nosotros no cesan. Todas nuestras conversaciones, por profundas
que sean, son en clave de buen humor y optimismo.
Tras
la parada volvemos al camino ¡y nos dirigimos hacia el sentido correcto!
En
esta segunda parte de la etapa voy avanzando ligera por lo bien que me siento y
me voy quedando sola, es mi momento perfecto para reflexionar desde el sosiego
y la paz.
Al
sentirme así de bien retomo mi imagen de ayer, la de la Mochila
Ayer
fue el día en el que más me molestó la mochila y hoy, el que menos.
Ayer
el Camino se nos transformó por la gran masificación de peregrinos y observas
que las fórmulas para realizar el camino se multiplican.
Es
muy común ver oleadas de gente que viene en grupos ya organizados que llevan
maletas y su autobús las transporta de etapa en etapa mientras ellos caminan
con una mini-mochila para llevar el agua y poco más.
También
hay gente que empezó mucho antes el Camino pero lo hace con mochila pequeña porque
la grande la envía en taxi hasta el siguiente albergue.
He
de reconocer que ayer rabiaba interiormente al ver el camino lleno de esas
mochilitas mientras la mía me iba molestando tanto. ¿Envidia? ¿Orgullo? Creo
que ambas.
Envidia
por ver que otros llevan menos peso. Orgullo por creerme con más derecho a “mi
trozo” de Camino por el simple hecho llevar una mochila con toda la carga.
Es
muy curioso. Hoy esas sensaciones han desaparecido por completo.
Y
me pregunto ¿Por qué?
Muy
sencillo, ¡Porque mi cuerpo ha aceptado la carga de mi mochila y ya no reniego
de ella!
Y
me sorprendo a mí misma mirando, no solo con aprecio a las mochilitas pequeñas
sino que, además, voy adelantando a quienes la llevan muy sonriente y deseándoles
buen camino o dando ánimos.
¿Será
vanidad por sentirme superior a ellos? ¡No!, esta vez no, esta vez es la
"sabiduría" y la humildad de quien conoce y asume su carga y por ello
comprende y empatiza con la de los demás sin pararse a comparar si es mayor o
menor que la tuya.
PARTE 2
Quique
llega hasta mí, hay una tercera parte en la etapa de hoy, es la de conversación
con Quique. He compartido con él mi reflexión sobre la mochila y
La
tercera parte ha sido de conversación con Quique. Y él me dice: "Piensa en
todo lo que has pasado desde hace siete etapas para llegar a sentirte así de
bien. Ellos acaban de comenzar su camino y, aunque no lleven mochila grande,
están en estos momentos mucho peor que tú".
En
fin, que la "mochila" me está dando mucho que pensar hoy.
Doy
gracias a Dios por la capacidad que ha puesto en mí para asumir el dolor y
aprender de él, gracias al don de la fe.
Seguimos
avanzando y Marcelo nos alcanza. De pronto empiezo a sentir un pequeño picor y
escozor que me recuerda a los síntomas de una posible infección de orina. Estoy
en fase de negación. ¡No puede ser que venga esto ahora que me siento tan bien!
Pero
decido pasar por el primer centro de salud que encuentre para que me revisen y
me den un antibiótico que lo corte cuanto antes.
Al
llegar a Palas del Rei, el que tenía que haber sido nuestro fin de etapa, sale
a mi encuentro la peregrina francesa del final de la bajada de Cruz de Ferro.
Nos saludamos entusiasmadas y me alegro y admiro por saber que ha sido capaz de
llegar hasta aquí a pesar de sus dolencias.
Ella
se queda en el albergue que hay a la entrada del pueblo, nosotros avanzamos
para comer en un restaurante que conoce Quique y tras la comida seguir esos
pocos kilómetros que faltan para llegar hasta nuestro destino.
Paramos
en la iglesia que hay al principio del pueblo, siento un recogimiento especial
al entrar para sellar nuestra credencial. Hacemos fotos, bebemos agua y
seguimos adelante para buscar nuestro restaurante.
El
restaurante tiene un patio interior tranquilo y se come fenomenal. Sólo hay un
pequeño problema y es que, al preguntar por el centro de salud me dicen que
hemos pasado al lado cuando entrábamos en el pueblo y eso está un kilómetro más
atrás, así que decido probar suerte acudiendo a una farmacia.
Delante
de mí hay un bicigrino abasteciéndose de pomada para las escoceduras. En el
fondo, siento que el camino también nos une y nos hace más humanos y
comprensivos unos con otros y nuestras debilidades.
Le
deseo buen camino al marcharse. Le expongo a la farmacéutica mi situación y me
deniega los antibióticos por no tener receta médica.
Regreso
donde Marcelo y Quique me esperan y les digo:
¡A
Dios pongo por testigo que no desharé los kilómetros recorridos! Ya encontraré
mañana otro centro de salud. Aún a riesgo de agravar mi afección.
Quique
y Marcelo estaban hablando con un peregrino conocido de Marcelo que llevaba
prisa ya que, por cuestiones familiares, necesitaba llegar a Santiago un día
antes de lo previsto. Se despide de nosotros y a pocos metro le vemos
acomodarse al ritmo de otras dos peregrinas que van por delante.
He
ahí a un “Ligogrino”, dícese del peregrino cuya principal motivación para hacer
el camino es la de lograr ligar. ¡Nos partimos de la risa! De pronto ha dejado
de tener la urgencia de llegar a Santiago un día antes, hay motivaciones
mayores.
El
calor arrecia, mis síntomas se van intensificando. Ahora sí tengo ganas de
llegar aunque tenemos la suerte de recorrer una parte de sombras de árboles
refrescantes.
Al
llegar a San Xulián nos encanta ver que nuestro albergue es una casona de una
aldeíta preciosa y tranquila. ¡Justo lo que necesitamos tras el macro albergue
de ayer!
Acojo
la llegada a la habitación de tan solo 7 camas con una alegría impresionante.
En
la habitación ya hay un peregrino de Bilbao y es perfecto para establecer una
nueva categoría con todo el respeto y cariño a los vascos, es el paxti-grino,
dícese del peregrino que camina una media de 40 km diarios para lograr batir
records en la llegada a Santiago, eso sí, a costa de unas impresionantes
ampollas en los pies.
Nuestro
paxti-grino es auténtico. Una vez que se ha enterado que soy hermana de Quique
y no su novia empieza a insinuarme que tiene que lavar ropa y que nunca lo ha
hecho. Lo repite con insistencia. Ciertamente no me hubiera importando para
nada ofrecerme a lavársela pero, ¿realmente le habría ayudado que lo hiciera?
No, ni a él ni a mí que hubiera malinterpretado mi acto de buena voluntad.
Así
que permanecí impasible ante su insistencia. Y lo hice plenamente convencida y
sin sentirme culpable, ¡Todo un logro en mi vida!
La
tarde es muy tranquila, paseamos por la única calle de la aldea, las vacas
pasan al lado de nuestro albergue, me encanta la autenticidad del sitio, me
encanta la libertad que siento.
La
cena es sencilla pero riquísima. El descanso que nos espera, maravilloso.
Mañana llegaremos a Arzúa, último alto en el Camino antes de llegar a Santiago,
su cercanía se empieza a sentir de forma intensa.
Dos
sentimientos se enfrentan, ilusión al ver acercarse la meta y pena de que esto
se acabe.
1 comentarios:
Jajajaaaa.... por lo visto ese fue el dia de las bolugrinadas. La de Quique, creo que tiene un valor agregado que la llevaría al Oscar de Boluwood!!!!!
Me encantan tus crónicas porque me hacen recordar cosas que de otro modo se me perderían en el disco rígido. :D
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