ULTREIA 11 ETAPA 9ª



San Julián-Arzúa
15-08-13
ETAPA de 28 km
A 38 km de Santiago
PARTE 1
Día de la Ascensión de la Virgen. Cumpleaños de nuestro hermano pequeño, José Mª
Vibra el móvil, hoy tenemos una etapa larga por delante, 28 kilómetros hasta Arzúa. Nos preparamos y salimos del albergue, hoy siento que me cuesta un poco abandonar la seguridad que implica ese albergue tan coqueto y tranquilo.
Caminamos a oscuras, conocemos los primeros metros del Camino porque ayer los recorrimos en el paseo de la tarde, gracias a eso no nos perdemos.
Un día más, volvemos a gozar de un nuevo amanecer hermoso.


La imagen de hoy son las debilidades:
Hace ya lo que parece una eternidad, cuando estuvimos en Vega de Valcarce (lo de eternidad es porque, aunque sólo llevemos caminando 9 días, pero cuando echas la vista atrás, tienes la sensación de que estuvieras haciéndolo hace años), cuando estuvimos en la celebración de la misa de peregrinos organizada por los Agustinianos que llevan el albergue en donde nos alojamos, el símbolo para el acto de penitencia me encantó. Ángel, el sacerdote agustino, habló de nuestras debilidades y nos dijo que la debilidad del peregrino son los pies, por ello pidió lavar los pies a tres peregrinos.
Mi mayor "debilidad" del camino se presentó ayer pero ha sido hoy cuando ha atacado con más fuerza: una cistitis.
Los síntomas de mi infección de orina aumentan, pero no pierdo el entusiasmo. Sólo siento la firme determinación de informarme bien y no dejar pasar el próximo centro de salud que está en Melide, ¡la capital del pulpo! Pero me voy a quedar con las ganas, a las nueve de la mañana no apetece una ración de pulpo.
Tras dos horas andando, llegamos a Melide.
A la entrada, en un puente románico, encontramos a una peregrina que lleva rodillera y camina con dificultad. No tiene mochila. Nos pide que le hagamos una foto y luego le pedimos que ella nos haga una a los tres.
Nos cuenta que tiene unas ampollas en los pies que le van matando. Así que saco el botiquín y le damos todo lo necesario para que las cure y las proteja. Nos cuenta que al poco de empezar su camino tuvo que ir al médico por la rodilla y le dijo que no podría seguir hasta Santiago si cargaba con su mochila. Ella decidió seguir a costa de mandar la mochila en taxi. Una vez más me quedó claro que no podemos juzgar las cargas de los demás por las apariencias.
Nos despedimos de ella y nos separamos de Marcelo para que tome algo tranquilo en el pueblo y Quique y yo vamos al centro de salud. Hoy es festivo pero el servicio de urgencias me atiende con bastante rapidez y me recetan al fin el antibiótico.
Para regresar al camino y reencontrarnos con Marcelo tenemos que atravesar de nuevo el pueblo. Por las calles un grupo de jóvenes que aún están de fiesta nos preguntan a Quique y a mí si no es muy tarde para comenzar la etapa. Nos reímos y Quique les contesta con otra pregunta: ¿Y no será muy tarde para que tú regreses a casa?
Seguimos avanzando riéndonos. Compramos fruta y al fin encontramos a Marcelo y una farmacia de guardia. Para comprar mi antibiótico no sólo tengo que entregar la receta sino también mi DNI por ser de otra comunidad autónoma.
Por fin me tomo el antibiótico.
 A la salida de Melide encontramos en mojón que indica que tan solo quedan 50 km a Santiago. Nos hacemos fotos entusiasmados.
El efecto del antibiótico no es tan rápido como yo quisiera y esperaba; mientras tanto, seguimos recorriendo kilómetros.

Recordando el símbolo de Vega de Valcarce de los pies y me he puesto a pensar en mis debilidades. Son muchas e intensas, pero me satisface tenerlas bastante bien localizadas y reconocidas.
"Te basta mi Gracia.
Mi fuerza se realiza en tus debilidades".(2 Corintios)
Dios manifiesta la fuerza de su Gracia en mis debilidades, ¡paradójicamente! “En mi debilidad, te haces fuerte, Señor”
Me enseña a ser más humilde y comprensiva con las debilidades de los demás.
En mi debilidad de hoy me está acompañando mi hermano y nuestro compa uruguayo, Marcelo. Están adaptado su ritmo al mío, están pendientes de mí y paramos cada vez que lo necesito. Incluso insisten en parar más a menudo de lo que yo propongo. Gracias a eso voy mejorando y, poco a poco, la etapa se va haciendo.
Me he dado cuenta de que ante las debilidades son importantes tres cosas:
- Aceptar con humildad y paciencia tus debilidades y las debilidades de los demás.
- Vivir esas debilidades con sentido del humor.
- Ser acompañado.
PARTE 2
Vamos a parar a comer en un pueblo que se llama Ribadiso da Baixo.
En el último tramo Quique va por delante y Marcelo se adapta a mi ritmo.
Hay una cuesta terriblemente empinada en un momento en el que ya andamos bajos de fuerzas y justo al terminar esa cuesta vemos el mojón del km. 40 con una frase perfecta que grabo en mi interior:
“Deja que el corazón te lleve cuando tus piernas no puedan”.
Tras ese mojón, el camino se suaviza. Marcelo y yo vamos charlando y de pronto, ¡una nueva categoría de peregrino! O mejor dicho, de peregrina.
Es la fashion-grina dícese de esa peregrina que camina con ropa impecable y conjuntada, sin mochila pero con bastones y contoneándose grácilmente.
Lo cruza un río cristalino y dan ganas de quedarse allí en vez de llegar hasta Arzúa, pero para poder hacer la etapa de mañana en la que prevemos alcanzar el Monte del Gozo, alojarse en Ribadiso se hace inviable.
La comida recarga nuestras energías, parece que mis síntomas se atenúan. Durante la comida vemos la versión masculina de la fashion-grina, el faschion-grino. Nos reímos, cargamos energías, y nos vamos mentalizando de que los 3 km que nos faltan por hacer hasta Arzúa van a ser duros. Están en subida y a pleno sol.
La subida se me hace muy dura, avanzo más con la mirada que con los pies. Hay una curva que parece no terminar nunca. Al final, una recta, en llano. Vamos los tres juntos, a la par. Aparece el cartel de entrada en Arzúa y a los pocos metros, un buen hombre, anciano, sentado en un banco a la sombra nos desea buen camino y nos pregunta de dónde somos. Entonces comienza a recitarnos un poema que recorre España y sus productos típicos. Le alabamos su memoria y damos las gracias. Y se produce algo inesperado a raíz de una pregunta que nos hace.
Le contestamos su pregunta, nos despedimos de él deseándole feliz tarde y es entonces cuando Marcelo comienza a indagar en la vida de Quique.
Hasta el momento sólo yo he desengranado mi historia, mis heridas, mis dolencias, mis ilusiones, mis proyectos.
Avanzamos hacia el albergue entre sorpresas y risas.
El albergue está a la entrada del pueblo. Es muy grande pero está muy bien distribuido y atendido. Es cómodo y agradable.
Tras las rutinas de siempre, ducha y lavado de ropa, salimos al pueblo en busca de algo para cenar y de una iglesia a la que poder ir a misa.

Encontramos que en la parroquia hay misa a media tarde.
La iglesia está abarrotada, pero una señora nos acoge cariñosamente y nos ofrece asientos delante del todo. Concelebran 8 sacerdotes, dos son los párrocos y el resto vienen peregrinando con grupos de diferentes sitios de España y de otros países.
La misa es cercana, muy participativa. ¡Una gozada!
La homilía sobre la Virgen da unas claves preciosas.
Tras comulgar sigo con mi meditación sobre mis debilidades, miedos, egoísmos, inseguridades...
Le ruego a Dios para que me enseñe a amar mi vida y que ese amor a mi vida me lleve al amor y respeto a la vida de los demás y no a despreciarla por creerme superior, ya que en la homilía nos han hablado de dos actitudes fundamentales de la Virgen: docilidad y humildad.
Al finalizar la misa nos hacen la bendición de peregrinos y nos dan un papel a cada uno con alguna frase de la Biblia, a mí me toca esta cita:
 
"La mirada de Dios
no es como la mirada del hombre,
pues el hombre mira las apariencias,
pero el Señor mira el corazón"
(1 Samuel 16)"

¡¡¡Me he quedado atónita al ver cómo habla Dios!!!
Ha respondido a mis reflexiones e inquietudes. Me pide que no juzgue, que sólo él conoce la profundidad de lo que alberga el corazón de cada persona. Igual que conoce lo que alberga el mío, y lo ama. Que puedo ampararme en ese Amor, en esos brazos de Padre.
Quique y yo salimos exultantes de esta eucaristía.

Marcelo nos espera en una terraza tomando una cervecita. Cuando la acaba decidimos ir al albergue a cenar y descansar, mañana nos espera una etapa larga, 35 kilómetros.
Les preparo una cena sencilla, perritos calientes, como se les suelo hacer a mis hijos. Me encanta mimar a la gente. Charlamos animados y en confianza y cuando acabamos, Quique se sienta en el ordenador del albergue para comprar los billetes del tren para nuestro regreso desde Santiago hasta Palencia.
La página da problemas al principio, y luego, los trenes aparecen completos. Debatimos sobre qué día y hora es mejor marcharse. Finalmente elegimos coger billetes para el tren de primera hora de la mañana del domingo. Hoy es jueves. Siento que aún queda mucho para el domingo, mucho tiempo y mucho por vivir y mucho por experimentar.
Mientras Quique se pelea con el ordenador y la página de Renfe, Marcelo abre su corazón.
Ahora le ha llegado el momento de que él se sincere. Según va compartiendo conmigo su historia, veo en su mirada algo diferente, siento su dolor profundo, oculto tras su capa de humor exquisito, y admiro la grandeza de una persona que se supera y que ama vivir y que lo hace en mayúsculas, aun en medio del sufrimiento y de las dificultades.
Siento que mi corazón se expande ante su relato y su presencia, me conmueve. Cuando termina, le abrazo espontáneamente. Deseo transmitirle que le comprendo, le valoro enormemente y le acojo. Es un momento de intensa emoción.
Cuando Quique logra terminar con la compra de los billetes, Marcelo vuelve a transformarse en el peregrino uruguayo alegre y decidido. Y yo no deseo hurgar más. Ya sabe que ESTOY.
Penúltima noche de albergue, pongo una música tranquila para cerrar los ojos y balancearme en los brazos de la paz de los dones recibidos en este día. Escucho Papillon, de Secret Garden.
¡FELIZ DESCANSO, SEÑOR!














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