ULTREIA 13 ¡¡LLEGADA!!
Monte del Gozo -
Santiago
5
km
17-08-13
Hoy
vibra el móvil mucho más tarde y la "liturgia" de cada mañana la
hacemos más liviana, no en vano la meta está a tan sólo 5 kilómetros, una hora
de Camino.
Recogemos
todo y vamos a desayunar a la cafetería que está en la parte de baja.
Desayunamos con calma, sin prisas, relajados. Me doy cuenta de que he perdido
un pendiente que me compré en Cebreiro como recompensa a aquel reto, pero no
pienso regresar al dormitorio, me duele mi piececito lo suficiente como para
renunciar a esa búsqueda.
Tras
el desayuno, mochilas y bastones a la espalda. Hoy nos permitimos el lujo de
bajar sin bastones, ya no harán falta. ¡Y en marcha!
Se
nos nota exultantes, derrochamos emoción y alegría. Nos reímos tanto recordando
las anécdotas que hemos ido compartiendo.
Quique
va grabando pequeños videos para conservar estos momentos tan especiales.
En el cartel de entrada a Santiago nos paramos y nos hacemos un montón de fotos. Llegar
hasta allí ya ha sido todo un logro.
Al
adentrarnos en el casco antiguo y avistar una de las torres de la Catedral, la emoción se
expande por todos los poros de mi piel.
Estos
últimos kilómetros los estamos viviendo con intensidad y excitación.
Marcelo,
emocionado, nos va contando por qué calles le gusta pasear, qué hay en ellas, a
qué bar suele ir o dónde ponen las mejores tapas.
¡Él
está llegando a casa después de 33 días y casi 800 km andados! ¡Admirable!
Cuanto
más nos acercamos más acelero el paso. Bajo los últimos escalones medio cojita
pero con fuerza.
Al
fin llego al último escalón, doblo la esquina, los últimos pasos del Camino y….
¡LLEGAMOS!
¡QUE LLEGAMOS! ¡HEMOS LLEGADO!
Mi
alegría y emoción contenida han explosionado al entrar en la plaza del
Obradoiro.
He
estado aquí mismo hace cuatro meses y en otras cinco ocasiones antes pero
ninguna es comparable a ésta después de 256 kilómetros
caminados, exprimidos, sufridos, gozados, rezados, reídos, cantados.
Abro
mis brazos y absorbo la esencia de lo que estoy respirando en este instante en
el que he llegado a la meta proyectada, trabajada y luchada.
Quique
y yo nos fundimos en un fuerte abrazo.
Siento
una inmensa libertad interior. La libertad que me da conocer y asumir la Verdad, la realidad de mi
vida. Y toda la que sé que aún me queda
por descubrir. “La Verdad os hará libres” (Jn.
8,32)
Siento
que, tras el camino de un año crucial de mi vida, éste es el culmen perfecto.
Lo siento culmen pero no punto final. Es culmen y lanzadera a nuevas etapas... o
viejas etapas pero con actitudes diferentes, con sensación de libertad, con la determinación
de no dejarme vencer por lo circunstancial sino de vivir lo esencial.
Conocerme
más, integrar lo pasado y lo presente, aumentar la confianza en mí. Son parte
de los frutos del camino.
Al
mirar de frente a la Catedral,
un destello de luz se está comenzando a colar allí, tras sus torres, entre la
neblina que cubre el cielo y siento una profunda voz interior que me dice: "Conmigo, alcanzarás todo lo que te
propongas"
¡¡Gracias!!
¡¡Gracias!! ¡¡Gracias!! ¡GRACIAS, SEÑOR!
Gracias
es la palabra que no dejo de repetir.
Bajo
mi mirada, veo a Marcelo, le abrazo. ¡Lo hemos logrado! Sus ojos se humedecen a
pesar de que prometió no emocionarse.
Mi
hermano Quique ha sido fundamental en todo. Él me ha estado impulsando y
motivando desde hace tiempo para salir al Camino.
Él
no ha dejado de acompañarme, de adaptarse a mi ritmo, de cuidarme a la vez que
ha respetado mis espacios y mis tiempos. Su conocimiento del terreno por su
experiencia del año pasado ha impreso en mí la seguridad necesaria para
atreverte a seguir avanzando sin temor.
Su
tono alegre y optimista, su buen humor, se han contagiado y extendido a quienes
tenía a su alrededor. En fin, que llegar a este culmen tan bien acompañada por
mi hermano, por Marcelo, por todos aquellos que vas encontrando en el camino, y
por tanta gente que ha estado viviendo conmigo este proceso con tanto interés y
entusiasmo desde la distancia, ha sido maravilloso y esencial.
¡¡¡GRACIAS!!!
Ahora
mismo no sentimos ninguna prisa, saboreamos este instante tirados en la plaza
del Obradoiro frente a la Catedral. Vemos llegar muchos peregrinos a la misma
meta, algunos de ellos ya son conocidos porque hemos compartido momentos a lo
largo de estos días. La peregrina francesa, Nieves, Maribel, el ligogrino y
tantos otros nos abrazamos sintiéndonos parte de una gran familia, una familia
unida por algo muy especial: el Camino. Estos encuentros intensifican la
emoción de nuestra llegada.
Durante
estos días he pensado mucho acerca de las diferentes fórmulas que empleamos
para hacer el camino, a pie o en bici, enviando la mochila en taxi de un
albergue a otro, acortando etapas cogiendo bus, y otros muchos "atajos"
para facilitar el peregrinaje. Al final, la Compostela nos la van a
dar igual a todos, los que han "regateado" y los que no. Los que
vienen desde lejos como Marcelo, o desde más cerca como yo, o incluso aún más
cerca como los que salieron de Sarria.
Hoy
comprendo, al fin, la parábola de los viñadores a quienes pagaban por igual
independientemente de la hora del día en la que hubieran comenzado a trabajar.
“En aquel tiempo, dijo Jesús
a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un
propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después
de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió
otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les
dijo: Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió
al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis
aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él
les dijo: Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al
capataz: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos
y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario
cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos
también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra
el amo: Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a
nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno
de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un
denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es
que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener
tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los
primeros los últimos” (Mt. 20, 1-16)
He
llegado a una firme convicción: la recompensa "extra" está en los
logros superados, en los encuentros tenidos y en todo lo que vives a mayores
cuando no hay trucos ni atajos.
Me
quedo con los inmensos frutos que exprimo y seguiré exprimiendo de ahora en
adelante.
Una
etapa se cierra, una meta se alcanza, un Camino queda atrás. Agradezco la
riqueza de todo lo vivido y lo empleo para seguir levantándome, como en el
Camino, con la ilusión de quien ve el nuevo día como una nueva oportunidad para
crecer, vivir y para, simplemente, ser feliz.
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