3 - QMEV - MIRAR
Mira a un lado y mira al otro
lado, mira hacia arriba, mira hacia abajo, mira.
Mira, mira de frente, mira a tu
alrededor mira y, párate, contempla en eso que más llame tu atención. ¡Mira!
Mira y contempla. Quédate con esa
instantánea que hoy se te regala y penetra en ella, indaga, hazte dueño de eso,
aunque sólo sea durante unos segundos.
Saber mirar es saber amar, esta
es la frase más repetida en la película Canción de Cuna.
Entonces, ¿Cómo amar la vida?
Empezar es más sencillo de lo que
parece: Mira. Aprende a mirar. Mejor dicho, re-aprende a mirar. Vuelve a mirar
todo con ojos nuevos, con ojos de niño.
Los niños no tienen la mirada contaminada,
no está condicionada con ninguna idea preconcebida y por eso pueden captar la realidad
de una forma más fresca, más amplia.
Vives a contrarreloj, vas
corriendo a todas partes y te sientes de vuelta de tantas cosas, los fracasos y
las decepciones que has vivido no ayudan y has acabado anestesiando tu capacidad
de observación y de admiración.
Déjate sorprender, como un niño
cuando ve por primera vez fuegos artificiales.
La belleza está esperando. Llena
tus sentidos del color, de las formas, de la esencia de las cosas. Hay
destellos de vida por todos lados. Todo está lleno de arte. Sólo tienes que
buscarlo. “Quien busca, encuentra” (Mt.)
En la película de El club de los
poetas muertos, el profesor les dice a sus alumnos “Debemos mirar las cosas
constantemente de un modo diferente”. Después se sube a su mesa y les ordena a
todos que hagan lo mismo, que se suban a la mesa y que empiecen a mirar, mirar
lo que siempre ven pero ahora lo hacen desde un nuevo ángulo.
No mires las cosas siempre desde
el mismo sitio, muévete, agáchate, levántate, gírate, camina de lado, da
pequeños saltitos, date la vuelta. Busca nuevas perspectivas para que tu mirada
amplíe su campo de visión. Sal de esas estructuras herméticas que te impiden
mirar la realidad en toda su extensión.
Estás acomodado en un armazón que
te has ido creando sin darte cuenta a lo largo de los años, te tiene
anquilosado sin darte cuenta y te impide crecer, no deja expandirse a tu auténtico
“yo”, a tu ser, aquel que fue pensado por Dios antes de formarte en el vientre
de tu madre. (Jer)
Ya has mirado fuera, ahora mira
hacia dentro. Mira a tu interior, mira a ese ser tan amado por Dios.
¿Prefieres no sentir? ¿Eliges no
saber? ¿Te asusta lo que puedes encontrar? ¿Te incomoda encontrarte con tus
limitaciones, tus carencias?
No tengas miedo. Míralas de
frente y hazlo también con ojos nuevos.
Siempre has sabido que esas
limitaciones estaban ahí, quizá hasta has luchado con todas tus fuerzas por
hacerlas desaparecer y todavía no lo has conseguido.
No necesitas eliminarlas. Si lo
hicieras correrías el riesgo arrasar con partes fundamentales de tu esencia, de
eso que te hace único e irrepetible. No te mutiles. Piensa en cómo gestionar
esas limitaciones, cómo reconducirlas.
En cada limitación hay escondido
un don. San Pablo escribe en su segunda carta a los Corintios: Mi fuerza se
realiza en tus debilidades. ¡Qué paradoja!, Dios manifiesta su Gracia, su grandeza
en nuestras limitaciones. ¡Dios se hace fuerte en tu debilidad!
No tienes ni idea de lo que Dios
es capaz de obrar en ti.
¿Tienes obstinación y testarudez?
¿Tienes timidez?
¿Tienes excesiva espontaneidad?
¿Tienes vanidad?
¿Tienes inseguridad?
¿Tienes orgullo y envidia?
¿Te sientes inferior?
¿Te sientes superior?...
Mira tu limitación desde nuevas
perspectivas y ¡Recondúcela!
Tienes un don escondido en cada
limitación. ¡Suéltalo! No tengas miedo. Saca fuera ese fuera transformado.
Sé manso como paloma pero astuto como serpiente,
sé audaz, ¿Por qué vas a ahogar u don? A algunos les podrá llegar a abrumar
tanto que te lleguen a exigir que lo sigas escondiendo, pero no permitas que
eso te condicione.
Sé libre, ¡¡Suéltalo!! Sobrepasa los límites, que
el temor no te haga dar marcha atrás con tu don... ¡el don de Dios!
Aprende a gestionar, a amar con amor de entrega,
amor de servicio, amor de ágape, pero manteniendo la tinaja siempre llena de
agua, acudiendo una y otra vez al manantial de Agua Viva, ése que nunca se
acaba.
Has mirado fuera, has mirado
dentro, has soltado tus dones, te has liberado. Es el momento perfecto para
mirar a los demás, como a ti mismo.
Recuerda siempre: Como a ti
mismo. (Jn.)
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