10 QMEV - ACEPTACIÓN 3 DESPRENDIMIENTO



Ingrediente fundamental durante tu Espera activa: el DESPRENDIMIENTO



No estés agobiado por tu vida pensando qué vas a comer, ni por tu cuerpo pensando con qué te vas a vestir… Busca sobre todo el reino de Dios y su justicia, y todo esto se te dará como complemento. No te agobies por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su afán. (Mt. 6)


Medita sobre lo que es esencial, es decir, sobre tus necesidades reales para empezar a hacer un ejercicio de DESPRENDIMIENTO de todo lo que te está pesando y estorbando.

Estás en un proceso que requiere mucho esfuerzo. Cargar con ciertas cosas te está restando muchas fuerzas, bien porque te llevan hacia un lugar complejo o bien porque simplemente estás dedicando tu empeño a algo innecesario.

Ahora mismo tu energía es un bien escaso en ti y por eso debes dosificarla.
Quizá no te has parado aún a pensar en ello pero estás atado a demasiadas cosas que no necesitas, muchas de ellas no tienen por qué ser negativas en sí mismas, pero al cargar ahora con todas te estás desgastando. Y lo peor, te has acostumbrado tanto a ello que ya ni siquiera eres consciente. Lo único que sabes es que ya no puedes más.


Desprenderse de lo que está tan pegado a ti es doloroso. Escuece, tanto como cuando tiras de un esparadrapo pegado a tu piel.

Desprenderte de lo que ofrece una falsa seguridad, te provoca inquietud, incluso vértigo, porque te planteas si vas a ser capaz de “sobrevivir” sin esas cosas que están tan adheridas a ti que ya no distingues si forman o no parte de tu ser.
Desprenderte de esa sobrecarga te hará imaginarte a ti mismo caminando por un puente colgante que está sobre un abismo mientras van desapareciendo esas cuerdas a las que te agarras porque crees que te ayudan a mantener cierto equilibrio.

Cuando afrontes el vértigo que sientes y veas que puedes caminar sin cuerdas, lograrás darte cuenta de que empiezas a tener mayor ligereza.

Tanto lastre sobre tus espaldas te está impidiendo empezar a elevarte, a alzar el vuelo, a iniciar la conquista de tu libertad interior que es la auténtica libertad.


En realidad son muy pocas las cosas realmente necesarias.

¿Cuáles son esas cosas que cargas de forma innecesaria en tu mochila? ¡Pueden ser tantas y tan diversas!

Te doy algunos ejemplos:





- La impaciencia: ese deseo descontrolado de que todo llegue al punto que has proyectado cuanto antes, esa ansiedad por tenerlo todo y tenerlo ya. Esa negación a seguir soportando la espera un segundo más.


 


- Los convencionalismos y el qué dirán o qué pensarán los demás que están condicionando tus actos de tal manera que ya no sabes si tus decisiones y actuaciones son propias o están dirigidas por esos formalismos, formas sin fondo.


- Los sueños imposibles: como querer que alguien sea a tu imagen y semejanza, o que en tu trabajo, centro de estudios, casa se organicen las cosas exclusivamente según tu parecer, o que alguien sienta lo imposible de sentir por ti, porque no está preparado, porque tú no estás preparado, o simplemente, porque no tiene que ser, no es la persona o no es el momento vital, o que alguien rija su vida conforme a eso que consideras que es mejor para él, pero que en el fondo, sabes que de lo que se trata es de buscar lo que es mejor para ti. O que los burros vuelen, el invierno se vuelva verano y las vacaciones sean eternas.

Lo que no puede ser, no puede ser, y además, es imposible, así de simple. 


- De hacerte la víctima: escudarte en que no mereces lo que está pasando, seguir negando la realidad y buscar la compasión de los otros situándote ante ellos de forma lastimosa. Eso es la escusa perfecta para que sigas sin poner los medios y los recursos que posees para avanzar en tu proceso. Estarás muy cómodo, sí, pero no esperes que nada se resuelva de esta forma. Al contrario, cada vez te irás quedando más pequeño, más mermado.


- De relaciones tóxicas de dependencia afectiva y emocional que te impiden creer a ti y a la otra persona. Existen señales claras de que una relación es tóxica cuando es una montaña rusa que va del extremo de la euforia al extremo de la amargura, cuando no hay confianza y la inseguridad se manifiesta con celos incontrolables, enfermizos, cuando esa relación hace que entres en un estado casi constante de nerviosismo y malhumor, cuando no te permite abrirte al mundo ni te deja crecer.






 

- De hábitos que empezaste a adquirir poco a poco como forma de desahogo o de distracción y ahora te has vuelto dependiente de ellos y tu propia voluntad poco o nada tienen ya que decir al respecto.


 



- Y sobre todo necesitas desprenderte de rencores. Perdona. Perdónate a ti, perdona a los demás y perdona a la vida. El odio, la rabia, el rencor es tu mayor esclavitud. Te retuerce, te revuelve, te hace emplear tiempo y energías en interpretar cada suceso como un ataque directo hacia ti. Magnificas todo lo malo y suprimes lo bueno. Y por eso diseñas venganzas de lo más peregrinas y así hacerle pagar a la humanidad tu amargura y desesperación.


Todo aquello que te está encerrando en un círculo vicioso que te va atrapando y ahogando porque son trampas que te ponen y te pones. Ha llegado el momento en el que digas: ¡SE ACABÓ!, ¡HASTA AQUÍ!, ¡YA NO MÁS!



 
“Ambicionad los carismas mejores” (1Cor. 12,31)

Desea, persigue, aspira a los mejores regalos, a las gracias y bendiciones que te tienen preparadas para ti, ésas que no pueden llegar si no dejas espacio en tu vida para que entre aire fresco.


Y dile al Señor:

¡Enséñame a dejar atrás lo innecesario para abrirme a lo nuevo!


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9 - QMEV- ACEPTACIÓN II

Te sientes cansado, ¿verdad? No sólo estás haciendo un gran esfuerzo interior por avanzar en este proceso de duelo sino que, encima, tienes que seguir afrontando tu día a día. Las pequeñas o grandes batallas diarias no permiten que te dediques en exclusiva a ti y a tu proceso.
Te encantaría quedarte en un rincón del mundo, aislado, hasta que logres salir de todo esto. Pero no, no es posible, no se te permite.
El mundo sigue girando y lo hace sin tener en consideración la fase que estás pasando en tu vida.
Se requiere tu atención, trabajo y responsabilidad en muchas cosas que no pueden quedar en pausa por mucho que lo necesites.
Llega un instante en el que sale de lo más profundo de tu ser un grito de desesperación: BASTA YA
Y el mundo hace oídos sordos y sigue girando, girando, girando.
En algún momento te darás cuenta de que la exigencia a la que te ves sometido, no es tan mala. Te obliga a ponerte las pilas. Como a un soldado en un campo de instrucción.
“Esto es lo que hay” suspiras. ¿Te estás resignando?
¡No! ¡No lo hagas! Recuerda que resignarse es conformarse y conformarse te lleva a la apatía y a la amargura.
Vuelve al camino, encauza la senda.
Vamos poco a poco. No hay prisa. Respeta tu ritmo, no te exprimas más de lo que puedes y debes dar en cada momento. Olvida el calendario. No te pongas fechas. El fin de este proceso llegará.
No dejes que la impaciencia por quitártelo del medio cuanto antes te esté haciendo sentir aún más achuchado y exigido.
San Rafael Arnaiz decía que toda nuestra ciencia consiste en SABER ESPERAR.
En esta frase, entiendo que la palabra ciencia se refiere a SABIDURÍA de la vida.
Esperar ¡Qué difícil es eso en medio de esta cultura de lo inmediato! Desde pequeño has visto cómo la tecnología avanzaba principalmente para lograr acelerar los procesos y “ahorrar” tiempo.
Es curioso esto porque a pesar de los muchos avances, las personas no dejamos de quejarnos de que nos falta tiempo y de lo acelerados que vamos por la vida.
Ante tu proceso de duelo piensa en esta imagen: un bizcocho.
Para hacer un bizcocho primero adquieres los ingredientes necesarios, según la receta, los mezclas en el orden y la cantidad requerida, calientas el horno, pones la masa en la bandeja correspondiente, metes la bandeja en el horno y… a esperar.
¿Esperar? Sí, esperar. No queda más remedio. No hay fórmulas mágicas que hagan subir la masa al instante.
Si pones el horno a mayor temperatura, la levadura no subirá, el bizcocho se quemará por fuera y quedará sin hacer por dentro.
Estás haciendo un delicioso bizcocho, deja que se esponje poco a poco, dale el tiempo que necesita. ¿Cuánto va a ser eso?
¡No lo sé! Nadie puede decírtelo, no se sabe, sólo sabemos que hay un tiempo para cada cosa.
Sobre esto te recomiendo la lectura del capítulo 3, versículos 1 a l5 del Eclesiastés:

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:



2 un tiempo para nacer,
    y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar,
    y un tiempo para cosechar;
3 un tiempo para matar,
    y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir,
    y un tiempo para construir;
4 un tiempo para llorar,
    y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto,
    y un tiempo para saltar de gusto;
5 un tiempo para esparcir piedras,
    y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse,
    y un tiempo para despedirse;
6 un tiempo para intentar,
    y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar,
    y un tiempo para desechar;
7 un tiempo para rasgar,
    y un tiempo para coser;
un tiempo para callar,
    y un tiempo para hablar;
8 un tiempo para amar,
    y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra,
    y un tiempo para la paz.



De nada sirve afanarse

Concluye:
15 Lo que ahora existe, ya existía;
    y lo que ha de existir, existe ya.
    Dios hace que la historia se repita

Respira hondo porque hay un tiempo para todo.
La espera debe tener unos ingredientes imprescindibles, esperar porque sí, sin más, no sirve.
La PACIENCIA es uno de los principales, mantener la TEMPLANZA, el autodominio para no dejarse arrastrar por el torbellino que nos desarma y desorienta, ni por los impulsos más primarios que surgen cuando estamos al borde de nuestros límites.
Otro ingrediente de la espera que además que te ayudará a potenciar tu paciencia es el OPTIMISMO. Es decir buscar el lado positivo de las cosas, porque si no buscas lo que de bueno y de bello existe en los acontecimientos y en las personas, tu esfuerzo en la espera quedará vacío de sentido, lo que te llevará a la rendición por erosión.
Más ingredientes, la CONFIANZA de la que ya hemos hablado. Confiar que todo tiene un porqué que lograremos entender tarde o temprano a medida que las piezas del puzzle vayan encajando.
Junto a la confianza debe ir de la mano la AUDACIA. Hace falta mucho equilibrio para ser audaz sin ser temerario. La audacia rompe con la indolencia que se abriga bajo la capa de una falsa seguridad que en realidad es miedo, la excusa perfecta para quedarse parado por temor a fracasar.
Más, la DETERMINACIÓN, es esa actitud que adoptan quienes están firmes y dispuestos para afrontar la vida de pie, con valentía. Un apunte importante, la valentía no es no tener miedo, sino enfrentarlos para que no te paralicen.
MOVIMIENTO, tu espera no dará frutos si te cruzas de brazos. Necesitas que sea una espera ACTIVA, pon los medios que están a tu alcance para lograr que el proceso se vaya moviendo en la dirección deseada. La suerte no existe, la suerte la generas tú.
Tú eres el gran protagonista. ¡Sigue adelante!

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