16 QMEV - POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS



Transcurrido este tiempo, ya vas viendo motivos que dan poco a poco sentido a  la pérdida que un día te introdujo de lleno en el proceso del duelo. Te recuerdo que la pérdida ocasiona sufrimiento a quien la padece y el duelo aparece como el proceso mediante el cual la persona comienza a aceptarla y a comprender que deberá continuar con su vida.

Quizá no ves el sentido primero de todo lo sucedido pero sí percibes aspectos que van dando forma y sentido a todo lo vivido.

Eso te hace sentir bien. ¡Tan bien!

Tu persona ha crecido mucho y poco a poco lo vas comprobando, cada vez crece más, ni puedes ni quieres parar tu crecimiento.

Lo mejor de todo es que esto te hace entrar en un ciclo de retroalimentación.



Me explico. Al experimentar cómo has logrado avanzar te valoras a ti mismo más que antes. El hecho de haber superado retos tan significativos te infunde más confianza en ti porque te vas percatando de tus capacidades.

Y no sólo eso que es muy importante sino que también, tu proceso bien hecho ha aumentado tu confianza en Dios, porque has experimentado cómo que te abraza siempre y que no te ha soltado ni siquiera en los momentos en los que más te ha costado sentirle en medio de la noche oscura del alma. Aunque de ese abrazo continuo de Dios no has sido consciente hasta que empezaste a ver los primeros indicios de luz.

Ten por seguro que esa confianza en Dios será la que te va a ayudar a seguir afrontando los retos que estén por venir con mayor fortaleza y determinación.



Apreciar todo esto te están dando una visión mucho más global de la realidad que sumada a la confianza en ese Dios padre-madre que te conoce mejor que nadie porque te ha creado único e irrepetible, con valor infinito, te conduce inexorablemente a AMAR LO QUE ES, es decir, a acoger la existencia y abrazarla tal como es.



No lo dudes, lo que marca la gran diferencia en todo este proceso es que tú has sido protagonista activo de tu propia transformación interior, porque has asumido un papel activo en tu historia y no lo has esquivado. Precisamente por ello, has crecido y lo continuarás haciendo.

¡Qué maravillosa sensación es la de sentirse en crecimiento! Yendo a más, caminando hacia el ser precioso en el que Dios pensó al crearte, cumplir su plan de vida para ti, dar pasos hacia tu santidad.

Te aseguro que nada de esto pasa inadvertido porque se nota en los frutos que generan tu actitud, tu perseverancia y tu esfuerzo.



¿Recuerdas cuál era la clave de todo?

El AMOR. Lo has sentido expandirse en tu ser y ya no quieres que se marche, ¿cómo mantenerlo ahí dentro para que se siga derramando hacia fuera?

El AMOR es Dios y Dios es AMOR, el AMOR en mayúsculas, amor de ágape, de donación gratuita, amor total.



Benedicto XVI lo escribió en la encíclica Deus caristas est (Dios es amor):



“El amor es una luz —en el fondo la única— que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar.

El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios.

Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo”



Vivir el amor, estar en Dios. Porque Dios es la fuente del amor y si estás en Dios habrá amor en tu corazón, amor a tu existencia y amor a la existencia de los demás. Sólo así puedes llevar la luz de Dios al mundo:

“Si permanecéis en mi amor

daréis frutos

y vuestros frutos

serán abundantes” (Jn. 15)



Los frutos que generas son los que te revelan de forma objetiva cómo está siendo tu evolución: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7, 20)

Los frutos te mostrarán cómo y en qué dirección estás creciendo.



Tu proceso de duelo bien llevado, te ha sanado de tus heridas y te ha dotado de una maravillosa capacidad que es la de entender y atender a esas personas que también están viviendo situaciones de dolor.

Se trata de la capacidad de empatía, de ponerte en el lugar del otro, de sentir con el otro, de sentir con un mismo corazón, ser misericordioso.

Esa capacidad te permite acercarte al otro sin juzgar.

Procurarás apoyar y acompañar de forma auténtica, sin imponer.

Y ellos recibirán la luz de Dios a través de ti y se sentirán reconfortados, abrazados.

Darte cuenta de que eres un hermoso instrumento en manos de Dios te lleva a postrarte ante Él con humildad y a la vez a sentirte tan privilegiado, tan grande, tan mimado por Dios, tan único, tan tú.



Tan sólo con el hecho de que poder acompañar a otra persona gracias a lo mucho que has aprendido durante tu duelo, te darás cuenta de que tu proceso ya ha merecido la pena porque va dando frutos.

Esos frutos dan respuesta a la pregunta que tantas veces te has hecho acerca del sentido de todo aquello por lo que has tenido que pasar.

Read more...

15 QMEV DOSIFICAR



¡Enhorabuena! Has alcanzado la ACEPTACIÓN

Te regalo una oración de aceptación y de abandono en la confianza que Santa Teresita de Lisieux escribió:



“Que hoy haya paz dentro de ti,


Que puedas confiar en tu poder más alto,

pues estás exactamente donde debes estar.



Que no olvides las posibilidades infinitas que nacen de la fe.

Que puedas usar estos regalos que has recibido

y transmitir el amor que te ha sido dado.



Que puedas sentirte satisfecho sabiendo que eres un niño de Dios.

Permite que su presencia se establezca en tus huesos

y permite a tu alma la libertad para cantar,

bailar y calentarse en el sol,

que está allí para todos y cada uno de nosotros”.



¡Qué maravilla! Eres un niño mimado de Dios y estás exactamente donde debes estar.

Te invade un sentimiento de paz y de armonía. Todo está bien.



Por supuesto quedan cuestiones pendientes, problemas sin resolver, situaciones cuyo ritmo debes respetar. Pero sientes que has sufrido una metamorfosis, como cuando sale la mariposa de la crisálida y alza el vuelo. ¡Ya estás volando! Has crecido tanto, que no querrás correr el riesgo de que algo intente mermarte o empequeñecerte de nuevo. No hay retorno.

¡Eres tan distinto y a la vez tan “tú”! Más “tú” que nunca.  Y así está bien. ¡Está muy bien! “Estás exactamente donde debes estar”.



¿Cómo has llegado hasta aquí? Comparto contigo una escena de la película “La casa de tu vida” de Kevin Klein, en la que un padre le dice a su hijo adolescente con graves problemas de conducta:



“Los cambios pueden ser tan constantes que no verás la diferencia hasta que sea obvio.

O tan lentos que no sabrás si tu vida es mejor o peor hasta que lo sea.

O puedes cambiar del todo y ser alguien diferente en un instante”.



¿Cómo se ha producido el tuyo?

Quizá ha sido tan repentino que aún te estás recuperando de la sacudida.

O tan lento que su desgaste te tiene exhausto.

O simplemente ha fluido de forma natural pero ahora que lo percibes con nitidez estás anonadado ante lo que ves.

Fuera como fuera, ya no hay vuelta atrás. No la hay porque no deseas volver a aquello que te ha encadenado y rasgado. No deseas repetir las actitudes que impedían tu vuelo, ni las costumbres que no te dejaban crecer y te anclaban a la mediocridad o a la resignación.

Has encajado las piezas, has sanado tus heridas, ahora es cuando las palabras de Jesucristo adquieren todo su sentido: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios” (Lc. 9, 62)

El Reino de Dios, la plenitud, exige ser audaz y no reservarse nada para la vuelta. Exige lanzarse y confiar. Abandonarse en los brazos del Padre. Soltar falsas seguridades y vivir desde lo esencial.

Todo lo circunstancial habrá que atenderlo pero no debes colocarlo en el centro de tu vida ya que, entonces, no lograrías vivir en plenitud.

Ciertos hábitos y corrientes tratarán de arrastrarte a lo anterior. Pero tú ya no lo permitirás, porque has tomado posesión de ti y has elegido VIVIR.



Alcanzar el nivel de aceptación al que has llegado tras tu proceso de duelo, “AMAR LO QUE ES”, es un auténtico triunfo. ¡Felicidades!

A partir de ahora, mantener esa actitud, no será tarea sencilla. Pero con todas las herramientas que has adquirido, las señales de alarma saltarán rápidamente en cuanto algo se desajuste dentro de ti para que puedas gestionar y dosificar a tiempo y no volver a caer tan profundamente.

Dosifica, no te vuelvas a desgastar incontroladamente. Gestiona tus recursos, tus tiempos, tus espacios. Busca recargarte, esponjarte con las pequeñas cosas que has redescubierto no hace mucho y que tanto amas. Déjate mecer en unos brazos, como un niño acunado por su madre.



Todos necesitamos alguien en quien descansar, todos necesitamos encontrar “nuestro lugar en el mundo”.  Reconocer esa necesidad es admitir que existen las limitaciones, que no eres todo poderoso. Es aceptar tu fragilidad, humildemente y en posesión de ti mismo, tal y como eres. Eres débil pero a su vez esas debilidades te hacen tan humano.



“¿Tienes alguien en quién descansar?” Éste es el título un artículo precioso sobre el Buen Pastor.

“¡Qué importante es tener personas y lugares en los que sentirnos seguros!”



No has llegado aún a la meta así que, insisto, dosifica, no dudes en pedir ayuda cuando lo necesites.

Y recuerda esta invitación de Jesucristo:

“Venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré” (Mt.11,28)

Acude a Él sin vacilar.






Read more...

  ©Template by Dicas Blogger.