ULTREIA 13 ¡¡LLEGADA!!



Monte del Gozo - Santiago
5 km
17-08-13

Hoy vibra el móvil mucho más tarde y la "liturgia" de cada mañana la hacemos más liviana, no en vano la meta está a tan sólo 5 kilómetros, una hora de Camino.
Recogemos todo y vamos a desayunar a la cafetería que está en la parte de baja. Desayunamos con calma, sin prisas, relajados. Me doy cuenta de que he perdido un pendiente que me compré en Cebreiro como recompensa a aquel reto, pero no pienso regresar al dormitorio, me duele mi piececito lo suficiente como para renunciar a esa búsqueda.
La infección de orina ha mejorado bastante con el descanso.
Tras el desayuno, mochilas y bastones a la espalda. Hoy nos permitimos el lujo de bajar sin bastones, ya no harán falta. ¡Y en marcha!
Se nos nota exultantes, derrochamos emoción y alegría. Nos reímos tanto recordando las anécdotas que hemos ido compartiendo.
Quique va grabando pequeños videos para conservar estos momentos tan especiales.
En el cartel de entrada a Santiago nos paramos y nos hacemos un montón de fotos. Llegar hasta allí ya ha sido todo un logro.
Al adentrarnos en el casco antiguo y avistar una de las torres de la Catedral, la emoción se expande por todos los poros de mi piel.
Estos últimos kilómetros los estamos viviendo con intensidad y excitación.
Marcelo, emocionado, nos va contando por qué calles le gusta pasear, qué hay en ellas, a qué bar suele ir o dónde ponen las mejores tapas.
¡Él está llegando a casa después de 33 días y casi 800 km andados! ¡Admirable!
Cuanto más nos acercamos más acelero el paso. Bajo los últimos escalones medio cojita pero con fuerza.
Al fin llego al último escalón, doblo la esquina, los últimos pasos del Camino y….
¡LLEGAMOS! ¡QUE LLEGAMOS! ¡HEMOS LLEGADO!
Mi alegría y emoción contenida han explosionado al entrar en la plaza del Obradoiro.
He estado aquí mismo hace cuatro meses y en otras cinco ocasiones antes pero ninguna es comparable a ésta después de 256 kilómetros caminados, exprimidos, sufridos, gozados, rezados, reídos, cantados.
Abro mis brazos y absorbo la esencia de lo que estoy respirando en este instante en el que he llegado a la meta proyectada, trabajada y luchada.
Quique y yo nos fundimos en un fuerte abrazo.
Siento una inmensa libertad interior. La libertad que me da conocer y asumir la Verdad, la realidad de mi vida.  Y toda la que sé que aún me queda por descubrir. “La Verdad os hará libres” (Jn. 8,32)

Siento que, tras el camino de un año crucial de mi vida, éste es el culmen perfecto. Lo siento culmen pero no punto final. Es culmen y lanzadera a nuevas etapas... o viejas etapas pero con actitudes diferentes, con sensación de libertad, con la determinación de no dejarme vencer por lo circunstancial sino de vivir lo esencial.
Conocerme más, integrar lo pasado y lo presente, aumentar la confianza en mí. Son parte de los frutos del camino.
Al mirar de frente a la Catedral, un destello de luz se está comenzando a colar allí, tras sus torres, entre la neblina que cubre el cielo y siento una profunda voz interior que me dice: "Conmigo, alcanzarás todo lo que te propongas"
¡¡Gracias!! ¡¡Gracias!! ¡¡Gracias!! ¡GRACIAS, SEÑOR!
Gracias es la palabra que no dejo de repetir.
Bajo mi mirada, veo a Marcelo, le abrazo. ¡Lo hemos logrado! Sus ojos se humedecen a pesar de que prometió no emocionarse.


Mi hermano Quique ha sido fundamental en todo. Él me ha estado impulsando y motivando desde hace tiempo para salir al Camino.
Él no ha dejado de acompañarme, de adaptarse a mi ritmo, de cuidarme a la vez que ha respetado mis espacios y mis tiempos. Su conocimiento del terreno por su experiencia del año pasado ha impreso en mí la seguridad necesaria para atreverte a seguir avanzando sin temor.
Su tono alegre y optimista, su buen humor, se han contagiado y extendido a quienes tenía a su alrededor. En fin, que llegar a este culmen tan bien acompañada por mi hermano, por Marcelo, por todos aquellos que vas encontrando en el camino, y por tanta gente que ha estado viviendo conmigo este proceso con tanto interés y entusiasmo desde la distancia, ha sido maravilloso y esencial.
¡¡¡GRACIAS!!!




Ahora mismo no sentimos ninguna prisa, saboreamos este instante tirados en la plaza del Obradoiro frente a la Catedral. Vemos llegar muchos peregrinos a la misma meta, algunos de ellos ya son conocidos porque hemos compartido momentos a lo largo de estos días. La peregrina francesa, Nieves, Maribel, el ligogrino y tantos otros nos abrazamos sintiéndonos parte de una gran familia, una familia unida por algo muy especial: el Camino. Estos encuentros intensifican la emoción de nuestra llegada.

Durante estos días he pensado mucho acerca de las diferentes fórmulas que empleamos para hacer el camino, a pie o en bici, enviando la mochila en taxi de un albergue a otro, acortando etapas cogiendo bus, y otros muchos "atajos" para facilitar el peregrinaje. Al final, la Compostela nos la van a dar igual a todos, los que han "regateado" y los que no. Los que vienen desde lejos como Marcelo, o desde más cerca como yo, o incluso aún más cerca como los que salieron de Sarria.
Hoy comprendo, al fin, la parábola de los viñadores a quienes pagaban por igual independientemente de la hora del día en la que hubieran comenzado a trabajar.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (Mt. 20, 1-16)
He llegado a una firme convicción: la recompensa "extra" está en los logros superados, en los encuentros tenidos y en todo lo que vives a mayores cuando no hay trucos ni atajos.

Me quedo con los inmensos frutos que exprimo y seguiré exprimiendo de ahora en adelante.
Una etapa se cierra, una meta se alcanza, un Camino queda atrás. Agradezco la riqueza de todo lo vivido y lo empleo para seguir levantándome, como en el Camino, con la ilusión de quien ve el nuevo día como una nueva oportunidad para crecer, vivir y para, simplemente, ser feliz.








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ULTREIA 12 ETAPA 10º



Arzúa- Monte del Gozo
16-08-13
35 km ¡Etapa interminable!

Vibra el móvil, ¡Se me hace tan raro pensar que hoy es el último día que lo programaré para madrugar tanto!
Salimos de Arzúa con noche totalmente cerrada. Quedan 40 kilómetros para llegar a Santiago, un patxi grino sería totalmente capaz de hacerlo.
El amanecer de hoy es increíblemente hermoso, los rayos de luz pasan a través de los troncos del bosque de eucaliptos por el que estamos pasando, tiñendo todo de una capa dorada.
Siento que es como la luz de Dios cuando se va abriendo paso entre nuestras tupidas limitaciones y miserias, entre nuestras circunstancias adversas y problemas.
Es como las flechas amarillas que aparecen para disipar dudas en un cruce de caminos.
Durante los 200 km que llevamos andados, nuestra guía constante han sido las flechas. Y una pregunta me asalta siempre que paso por algunos lugares remotos.
¿Quién puso ahí las flechas? Amo a las personas que las pusieron, las amo aun sin saber quienes hicieron esa labor ingente.
Las amo porque orientan mi camino.
Gracias a las flechas no te pierdes. Andar 100 m más porque te has equivocado, cuando ya tus pies están agotados y magullados, es terrible. Por eso amo a quien me amó a mi primero, sin conocerme ni saber si pasaría por allí alguna vez.
Entonces me he puesto a reflexionar y a preguntarme: ¿quiénes han sido y son flecha amarilla en mi vida?
Rezo por ellos y agradezco a Dios la existencia de cada uno de ellos.
Y me pregunto: yo, ¿soy flecha?
Una determinación sale de lo más profundo de mis ser: ¡QUIERO SER FLECHA AMARILLA!
Me siento muy bien físicamente, a penas siento molestias de la infección y todo lo demás está ya adaptado, espalda, pies, deditos de los pies…
Comienzo con mucha energía y ánimo, eso me está generando un "conflicto" interno: me apetece mucho, muchísimo seguir hasta Santiago y empieza a angustiarme no llegar por adaptarme a la decisión de mis dos compañeros de camino que quieren que hoy terminemos en el Monte del Gozo y aguantar la espera. De nuevo “Saber Esperar”. ¡Pero qué frágil es la naturaleza humana! Acabo de determinar que quiero ser flecha amarilla y ahora me siento fatal conmigo misma, me siento egoísta. No quiero frenarme por ellos, quiero poder seguir hasta Santiago. Y me siento fatal porque ellos se han adaptado a mi ritmo y circunstancias ayer, pero hoy me cuesta asumir las suyas, ¡Me cuesta tanto!
Hago un esfuerzo interior inmenso para sosegar mi inquietud y no precipitarme, para pensar sólo en el paso que voy dando, uno tras otro.
Me alejo de ellos porque voy más ágil pero tras unos 15 kilómetros paramos a saludar a una señora que, por Facebook, le ha ofrecido a Marcelo invitarle a un café en su hotel.
Yo me desvío al hotel y les espero allí con un rico zumito de naranja. Quique se pasa el desvío y Marcelo llega tras un buen rato de espera.
La visita no es muy larga, pero noto que la parada me ha venido fatal. No logro calentar motores. Los kilómetros empiezan a hacerse eternos y la infección de orina comienza a atacar con fuerza. Es mi debilidad, mi infección, quien da la respuesta a mis anhelos de esta madrugada.
Llegar hasta el Monte del Gozo se empieza a convertir en todo un suplicio a medida que avanza la jornada y el calor aprieta y la cistitis se intensifica.
Mi falta de voluntad para "soportar" tener que esperar al día siguiente para hacer los 5 km que separan el Monte del Gozo de Santiago, está quedando disipada ante las circunstancias que me dan de bruces contra la realidad de mis limitaciones: la infección de orina y la primera ampolla del camino bajo el dedo meñique del pie izquierdo que convierten cada paso con ese pie en una punzada de dolor.
Marcelo no se separa de mí, se adapta a mi ritmo lento a pesar de que le pido que coja el suyo. Me da una lección de vida y de generosidad impresionante después de lo que había renegado unas horas antes por no poder llegar a Santiago por él y por Quique.
Nuestras paradas se multiplican, aunque me fuerzo, no puedo aguantar andando más de una hora sin parar. Ir al baño es terrible, no ir es peor. Reiniciar el camino tras la parada es mortal.
Comemos en la terraza de un restaurante con un menú riquísimo. Noto que me voy reponiendo, aunque no tanto como me gustaría. Nos refrescamos y preparamos para los últimos kilómetros.
Cuando ya tan solo 9 km y me falta muy poco para rendirme. Encima los mojones han dejado de existir desde el 12
Les digo a mis compañeros, riéndome, que ya empiezo a hiperventilar de la angustia que siento sin los mojones.  
Lo cierto es que si no me rindo es porque entiendo que no hay posibilidad para hacerlo. No hay sombras a nuestro paso ni lugares donde poder sentarse, descansar y refrescarse. En realidad sí hay opciones pero mi mente sabe reconocer que sus consecuencias serían mucho más negativas.
Ese análisis de la realidad impide a mi mente doblegarse ante lo que el cuerpo reclama con fuerza: "¡Para ya, ríndete y tírate al suelo!"
Repito en mi interior la frase del mojón 40: “Deja que el corazón te lleve cuando tus piernas no puedan”
Lo traslado a mi vida, ¡tantas veces he tirado hacia adelante a base de pura "fuerza de voluntad" y determinación!
¿¿Dónde está el límite?? ¿Hasta dónde puedo llegar sin "partirme"? Necesito descubrir ese equilibrio para mi vida.
Tenemos que hacer paradas cada menos tiempo, pero la subida al Monte del Gozo es eterna y está desierta de lugares de descanso.
Una cuesta sucedía a otra, y ésta a otra, y a otra y a otra más. Y Quique no dejaba de asegurarme que esa cuesta era la última, pero no lo era, su recuerdo le fallaba y yo sentía que la impaciencia me restaba energías. Entonces comencé a despotricar, acumulé en dos minutos los improperios de toda una vida. ¡Nos reímos tanto! ¡Me liberó tanto!
Comenzamos a cantar: Gotas de lluvia sobre mi cabeza, Raindrops keep falling on my head, de la película Dos hombres y un destino. Fue todo un descubrimiento que a Marcelo le gustara también.
Hablamos de la serie infantil latina, El Chavo del ocho y de El Chapulín Colorado. “¡Pipipipipipi!” decíamos emulando a uno de los personajes de la serie para lamentarnos de nuestro agotamiento.
El Buen humor en la lucha transforma todo el Camino. Merece la pena, utilizar un poco de energía creativa para dar una pincelada de humor y risa desintoxicante a las dificultades. Es esencial para seguir adelante libre de amarguras y no fastidiar a los compañeros con una actitud negativa y derrotista durante el Camino.
Nos reíamos tanto que los kilómetros comenzaron a acortarse.
Ya queda poco, ya menos, mucho menos… ¡El MONTE DEL GOZO! ¡Ya está ahí!
¡Llego exhausta! ¡Casi rota! Pero... ¿y la llegada?
¡¡La llegada es impresionante!!
Ahora entiendo a la perfección porqué se le llama Monte del Gozo ¡Qué gozo da llegar!
Hoy el camino me ha dado una gran lección.
Mi conflicto interno al presuponer que sentiría impaciencia por llegar aquel mismo día a Santiago cuando aún "presumía" de mis fuerzas, me hacía estar a disgusto con lo que, yo creía que suponía un impedimiento para mis deseos, mis compañeros. Rogué por tener claridad y fuerza interior suficiente para ganar esa batalla desde el amor y sacrificio por los demás.
Pero al venir mi bajón físico, han sido precisamente aquellos a quienes sentía al inicio de la etapa  como "limitaciones externas", los que, finalmente, me han ayudado a llegar al Monte del Gozo. Con sus cuidados y su comprensión. Con su sentido del humor y sus risas. Con canciones y desahogos. Sin ellos yo no habría sido capaz. Imprimieron un ritmo asequible para mí... y ¡¡HEMOS LLEGADO!!
El dolor físico sigue presente pero queda disipado por la fuerza y la satisfacción que me da la emoción del reto logrado y eso es fascinante.
Ya no siento para nada esa ansiedad por la impaciencia de bajar a Santiago.
Asumo que el momento aún no había llegado. De nuevo "Saber esperar" porque el momento perfecto para llegar al Obradoiro será mañana.
A pesar de estar exhausta antes de ir al albergue vamos a hacernos fotos, con mochila y todo a las estatuas de los peregrinos que señalan Santiago. Rememoro cuando vine aquí con mis padres, en coche, hace varios años. Y me coloco en con la misma pose con la que me hice allí una foto, pero la expresión de mi rostro es totalmente diferente. Ahora rezuma plenitud.
En el albergue compartimos habitación con un joven sacerdote polaco y su madre. Me da mucha pena no podernos comunicar. ¡Sus expresiones son tan bondadosas!
Y, un día más, las rutinas, último día de rutinas, ducha y lavar ropa, por última vez, la próxima se lavará en la lavadora de casa.
Vamos a cenar a un restaurante que no está muy lejano pero mis pequeñas heridas en los dedos de los pies y mi recién llegada ampolla, la única de mi camino, dificultan cada paso.
Tardan muchísimo en atendernos. La puesta de sol está siendo preciosa pero no podemos ir a disfrutar de ella por esa tardanza.
Quique hace el gran sacrificio de perdérsela desde las estatuas de los peregrinos.
Cuando salimos del restaurante ya es de noche. Siento que no puedo dar un paso sin sentir la laceración en mi pie izquierdo así que decido descalzarme. Caminar descalza por el asfalto es también doloroso pero lo prefiero. Y cuando llegamos a la hierba… ¡Oh! Maravillosa sensación de caminar descalza por la hierba húmeda. Llena todos mis sentidos, disfruto, sonrío.
Vamos a la habitación. Subo a mi litera y caigo rendida, completamente rendida, pero feliz.
¡Cuántas enseñanzas, cuántos retos alcanzados, cuántas gracias pones en mi vida, Dios mío!

 



















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ULTREIA 11 ETAPA 9ª



San Julián-Arzúa
15-08-13
ETAPA de 28 km
A 38 km de Santiago
PARTE 1
Día de la Ascensión de la Virgen. Cumpleaños de nuestro hermano pequeño, José Mª
Vibra el móvil, hoy tenemos una etapa larga por delante, 28 kilómetros hasta Arzúa. Nos preparamos y salimos del albergue, hoy siento que me cuesta un poco abandonar la seguridad que implica ese albergue tan coqueto y tranquilo.
Caminamos a oscuras, conocemos los primeros metros del Camino porque ayer los recorrimos en el paseo de la tarde, gracias a eso no nos perdemos.
Un día más, volvemos a gozar de un nuevo amanecer hermoso.


La imagen de hoy son las debilidades:
Hace ya lo que parece una eternidad, cuando estuvimos en Vega de Valcarce (lo de eternidad es porque, aunque sólo llevemos caminando 9 días, pero cuando echas la vista atrás, tienes la sensación de que estuvieras haciéndolo hace años), cuando estuvimos en la celebración de la misa de peregrinos organizada por los Agustinianos que llevan el albergue en donde nos alojamos, el símbolo para el acto de penitencia me encantó. Ángel, el sacerdote agustino, habló de nuestras debilidades y nos dijo que la debilidad del peregrino son los pies, por ello pidió lavar los pies a tres peregrinos.
Mi mayor "debilidad" del camino se presentó ayer pero ha sido hoy cuando ha atacado con más fuerza: una cistitis.
Los síntomas de mi infección de orina aumentan, pero no pierdo el entusiasmo. Sólo siento la firme determinación de informarme bien y no dejar pasar el próximo centro de salud que está en Melide, ¡la capital del pulpo! Pero me voy a quedar con las ganas, a las nueve de la mañana no apetece una ración de pulpo.
Tras dos horas andando, llegamos a Melide.
A la entrada, en un puente románico, encontramos a una peregrina que lleva rodillera y camina con dificultad. No tiene mochila. Nos pide que le hagamos una foto y luego le pedimos que ella nos haga una a los tres.
Nos cuenta que tiene unas ampollas en los pies que le van matando. Así que saco el botiquín y le damos todo lo necesario para que las cure y las proteja. Nos cuenta que al poco de empezar su camino tuvo que ir al médico por la rodilla y le dijo que no podría seguir hasta Santiago si cargaba con su mochila. Ella decidió seguir a costa de mandar la mochila en taxi. Una vez más me quedó claro que no podemos juzgar las cargas de los demás por las apariencias.
Nos despedimos de ella y nos separamos de Marcelo para que tome algo tranquilo en el pueblo y Quique y yo vamos al centro de salud. Hoy es festivo pero el servicio de urgencias me atiende con bastante rapidez y me recetan al fin el antibiótico.
Para regresar al camino y reencontrarnos con Marcelo tenemos que atravesar de nuevo el pueblo. Por las calles un grupo de jóvenes que aún están de fiesta nos preguntan a Quique y a mí si no es muy tarde para comenzar la etapa. Nos reímos y Quique les contesta con otra pregunta: ¿Y no será muy tarde para que tú regreses a casa?
Seguimos avanzando riéndonos. Compramos fruta y al fin encontramos a Marcelo y una farmacia de guardia. Para comprar mi antibiótico no sólo tengo que entregar la receta sino también mi DNI por ser de otra comunidad autónoma.
Por fin me tomo el antibiótico.
 A la salida de Melide encontramos en mojón que indica que tan solo quedan 50 km a Santiago. Nos hacemos fotos entusiasmados.
El efecto del antibiótico no es tan rápido como yo quisiera y esperaba; mientras tanto, seguimos recorriendo kilómetros.

Recordando el símbolo de Vega de Valcarce de los pies y me he puesto a pensar en mis debilidades. Son muchas e intensas, pero me satisface tenerlas bastante bien localizadas y reconocidas.
"Te basta mi Gracia.
Mi fuerza se realiza en tus debilidades".(2 Corintios)
Dios manifiesta la fuerza de su Gracia en mis debilidades, ¡paradójicamente! “En mi debilidad, te haces fuerte, Señor”
Me enseña a ser más humilde y comprensiva con las debilidades de los demás.
En mi debilidad de hoy me está acompañando mi hermano y nuestro compa uruguayo, Marcelo. Están adaptado su ritmo al mío, están pendientes de mí y paramos cada vez que lo necesito. Incluso insisten en parar más a menudo de lo que yo propongo. Gracias a eso voy mejorando y, poco a poco, la etapa se va haciendo.
Me he dado cuenta de que ante las debilidades son importantes tres cosas:
- Aceptar con humildad y paciencia tus debilidades y las debilidades de los demás.
- Vivir esas debilidades con sentido del humor.
- Ser acompañado.
PARTE 2
Vamos a parar a comer en un pueblo que se llama Ribadiso da Baixo.
En el último tramo Quique va por delante y Marcelo se adapta a mi ritmo.
Hay una cuesta terriblemente empinada en un momento en el que ya andamos bajos de fuerzas y justo al terminar esa cuesta vemos el mojón del km. 40 con una frase perfecta que grabo en mi interior:
“Deja que el corazón te lleve cuando tus piernas no puedan”.
Tras ese mojón, el camino se suaviza. Marcelo y yo vamos charlando y de pronto, ¡una nueva categoría de peregrino! O mejor dicho, de peregrina.
Es la fashion-grina dícese de esa peregrina que camina con ropa impecable y conjuntada, sin mochila pero con bastones y contoneándose grácilmente.
Lo cruza un río cristalino y dan ganas de quedarse allí en vez de llegar hasta Arzúa, pero para poder hacer la etapa de mañana en la que prevemos alcanzar el Monte del Gozo, alojarse en Ribadiso se hace inviable.
La comida recarga nuestras energías, parece que mis síntomas se atenúan. Durante la comida vemos la versión masculina de la fashion-grina, el faschion-grino. Nos reímos, cargamos energías, y nos vamos mentalizando de que los 3 km que nos faltan por hacer hasta Arzúa van a ser duros. Están en subida y a pleno sol.
La subida se me hace muy dura, avanzo más con la mirada que con los pies. Hay una curva que parece no terminar nunca. Al final, una recta, en llano. Vamos los tres juntos, a la par. Aparece el cartel de entrada en Arzúa y a los pocos metros, un buen hombre, anciano, sentado en un banco a la sombra nos desea buen camino y nos pregunta de dónde somos. Entonces comienza a recitarnos un poema que recorre España y sus productos típicos. Le alabamos su memoria y damos las gracias. Y se produce algo inesperado a raíz de una pregunta que nos hace.
Le contestamos su pregunta, nos despedimos de él deseándole feliz tarde y es entonces cuando Marcelo comienza a indagar en la vida de Quique.
Hasta el momento sólo yo he desengranado mi historia, mis heridas, mis dolencias, mis ilusiones, mis proyectos.
Avanzamos hacia el albergue entre sorpresas y risas.
El albergue está a la entrada del pueblo. Es muy grande pero está muy bien distribuido y atendido. Es cómodo y agradable.
Tras las rutinas de siempre, ducha y lavado de ropa, salimos al pueblo en busca de algo para cenar y de una iglesia a la que poder ir a misa.

Encontramos que en la parroquia hay misa a media tarde.
La iglesia está abarrotada, pero una señora nos acoge cariñosamente y nos ofrece asientos delante del todo. Concelebran 8 sacerdotes, dos son los párrocos y el resto vienen peregrinando con grupos de diferentes sitios de España y de otros países.
La misa es cercana, muy participativa. ¡Una gozada!
La homilía sobre la Virgen da unas claves preciosas.
Tras comulgar sigo con mi meditación sobre mis debilidades, miedos, egoísmos, inseguridades...
Le ruego a Dios para que me enseñe a amar mi vida y que ese amor a mi vida me lleve al amor y respeto a la vida de los demás y no a despreciarla por creerme superior, ya que en la homilía nos han hablado de dos actitudes fundamentales de la Virgen: docilidad y humildad.
Al finalizar la misa nos hacen la bendición de peregrinos y nos dan un papel a cada uno con alguna frase de la Biblia, a mí me toca esta cita:
 
"La mirada de Dios
no es como la mirada del hombre,
pues el hombre mira las apariencias,
pero el Señor mira el corazón"
(1 Samuel 16)"

¡¡¡Me he quedado atónita al ver cómo habla Dios!!!
Ha respondido a mis reflexiones e inquietudes. Me pide que no juzgue, que sólo él conoce la profundidad de lo que alberga el corazón de cada persona. Igual que conoce lo que alberga el mío, y lo ama. Que puedo ampararme en ese Amor, en esos brazos de Padre.
Quique y yo salimos exultantes de esta eucaristía.

Marcelo nos espera en una terraza tomando una cervecita. Cuando la acaba decidimos ir al albergue a cenar y descansar, mañana nos espera una etapa larga, 35 kilómetros.
Les preparo una cena sencilla, perritos calientes, como se les suelo hacer a mis hijos. Me encanta mimar a la gente. Charlamos animados y en confianza y cuando acabamos, Quique se sienta en el ordenador del albergue para comprar los billetes del tren para nuestro regreso desde Santiago hasta Palencia.
La página da problemas al principio, y luego, los trenes aparecen completos. Debatimos sobre qué día y hora es mejor marcharse. Finalmente elegimos coger billetes para el tren de primera hora de la mañana del domingo. Hoy es jueves. Siento que aún queda mucho para el domingo, mucho tiempo y mucho por vivir y mucho por experimentar.
Mientras Quique se pelea con el ordenador y la página de Renfe, Marcelo abre su corazón.
Ahora le ha llegado el momento de que él se sincere. Según va compartiendo conmigo su historia, veo en su mirada algo diferente, siento su dolor profundo, oculto tras su capa de humor exquisito, y admiro la grandeza de una persona que se supera y que ama vivir y que lo hace en mayúsculas, aun en medio del sufrimiento y de las dificultades.
Siento que mi corazón se expande ante su relato y su presencia, me conmueve. Cuando termina, le abrazo espontáneamente. Deseo transmitirle que le comprendo, le valoro enormemente y le acojo. Es un momento de intensa emoción.
Cuando Quique logra terminar con la compra de los billetes, Marcelo vuelve a transformarse en el peregrino uruguayo alegre y decidido. Y yo no deseo hurgar más. Ya sabe que ESTOY.
Penúltima noche de albergue, pongo una música tranquila para cerrar los ojos y balancearme en los brazos de la paz de los dones recibidos en este día. Escucho Papillon, de Secret Garden.
¡FELIZ DESCANSO, SEÑOR!














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