La historia de Dick y Rick Hoyt

Se llaman Dick y Rick Hoyt, Dick (de 65 años) es el padre de Rick, que tiene parálisis cerebral, ya que al momento de su nacimiento su cordón umbilical se le enredó en su cuello, lo que le cortó la circulación de oxígeno y sangre al cerebro durante algunos minutos.Desde el principio los doctores daban un pronóstico más que reservado sobre el futuro intelectual del niño. Mas su padre y su madre estaban decididos a criarlo como una persona completamente normal. Sus padres tuvieron dos hijos más, y estaban convencidos de que Rick era tan inteligente como sus hermanos, ya que siempre quiso estar incluido en cualquier actividad, y sus padres hasta le enseñaron el alfabeto. Pero las autoridades de diferentes escuelas pensaban diferente, ya que pensaban que como no podía hablar no iba a poder entender.
Sin embargo, un grupo de ingenieros de la Universidad de Tufts, al haber visto un poco de evidencia de la inteligencia de Rick, le contaron un chiste, y según Dick (su padre, por si se les habia olvidado):
Rick se carcajeó. Entonces ellos entendieron que si podía comunicarse.
Estos ingenieros crearon una computadora interactiva con la cual Rick podía escribir con leves movimientos de su cabeza. El sistema funcionaba en pocas palabras con todo el alfabeto desplegado en la pantalla, Rick movía un cursor de letra en letra hasta llegar a la que quería usar, y con un movimiento de la cabeza la seleccionaba. Sus padres se sorprendieron al leer las primeras palabras de su hijo: “Go Bruins”, cuando en esos momentos los Bruins disputaban la Stanley Cup de hockey de los Estados Unidos, y se dieron cuenta que su hijo seguía con ellos los partidos.

En 1975 Rick fue aceptado por fin en una escuela pública, y convenció a su papá de competir en un maratón junto a él en beneficio de un jugador local de lacrosse que sufrió una parálisis debido a un accidente. Su papá nunca fue un corredor de largas distancias, pero aceptó a competir empujando a Rick de su silla de ruedas. Terminaron de últimos, pero consiguieron su victoria.
Poco a poco fue compitiendo en más eventos, y aunque al principio la actitud de sus “rivales” era intolerante, en siguientes competencias ellos más bien le deseaban éxitos y hasta hacían apuestas con él y su padre (siempre con la intención de hacerlo sentir uno más).
Después de cuatro años de maratones, Rick convenció a su padre de correr en una maratón, aunque su padre no sabía nadar ni se montaba en una bicicleta desde los 6 años de edad. Por este motivo su papá entrenaba hasta 5 horas diarias 5 veces a la semana, una de las razones por la cual Rick considera a su padre su modelo a seguir. En su primer triatlón , en un Día del Padre, terminaron penúltimos.
Para las triatlones, su padre corre empujando la silla de ruedas, pedalea con Rick sentado sobre una silla especial y nada con un bote inflable pequeño, pero pesado y estable (donde Rick se encuentra acostado) amarrado a su cuerpo. Y Rick nunca se sintieron con ninguna discapacidad cuando competían. De hecho, muchos competidores al pasarles a la pareja le decían: “Vamos Rick”; o “Ayuda a tu papá Rick”… y cuando la pareja pasaba a competidores, también decían: “De no ser por vos no estaríamos compitiendo”.
Rick se graduó de la Universidad de Boston como educador especial. Además trabaja en el Boston College desarrollando un sistema con el cual otras personas con parálisis cerebral pueda moverse en una silla de ruedas con movimientos de sus ojos, conectado a una computadora.
Ahora el Equipo Hoyt no solo compite atléticamente, sino que imparten charlas motivacionales alrededor de su país. Página oficial: http://www.teamhoyt.com/

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Adriana Macías

Perfectamente arreglada, coqueta, tiene un pedicure envidiable. A uno se le olvida a los cinco minutos que no tiene brazos.
Adriana Macías (Guadalajara, Jalisco) escribió el libro Abrazar el éxito, donde contaba la historia de su vida, cómo fue aceptarse con su discapacidad y cómo la veían sus papás. A raíz del éxito de ese volumen, nació La fuerza de un guerrero, donde narra la historia de un héroe fantástico, que en su camino conoce a personajes singulares: un joven que escucha con el corazón, a otro que lee con las manos, uno que se mueve entre sombras y a una niña que hace magia con los pies.
-Tu que has vivido con discapacidad toda tu vida, ¿cómo has notado el cambio de la sociedad hacia las PcD?
-Ha habido muchos cambios. Desde la entrada del Teletón se hizo mucha difusión de la discapacidad porque antes era no hay que hablar de eso. Ahora la actitud que tienen las personas sí es diferente, pero nos falta mucho por hacer y qué padre que sigamos teniendo metas. Qué bueno que entre más tengamos más querramos. El Teletón ayudó mucho, pero también la labor de los papás que desde antes se hacía, la labor de muchas asociaciones.
Adriana tiene cuatro meses de casada. Me enseña feliz su anillo que está, junto con el de compromiso, en su dedo anular del pie. Se casó el 26 de abril, un día después de cumplir 30 años. Su esposo, Juan Medina, no tiene discapacidad pero siempre se ha interesado en ese mundo. Sus mejores amigos son un sordo y un invidente.
-Me contrató para dar una conferencia sobre discapacidad. Yo estaba viviendo un proceso de superación de un rompimiento donde ya tenía anillo de compromiso y todo. De repente el chico me dijo: lo pensé bien y no me quiero casar con una persona con discapacidad. Que tal que mis hijos nacen como tu, o si necesito que un día de emergencia me planches una camisa y no vas a poder o si se me antoja un guiso y no vas a poder hacerlo. Fue fuerte, un año difícil. Estuve deprimida, pensé que a la mejor no me tocaba casarme, sino compartir otro tipo de cosas. Fui a una comida con Juan, yo pasé por él en un taxi. Cuando lo conocí, que en ese entonces tenía 29 años dije: con este me caso.
Desde la primera ocasión quedé enamoradísima de él. Tenemos muchos proyectos en conjunto, muchos sueños parecidos. Pero yo estaba superando el proceso, la mamá de Juan acababa de fallecer, estaba un poco triste. Fue un año difícil y de apoyarnos juntos, después de eso nos hicimos novios, cinco años de novios y nos casamos. Juan nunca ha visto mi discapacidad como un obstáculo.
En esa ocasión el mesero le dijo que por favor bajara los pies de la mesa. Cuando se dio cuenta de que era porque no tenía brazos, se apenó mucho. Pero ella, cuando se topa con alguien así, les dice lo mismo:
-Pues mire, la cuestión es que no tengo brazos, pero si se sienta aquí y me da de comer en la boquita, ¡yo feliz! Yo soy muy autosuficiente: me peino, me maquillo, la ropa que traigo hoy, yo me la puse. Cuando necesito usar traje sastre y hay cierres y broches algunos no me los puedo poner, pero él me ayuda. Los dos llevamos la casa muy bien. A veces yo lavo los trastes, a veces él. ¡Ya hubo un día una emergencia y sí le planche la camisa, sí se le antojó algo de comer y sí se lo cociné!
-¿Planean tener hijos?
-Sí, yo quisiera tener uno; Juan dice que 18... Yo le digo que si cada libro es un hijo sí, pero 18 de carne y hueso... Ya iremos viendo. Quizá si viene uno, ya me animo por el segundo. Yo tengo visualizada a una niña, ¡para peinarla y vestirla de rosa, mi color favorito!
-¿Ejerces como abogada?
-Ahorita poco. Reviso contratos. Mis propios contratos para las conferencias, los libros. O cuando Juan tiene algún proyecto o va a registrar algo a derechos de autor. Soy abogada corporativa, pero ya no tengo tanto tiempo por las conferencias, que me gustan tanto. El tiempo libre estoy con mi familia. Mi tesis fue una propuesta de ley para salvaguardar los derechos de las personas con discapacidad, antes de que existiera ninguna.
Pero la vida la llevó a otro lado.
-Siempre les digo que cuando vean a Adriana se vayan con este mensaje: si Adriana que no tiene brazos intenta ser feliz, ayudar y hacer un sueño realidad, yo puedo ser el triple de feliz, ayudar el triple y realizar el triple de los sueños. Mis papas siempre me dijeron que mi discapacidad nunca iba a ser un impedimento para lo que yo quisiera hacer. Creo que los papás en algún momento tienen que sacar la valentía para no sobreproteger a los hijos. Creo que mis papás estaban aterrados. ¿Si a cualquier joven le puede pasar algo, imagínate a una chica sin brazos en la calle, sola y en un mundo no adaptado para una persona con discapacidad. No había tanta concienca como la hay ahora. Pero ellos sabían que si pasábamos ese momento difícil, me iba a forjar mucha confianza. Era la única persona con discapacidad en la Universidad y para mi fue terrible. Pero al ver que mis compañeros lo único que querían era estudiar , era diferente, algo que no esperaban ver. Acepté que tenían derecho a voltearme a ver. Me dio una contractura muscular y dejé de usar las prótesis que usaba en los brazos. Decidí que no iba a perder un cuatrimestre por no poder llevar mis prótesis. Eran un estorbo. Sin las prótesis me sentía desnuda. Pero mis amigos me dijeron: ‘Oye Adriana, hoy sí se te hizo tarde... ¡hasta las prótesis se te olvidaron!'. Esa broma rompió el hielo. Si puedo hacer las cosas mejor con los pies, ¿porqué me angustio tanto?
En una ocasión, a los 15 días de estar haciendo mi servicio social, en el Tribunal Fiscal, la juez cumplió años y me invitaron a un desayuno de la jefa. Y fui... Hasta que llegué me acordé: ¿si yo no como sola en el restaurante, qué voy a hacer? ¿Cómo le voy a decir a mi jefe que me tiene que dar de comer en la boca si tengo 20 años? Tenía pánico. Pero todos estaban tan acostumbrados a verme hacer las cosas con los pies en el tribunal, que me quité los zapatos. Lo primero que tomé fue una taza. Y todos platicaron, en la convivencia, me voltearon a ver pero ya. Me cayó el veinte que la del pánico era yo, la frustrada soy yo. A la gente le da igual como comes, siempre y cuando no le quites de su plato sin permiso.
Doy conferencias y cursos de trabajo en equipo, de calidad. Tengo una conferencia para puras mujeres, donde me voy maquillando poco a poco, se llama "Poder femenino"... Otra que se llama "Del reino animal al mundo empresarial", las estrategias que usan todos los animales para sobrevivir, para hacer estrategias de cazar a sus presas, de protegerse entre ellos y salir adelante como analogía para los empresarios. Escribo para Libre Acceso, en su página, una columna que se llama "Las Andanzas de Adriana" sobre qué tan accesibles son los lugares.
Cuando era niña, pensaba que me iban a salir los brazos cuando creciera. Así como me crecía el pelo, o me salieron los dientes.
Aparte de escribir la segunda parte de La fuerza de un guerrero y quizá más, le encantaría escribir sobre vivir en pareja teniendo una discapacidad. "Me gustaría escribir sobre eso, pero quiero madurar más... Me encantaría escribir un libro, ya que sea mamá, que se llame: ‘Cómo educar a tu hijo con las patas y no morir en el intento'.
"Mi fuerza no nada más es mía, es de mis papás que decidieron tratarme igual que a mi hermana Eloísa. Eso me salvó la vida". Así como podía yo disfrutar y jugar, también sacudía las figuritas de porcelana de mi mamá... Cada día eran menos".
Testimonio de Juanita Hernández de Macías (su mamá)
Desde bebé empezó a agarrar su biberón con los pies y esa fue la luz para nosotros. Dijimos: ahí la vamos a apoyar, todo se lo dábamos en los pies. También tenia sus tareas y responsabilidades en la casa. Fue risueña desde muy chiquita y creo que esa sonrisa fue la que le abrió todas las puertas y le ayudó a que los niños en lugar de que la molestaran, la apoyaran.
En ese tiempo nos sentíamos solos en el mundo, que éramos los únicos con ese reto. Era 1978 cuando nació Adrianita. Encontramos el Centro de Rehabilitación mexicano que lo patrocinaba O'Farrill. Ahí recibimos un poco de apoyo para las prótesis, pero en ese tiempo la tecnología no había avanzado tanto.
En ese tiempo no había terapias para papás, me da gusto que ahora sí. Mi esposo y yo trabajábamos y nos dividíamos llevar a Adrianita a sus terapias.
En nuestro afán de ponerle algo que según nosotros le faltaba, convencimos a los doctores de que le hicieran unas prótesis de bebé que tenemos de recuerdo. Era difícil convencerla de que las utilizara. Pero ella es muy buena para hacer tratos y nos dijo: sólo las voy a utilizar para ir a la escuela, pero en la casa, uso mis pies como siempre. Y aceptamos, ella tenía que decidir también.
Dudamos sobre llevarla a una escuela regular o si darle clases en casa porque no había muchas opciones de escuelas especiales. Pero si hacíamos esto último, la íbamos a apartar del mundo. Fuimos a platicar con los maestros para que la aceptaran, fue difícil. Decían que la podían lastimar. Hasta dijeron que podrían bajar el nivel académico por aceptar a una niña con discapacidad, aunque no se utilizaba ese término entonces.
Aparte de los exámenes normales, también le hacían pruebas de psicología, de escritura. Las pasaba y ya no tenían argumentos para no recibirla y siempre con buenas calificaciones.Su hermana siempre fue muy unida a ella, es un año mayor. En el recreo siempre andaban juntas, sin que nosotros se lo pidiéramos, ella agarró el rol de mamá chiquita.
Yo sabía que era bueno que se enfrentara a las cosas sola, solo la encomendaba mucho con Dios y con la Virgen. Cuando se casó sentí mucha felicidad, es un sueño realizado, sólo me daba temor que se arriesgara a cosas por quedar bien, que la pusieran en peligro. Como en la estufa. Pero veo que Juan la apoya mucho, es muy paciente. Ya se me esta quitando la preocupación porque él la cuida. Viven a cuatro casas de la nuestra. Lo importante es la preparación, la fe. Y la paciencia. A mi me importa que ella sea feliz.




Adriana Macías. Página web: www.adrianamacias.com

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Mercedes García Laso

La psicología de la número uno
Mercedes García Laso, paralítica cerebral con una minusvalía física superior al 65%, ha obtenido el primer puesto en las pruebas para Psicólogos Internos Residentes (PIR)


La vida es dura... ¡Aunque también muy excitante!», exclama con el mismo entusiasmo con el que emprende cada nuevo reto. Y ella lo sabe mejor que nadie. Aquejada por una minusvalía física superior al 65% a consecuencia de una parálisis cerebral, Mercedes García Laso no se rinde ante nada y hasta el circense «más difícil todavía» se queda muy corto cuando se 'tira' de tópico para intentar describir sus épicas hazañas en los campus españoles.
Y es que en un país en el que, para sonrojo nacional, el porcentaje de estudiantes discapacitados que consiguen matricularse en la Universidad suele rondar el 2%, esta joven riojana de 31 años no sólo ha logrado licenciarse con brillantez en dos titulaciones de ciclo largo, Psicología y Farmacia -por Salamanca y Navarra, respectivamente- sino que acaba de obtener el primer puesto en las recientes pruebas para Psicólogos Internos Residentes (PIR), a las que se presentaron más de 2.000 aspirantes.
«¿A quiénes les voy a dedicar este número uno en el PIR? Lo tengo muy claro: a quienes estén dispuestos a 'acogerme' para hacer la residencia... ¡Soy puro pragmatismo!», asegura haciendo gala de su extraordinario sentido del humor.
Ahora mismo todo son enhorabuenas y reconocimientos públicos, bonitas palabras que llegan tras demasiados años de obstáculos en su lucha diaria por la superación personal: «Nací en 1975 y si la gente como yo se encuentra con muchas dificultades todavía hoy en día, pues imaginad cómo eran las cosas por aquel entonces. La verdad es que no he tenido grandes problemas, pero sí que he pasado por varias experiencias negativas en el pasado», cuenta García Laso. Sin embargo, todo aquello es ya agua pasada, son vivencias que prefiere «no tener que recordar, ni volver a hablar sobre ellas».
De lo que jamás se olvidará es del enorme apoyo que le prestaron «tanto en la Universidad de Navarra, donde estudié la carrera de Farmacia -allí completó uno de los cinco mejores expedientes académicos de su promoción- como en la de Salamanca», en la que se licenció en Psicología el año pasado, con un 3,2 sobre cuatro como nota media.
Vencido -y a lo grande- el escollo del PIR, está deseando completar los tres años de residencia que le esperan para poder dedicarse en cuerpo y alma al ejercicio de su auténtica vocación profesional, la terapia psicológica: «Ya tuve la oportunidad de comprobar que soy capaz de hacerlo bien en las prácticas que realicé en un centro de salud. No obstante, soy consciente de que necesitaré algunas adaptaciones debido a mis dificultades manuales».

FILOSOFÍA VITAL. Antes de alcanzar su próxima meta -que no la última-, esta joven riojana tendrá que conseguir sacarse «el título de Especialista en Psicología Clínica (al igual que un médico necesita el de Oftalmólogía para poder operar ojos) y éste se obtiene tras tres años de ir rotando por diferentes servicios sanitarios, lo cual complica bastante las adaptaciones del puesto de trabajo. ¡Confiemos en que todo me vuelva a salir bien!».
García Laso comprende que su testimonio podría servir de acicate para que cualquier persona en circunstancias similares a las suyas no arrojara la toalla y siguiera luchando por lo que más desea. Sin embargo, se muestra algo reacia a desempeñar el papel de consejera: «Tengo una filosofía que a mí me vale y que la quiero compartir con el suplemento CAMPUS por si le sirve a algún lector... ¡pero nada más! Creo que se trata de cuestiones demasiado íntimas y, como se suele decir en estos casos, no puedes ponerte en la piel de nadie hasta que no lleves durante tres lunas sus zapatos. Además, cada persona es 'incomparable' desde el punto de vista de que '' es única y '' no se puede comparar con otras».
Pudor o modestia a un lado, esta joven psicóloga, natural de Logroño, da muestra de las dotes que deberá poner a prueba muy pronto en el ejercicio diario de su profesión y explica que cuando se fija un objetivo trata de ir «directa hacia él, pero si aparecen obstáculos infranqueables o que simplemente no me merece la pena superar en ese momento, me busco otro propósito y sigo siempre avanzando hacia adelante mientras disfruto del camino».
Y es que ella ya aprendió hace mucho que una retirada a tiempo también puede considerarse como una victoria: «Esforzarse en conseguir algo es positivo siempre y cuando no se convierta en una obsesión, algo que puede llegar a resultar tremendamente peligroso. En mi opinión, lo importante es intentar ser feliz, todo lo demás resulta secundario». Tras pasar épocas tremendamente duras, esta particular forma de tomarse los acontecimientos que le va deparando la vida ha llevado a Mercedes García Laso precisamente al lugar al que quería arribar y por eso confiesa sentirse «muy a gusto conmigo misma».

EL VALOR DEL ESFUERZO

«Estoy dispuesta a esforzarme mucho para poder dedicarme a mi profesión», afirma Mercedes García Laso. La palabra esfuerzo es una de las que más presencia tienen en su vocabulario personal. Nacida en Logroño en 1975, el relato de su vida está plagado de afán de superación y amor propio, cualidades que le han permitido licenciarse en dos carreras con brillantes expedientes académicos y obtener la primera plaza en las pruebas para psicólogos residentes. Su tremendo empuje también la ha llevado a dominar dos idiomas -inglés y francés-, a sacarse (¡y a la primera!) el carné de conducir y a colaborar con varias ONG. Pero eso no es todo. García Laso es una asidua de los talleres de teatro, acostumbra a participar como ponente en mesas redondas sobre discapacidad y también publica artículos de opinión en diversos medios de comunicación. El caso es no parar.

SE PRESENTARON A LAS PRUEBAS 2.000 CANDIDATOS
UNA PARALÍTICA CEREBRAL CONSIGUE SER LA PRIMERA EN UNAS OPOSICIONES PARA PSICÓLOGO


La riojana Mercedes García Laso, que tiene una parálisis cerebral de nacimiento y una discapacidad del 80%, ha logrado el número uno en las oposiciones para Psicólogos Internos Residentes (PIR). A estas pruebas, se presentaron más de 2.000 licenciados.
"Nunca me he rendido ante las dificultades", ha señalado García. dispuesta ejercer su profesión por encima de todo porque "lo que me hace ilusión es trabajar".
Mercedes García Laso, nacida en Logroño hace 31 años, tiene un expediente académico envidiable, con licenciaturas en Farmacia -con uno de los cinco mejores expedientes de su promoción en la facultad de Pamplona- y Psicología en Salamanca.
"No me gusta estudiar, pero siempre he sido buena en ello", confiesa la psicóloga.
Su etapa universitaria le "cambió la vida"
La universidad ha sido el lugar en el que, probablemente, más ha podido demostrar la fuerza de su carácter y su afán para superar las dificultades de movilidad y para escribir.
Una silla de ruedas eléctrica y el ordenador le facilitaban el trabajo "y también las amigas con las que vivía me ayudaban cuando necesitaba algo" aunque "al hacer algún papel o hablar con un profesor nadie podía ayudarme, eso es algo personal".
"La universidad me cambió la vida", asegura, ya que a los 19 años superó "la etapa más difícil, la adolescencia" cuando no se "atrevía ni a bajar a comprar el pan, por vergüenza".
Antes "había sido una niña muy alegre, no tuve problemas con los otros niños" aunque admite que "estaba todo el día por el suelo".
La psicología, su verdadera vocación
Después del instituto estudió Farmacia en Pamplona "pero ya antes de acabar vi que no era lo mío, porque para mí hubiese sido muy difícil trabajar en una farmacia", afirma.
En su estancia en la Universidad de Navarra descubrió su vocación de psicóloga, "porque la gente venía a hablar conmigo, me contaba sus problemas y yo no sabía por qué" quizás porque "tengo empatía, me pongo en el lugar del otro".
"Desde entonces empecé a leer sobre psicología y una amiga que ya ejercía esa profesión me habló de su trabajo". Convenció a sus padres para matricularse en Psicología en la Universidad de Salamanca, carrera que finalizó en tres años y medio "aunque no me convalidaron ni una asignatura".
"Me lo tomé como un trabajo" y "no tuve la típica vida de estudiante entre semana" aunque "los fines de semana sí salía, ¡estaba en Salamanca!", exclama, en alusión al ambiente estudiantil de la ciudad castellana.

MERCEDES GARCÍA LASO NÚMERO 1 DEL PIR

«Mi virtud es que soy responsable y sé cuáles son mis obligaciones»
La riojana Mercedes García, que sufre parálisis cerebral, consigue el número uno en las pruebas para psicólogos residentes (PIR)

Mercedes García Laso, logroñesa de 31 años, ha conseguido el número uno de entre más de dos mil aspirantes en las pruebas para Psicólogos Internos Residentes (PIR), el equivalente al MIR médico. El lunes pasado conoció la nota. Pero en el ya meritorio éxito de Mercedes, se da además una circunstancia excepcional: la joven sufre una parálisis cerebral que le provocó una minusvalía física del 65%. Mercedes tiene que usar a menudo silla de ruedas, pero sólo para sus desplazamientos largos. Tampoco puede escribir a la misma velocidad que sus compañeros, pero con la ayuda del portátil y de las fotocopias y con la comprensión de los profesores, ha sido capaz de llevar al día (más que al día) todos sus estudios.
Ahora, la joven riojana se encuentra en un momento crucial de su vida: debe elegir destino entre los 98 puestos ofertados para los PIR. Pero aún tiene dudas. «Por un lado, me gustaría estar cerca de Logroño (en la capital riojana no se ha convocado ninguna plaza). Pero por otro, quiero estar en un buen hospital donde pueda aprender cuanto más mejor», relata. Mercedes aspira a trabajar en terapia, aunque, al contrario que en el MIR, en el caso de los psicólogos existe una especialidad única, Psicología Clínica. La joven, que ya ha comenzado a informarse a través de sus profesores, visitará en las próximas semanas diferentes hospitales para conocer de primera mano sus posibles elecciones. «Tendré que decidir en abril», añade, mientras advierte de que su parálisis no le impide prestar terapia «perfectamente». Mercedes rechaza ser etiquetada como «ratón de biblioteca». Al contrario, se considera preparada para el lado práctico de su profesión y lo prueba con las ofertas de trabajo que recibió mientras vivió en EEUU y su frecuente participación en mesas redondas, conferencias y coloquios, donde suele ser invitada como ponente.

«Nerviosísima»

Mercedes se examinó del PIR el 20 de enero. Aunque las pruebas se realizan en todas las comunidades autónomas, las personas con discapacidad se desplazan a Madrid. Ella confiesa que estaba «nerviosísima» cuando se sentó a responder a las preguntas del examen. «Te lo juegas casi todo en un día: hay mucha gente y pocas plazas», agrega. Pero no tenía motivos para la inquietud: se había licenciado en la Facultad de Psicología de Salamanca seis meses antes con un expediente brillante, después de acabar la carrera en tres años y medio en lugar de los cinco pertinentes.
En el medio año previo al PIR, Mercedes ya había preparado las pruebas con un programa espartano y apuntes que llenaban una habitación. «Mi virtud es que soy responsable y sé cuáles son mis obligaciones», explica. La misma receta de esfuerzo que aplicó en Salamanca. «Yo me lo pasé muy bien los fines de semana, pero sabía que de lunes a viernes, estudiar era mi trabajo», cuenta.
Salamanca fue la segunda parada de Mercedes alejada de su nido familiar de Logroño. En 1994, la joven salió por primera vez a estudiar fuera, a Pamplona, donde se licenció de su primera carrera, Farmacia. «Durante el Bachillerato fui por Ciencias porque era más fácil y decidí hacer Farmacia. El primer año en Pamplona, compartiendo piso con cuatro personas, fue el mejor de mi vida. Me solté, me atreví a hablar con la gente; antes no bajaba ni a comprar el pan. Fue maravilloso y cada uno de los cinco años, mejor que el anterior», cuenta. Mercedes acabó la carrera con uno de los cinco mejores expedientes de su facultad en la Universidad de Navarra. «Pero pronto me di cuenta de que Farmacia no era mi verdadera vocación», sigue. Y como Mercedes cree que los sueños están para cumplirlos, desechando becas, 'másters' y trabajos, comenzó su aventura en Salamanca. Un brillante trayectoria saldada ahora con el penúltimo éxito: el número uno en unas pruebas que le abren las puertas al mercado laboral. Su próximo reto.

“Mi vocación es la terapia y estoy dispuesta a esforzarme mucho para dedicarme profesionalmente a ella”

- Mercedes García Laso, licenciada en Farmacia por la Universidad de Navarra y con una minusvalía del 65%, ha obtenido el número uno en el PIR

Mercedes García Laso. Foto: Manuel Castells
Mercedes García Laso, graduada en Farmacia en la Universidad de Navarra (1999) y en Psicología en la Universidad de Salamanca, ha obtenido el primer puesto en las pruebas para Psicólogos Internos Residentes (PIR). La parálisis cerebral que le provoca una minusvalía mayor del 65% no ha sido obstáculo para que esta logroñesa de 31 años haya destacado entre más de 2.000 aspirantes. “Mi vocación es la terapia. Me siento muy segura de ello tras realizar prácticas porque sé que lo puedo hacer. Estoy dispuesta a esforzarme mucho para dedicarme profesionalmente a ella”, asegura.
Cuando Mercedes terminó el Bachillerato se encontraba “totalmente apática” y no sabía qué estudiar. Los consejos de una amiga de su madre le encaminaron a Farmacia. Sí tenía clara una cosa: “Quería estudiar en la Universidad de Navarra. Pensé que sería lo mejor para mí por la atención personalizada y el primer año en Pamplona fue el mejor de mi vida”.

Vocación terapéutica
Además, la convivencia universitaria le descubrió la amistad, le abrió la mente y le aportó confianza. “Vi que con esfuerzo se puede conseguir todo”, cuenta Mercedes.
Su trayectoria en la Universidad de Navarra fue brillante y productiva. Un expediente académico entre los cinco mejores de su promoción y sus prácticas en el Servicio de Farmacia de la Clínica Universitaria así lo avalan. Pero las confidencias de sus amigas a lo largo de la carrera le descubrieron su vocación profesional. En 2002 comenzó una nueva etapa en Salamanca, donde en tres años y medio, en lugar de los cinco comunes, se licenció en Psicología con un 3,2 sobre 4 como nota media.
“Teniendo en cuenta mis dificultades, es el trabajo que mejor puedo desarrollar. Me encanta y los profesores y mis tutores de prácticas me han dicho que se me da muy bien”, asevera Mercedes, quien asegura que no escatimará esfuerzos para conseguirlo.
Dentro de un mes, se vislumbrará su futuro profesional. Por el momento, cuenta con varias posibilidades. “Barajo trabajar en Pamplona pero estoy abierta a cualquier lugar de España. Sólo quiero ir dónde pueda aprender lo máximo posible para dedicarme a la terapia psicológica. Tendré alguna dificultad, por ejemplo, al llenar la historia clínica, pero confío en desarrollar bien mi trabajo”, enfatiza Mercedes.

MERCEDES GARCÍA LASO –PRIMER PUESTO EN LA CONVOCATORIA PIR

Mercedes García Laso, es original de Logroño, tiene 31 años, y acaba de saber que ocupa el primer puesto de entre los más de dos mil aspirantes en las pruebas para Psicólogos Internos Residentes (PIR). Esta joven excepcional, que ya contaba con una licenciatura en Farmacia, cursó sus estudios de Psicología en tres años y medio, y se licenció hace aproximadamente 7 meses en la Facultad de Psicología de Salamanca.
Más excepcional resulta el hecho de que Mercedes tiene una parálisis cerebral que le ha provocado una minusvalía física mayor del 65 por ciento, lo que convierte su mérito en todo un ejemplo de constancia y superación.
El currículum de Mercedes no se reduce a lo académico. Según afirma, no le gusta estudiar. Viajó sola, haciendo trasbordo en Nueva York, a Maryland donde trabajó como voluntaria; está muy implicada en el movimiento asociativo de personas con discapacidad; ha participado como ponente en varias mesas redondas; estuvo trabajando con una beca en el Gobierno de La Rioja; ha realizado prácticas en diversos organismos ¡y tiene el carné de conducir! Resulta evidente que Mercedes no es un "ratón de biblioteca" aunque estudiar se le dé muy bien.

ENTREVISTA

En primer, lugar queremos agradecerte que nos hayas concedido esta entrevista, tenemos constancia del gran número de llamadas y entrevistas que te están solicitando diversos medios. Mercedes, enfrentas ahora un momento crucial: elegir destino entre los 98 puestos ofertados para los PIR. ¿Has pensado ya dónde te gustaría realizar la residencia?
Todavía estoy recogiendo información. Quiero encontrar el sitio más adecuado para mí, donde sean sensibles a mis peculiaridades y estén dispuestos a hacer un esfuerzo conmigo.
Voy a tener algunas dificultades a la hora de hacer la residencia, sobre todo porque consiste en una rotación por diversos servicios, lo que hace difícil la adaptación del puesto de trabajo.
En el Practicum que realicé en un Centro de Salud comprobé que podía conducir una terapia, con ciertas adaptaciones por mis dificultades manuales, por supuesto. Fue esto, junto con el consejo de profesores y tutores, lo que me animó definitivamente a preparar el PIR como siguiente paso al objetivo que tengo desde hace años de dedicarme a la terapia.

¿Cómo encaras esta nueva etapa?
Como un nuevo reto ¡me encantan los retos! Siento miedo pero estoy acostumbrada a ello. Creo que es una gran oportunidad para seguir aprendiendo y creciendo, tanto profesional como personalmente.

Seguramente hayas fantaseado en numerosas ocasiones con cómo serán los meses de residencia. ¿Qué expectativas tienes respecto al PIR?
Como te decía antes, confío en que todo salga bien. Me importa mucho más que me "acojan a gusto" que la localización cerca de Logroño o la orientación teórica.

¿Cómo ha sido todo el proceso hasta presentarte al examen?
Lo primero fue tomar la decisión de preparar el PIR, para lo cual consulté a profesores, residentes y demás. Luego me matriculé en una academia para estudiar a distancia y posteriormente realicé un curso intensivo.
¡La verdad es que me he pegado una "panzada" de estudiar tremenda!

En el futuro, ¿dónde te gustaría desarrollarte profesionalmente?
Quiero hacer terapia y, dependiendo de las circunstancias, me especializaré o no en personas con discapacidad.
En principio -y digo "en principio" porque con mis experiencias en la residencia todo puede cambiar- confío en construirme un tipo de terapia que se ajuste a mis características personales y actualmente los enfoques que más me gustan para ello son el sistémico, el humanístico, el post-racionalista y/o integrador. Pero quiero insistir en que esto es lo que pienso "ahora", con lo cual no tengo ningún inconveniente ¡al contrario! en formarme en otras orientaciones.

El Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos ha venido denunciando desde hace tiempo que el número de plazas PIR son insuficientes para cubrir la demanda asistencial de psicólogos clínicos en el Sistema Nacional de Salud. ¿Cuál es tu opinión a este respecto? ¿Te parece que sería necesaria una mayor incorporación de psicólogos al Sistema Nacional de Salud?
Por supuesto, son necesarios más Psicólogos para mejorar la atención psicológica a la población tanto en calidad como en cantidad. Por lo que conozco, con sesiones de media hora cada tres semanas no se puede hacer demasiado…

Como posiblemente conozcas, desde que en el año 2003 se aprobara la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS) 44/2003, excluyendo a la licenciatura en Psicología del reconocimiento como profesión sanitaria, el debate en torno al estatus profesional de la Psicología ha sido constante en numerosos foros relacionados con esta disciplina. ¿Cómo valoras tú las medidas propuestas hasta el momento para hacer frente al conflicto del reconocimiento sanitario de la Psicología? ¿Qué medidas consideras que deberían tomarse?
La verdad es que no estoy demasiado informada al respecto. Espero que la "unificación de titulaciones europeas del 2010" (creo que se llama así) sea una oportunidad para el cambio y en ello el Colegio Oficial de Psicólogos deberá jugar un papel importante.

Una riojana con parálisis cerebral, número uno entre más de 2.000 opositores al PIR

Mercedes García Laso, licenciada en Farmacia por la UN y en Psicología, tiene una discapacidad del 80 por ciento

La riojana Mercedes García Laso sufre parálisis cerebral de nacimiento y tiene una discapacidad del 80 por ciento, pero ha logrado el número uno en las oposiciones para Psicólogos Internos Residentes (PIR) a las que se presentaron más de dos mil licenciados.

Nunca me he rendido ante las dificultades», recalcó esta mujer, dispuesta ejercer su profesión por encima de todo porque lo que le hace ilusión «es trabajar».
Mercedes García Laso, nacida en Logroño hace 31 años, tiene un expediente académico envidiable, con licenciaturas en Farmacia -con uno de los cinco mejores expedientes de su promoción en la Universidad de Navarra (1999)- y Psicología en Salamanca, a pesar de que «no me gusta estudiar, pero siempre he sido buena en ello».
Sin embargo, la universidad ha sido el lugar en el que, probablemente, más ha podido demostrar la fuerza de su carácter y su afán para superar las dificultades de movilidad y para escribir.
Una silla de ruedas eléctrica y el ordenador le facilitaban el trabajo «y también las amigas con las que vivía me ayudaban cuando necesitaba algo» aunque «al hacer algún papel o hablar con un profesor nadie podía ayudarme, eso es algo personal».
«La universidad me cambió la vida», asegura, ya que a los 19 años superó «la etapa más difícil, la adolescencia» cuando «no me atrevía ni a bajar a comprar el pan, por vergüenza».
Antes «había sido una niña muy alegre, no tuve problemas con los otros niños» aunque admite que «estaba todo el día por el suelo».
Después del instituto estudió Farmacia en Pamplona «pero ya antes de acabar vi que no era lo mío, porque para mí hubiese sido muy difícil trabajar en una farmacia», confiesa.
Sin embargo, en su estancia en la Universidad de Navarra descubrió su vocación de psicóloga, «porque la gente venía a hablar conmigo, me contaba sus problemas y yo no sabía por qué» quizás porque «tengo empatía, me pongo en el lugar del otro».
«Desde entonces empecé a leer sobre psicología y una amiga que ya ejercía esa profesión me habló de su trabajo», por lo que convenció a sus padres para matricularse en Psicología en la Universidad de Salamanca, carrera que finalizó en tres años y medio «aunque no me convalidaron ni una asignatura».
Lo consiguió gracias a que «me lo tomé como un trabajo» y «no tuve la típica vida de estudiante entre semana» aunque «los fines de semana sí salía, ¡estaba en Salamanca!», exclama, en alusión al ambiente estudiantil de la ciudad castellana.

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Kyle Maynard

Sin manos ni pies escribe –con bolígrafo y ordenador–, conduce su cherokee y hace mil otras cosas que parecían imposibles.

No hace falta haber terminado este libro para desear encontrarse con algún defensor del aborto, uno de esos eugenesistas posmodernos que se desayunan con unos cuantos embriones humanos en las papeleras y decirle: ¡Chúpate esa!
Esa es la primera reacción. Kyle Maynard nació con una amputación de causas desconocidas. Sus piernas acaban justo encima de las rodillas y sus brazos donde deberían estar los codos. Cuando el pediatra lo puso en brazos de sus padres, sabedores ya de que no tenía extremidades, su madre suspiró de alegría diciendo: “¡No puedo creer que sea tan hermoso!”. Pero la belleza de esa vida no acabó ahí, sino que justo empezaba, lo mismo que la de quienes lo siguen acompañando desde hace años.
Kyle Maynard nació en un hogar, no en una factoría donde los hijos se producen por encargo y con derecho a devolución si no se cumplen las expectativas. Por lo mismo sus padres, creyentes sinceros en Dios, desean lo mejor para su hijo y no para ellos. Cuando nace con esa limitación física no se escandalizan. Simplemente piensan que Dios debe tener algo previsto para él y que todo conducirá a un buen fin. Y en seguida se ponen manos a la obra.
El padre enseguida se dio cuenta de que si no enseñaban a Kyle a valerse por sí mismo lo haría un ser totalmente dependiente y, además, impedirían sus posibilidades de progresar. Por eso, y sin dejar de acompañarlo, hubo de aprender a comer solo y muchas otras cosas. Eso le inculcó una mentalidad: nunca se deben poner excusas, porque ello hace que de antemano nos indispongamos para lo posible, aunque sea difícil.
Uno se emociona, y se avergüenza un poco de sí mismo, cuando ve donde ha llegado Kyle. Sin manos ni pies escribe, tanto con bolígrafo como a ordenador, conduce su cherokee y hace mil otras cosas que, de antemano, parecerían imposibles. A través de la historia que nos narra descubrimos al niño que se supera a diario, que llega a formar parte de un equipo de fútbol americano y consigue ser campeón de lucha libre o batir record en levantamiento de pesas.
Pero eso es sólo la parte exterior de un alma grande, de un deseo de superación difícilmente igualable y un testimonio estremecedor de cómo la dignidad de la vida está por encima de las circunstancias.
Vale la pena leer este libro, que estimula a afrontar a vida con una mayor ilusión y sin excusas. Irene Villa, que perdió las dos piernas en un atentado de ETA, enriquece el ya de por sí imprescindible libro con un prólogo, que es también un testimonio y un reconocimiento.
En la actualidad Kyle Maynard estudia en la Universidad. Es conocido por millones de personas que lo han visto u oído en la televisión, los periódicos y la radio. Nadie ha quedado indiferente. Muchos, gracias a él han aprendido a afrontar sus propias vidas de otra manera. Un libro imprescindible para dejar de respirar nihilismo.
Cuando la estrella televisiva Larry King entrevistó a Kyle en su programa de la BBC, los telespectadores norteamericanos respondieron emocionados. Fue una de las entrevistas con mayor audiencia, hecha a partir del libro Sin excusas que escribió el propio deportista. Su publicación ha sido el mejor estímulo para muchos minusválidos de todo el mundo.
Kyle Mainard (1986) nació con una rara enfermedad llamada amputación congénita. No tiene brazos a partir de los codos, ni piernas a partir de las rodillas y mide tan solo un metro y veinticuatro centímetros. Sus padres, pese a la recomendación de aborto, decidieron seguir adelante, enfrentándose a la denominada "cultura de la muerte". El resultado ha sido un hijo luchador y competitivo en el deporte que ha llegado a conseguir records en el deporte.
"Salvando la diferencia, que sobrepone la capacidad de este deportista de excepción a la mía, tenemos de nuevo algo en común: las ganas de superarnos, de ponernos retos, de divertirnos, de ser felices", escribe en el prólogo Irene Villa, la joven a la que una bomba de ETA cortó las piernas cuando tenía doce años y practicaba el baloncesto y el patinaje sobre hielo.
Para Kyle, sus experiencias con los boy scouts marcaron su infancia y le sirvieron para demostrar una vez más, que no había límites, que podía hacer lo que los demás niños de su edad y que de nada valía quedarse en casa lamentándose de sí mismo.
Competidor por temperamento Kyle Maynard se propuso tener éxito como deportista y con duro entrenamiento llegó a ser campeón de lucha libre en el estado de Georgia y en 2005 consiguió el record mundial en la categoría de halterofilia modificada de banco, al levantar 163 kilogramos, tres veces el peso de su cuerpo.
Arnod Schwarzenegger, gobernador de California, ex campeón de culturismo y ex actor ha dicho: "Como campeón de halterofilia y de lucha libre, Kyle Maynard es la bomba. Pero como ser humano excepcional. Es una de las personas más inspiradoras que he conocido. Recomiendo "Sin excusas" a todo el mundo".

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Carlota Ruiz Dulanto

Este vídeo fue emitido en el programa "Últimas preguntas" de TVE2 el pasado 4 de mayo de 2008. Este es el testimonio de Carlota Ruiz de Dulanto, madre de tres hijas y directiva de una importante empresa, sobre su experiencia de fe, especialmente ante circunstancias difíciles de su vida.








(MUNDO CRISTIANO - 22-9-2005) - Me llamo Carlota Ruiz de Dulanto, nací en la década de los 60 en una familia maravillosa, soy la mayor de 3 hermanos y la única chica. La enseñanza primaria la hice parte en París, donde estaba destinado mi padre, y la secundaria en Madrid, en el colegio Montealto. Estudié la carrera de Derecho en la Autónoma de Madrid.
A los 25 años sufrí un accidente grave, estaba trabajando en Michigan (EEUU) y durante un tornado me cayó un árbol en la espalda y me rompió la columna vertebral a nivel de las lumbares. En cuestión de segundos pasé de ser una bailona, esquiadora y deportista a sentarme en una silla de ruedas para toda la vida. Luego he conseguido desplazarme también con muletas pero en aquel momento, en la sala de urgencias del hospital, el pronóstico fue taxativo: "You will never walk again" (nunca volverás a andar).
A partir de ahí, me cambiaron los planes de vida, olvidé la carrera diplomática y entré a trabajar en IBM. Javier, mi marido, que entonces era mi novio, no se fue de mi lado, caso bastante inhabitual en estas circunstancias tan difíciles. Pasaron unos años, nos casamos y hemos formado una familia.
Trabajo en un departamento de IBM de operaciones financieras de la región sur de Europa, mi discapacidad no es un problema ni para mí, ni para mis compañeros, ni para la compañía. Compagino bastante bien mi vida familiar y laboral gracias a Javier y a mi madre, que están siempre implicados, y a la política de teletrabajo de mi empresa, que me permite flexibilizar los horarios de entrada y salida y si es necesario también trabajar desde casa. Y sobre todo porque Dios y solo ÉL es quien provee, Él me ha dado unas limitaciones y Él se encarga de solucionarlo todo, Él lo hace todo yo no hago nada. Dios nos ha regalado 3 hijas, Mencía, Mariana y Paloma. Estas tres princesas, ante los aspavientos de mi respuesta, muy a menudo me hacen esta pregunta:
- Mamá cuando te encuentres con Dios ¿qué le vas a decir?
- ¡¡¡Me lanzaré en sus brazos y me lo comeré a besos!!!
Realmente eso es lo que me produce pensar en mi Padre del Cielo. Cuando miro para atrás y veo mi vida, siento con qué delicadeza ha ido Dios guiándome... Nada de lo que me ha ocurrido ha sido por casualidad, su mirada amorosa estaba junto a mí, especialmente en los momentos más duros, que os aseguro los he tenido, quizá en esos momentos de pánico, dolor y desconcierto no lo notaba, pero sí sentía una algo firme que me decía "Carlota confía... confía ... confía..."], me ha rodeado de ángeles, han caído en mis manos libros muy profundos, me ha protegido siempre. Os puedo contar una historia muy bonita que me hizo caer rendida de fe a los pies de la Virgen María. En el año 2000 estaba embarazada de mi tercera hija y, como no iba a nacer hasta el 20 de noviembre, me fui tranquilamente de vacaciones a casa de mis suegros a Fuenterrabía. Contra todo pronóstico, el 15 de Agosto me puse de parto; en la Maternidad de Ntra. Sra. de Aranzazu de San Sebastián no pudieron pararlo y, esa misma noche, di a luz una niñita que más parecía una codorniz, de 600 gramos de peso, que me dijeron que no era viable. Cabía en las palmas de las manos de la enfermera que se la llevó, me ofrecieron verla pero no pude, no quería recordar su carita en mis sueños.
Le pedí a la enfermera que se la llevó que la bautizara. Cuando salí del quirófano me llevaron a otro cuarto con otra madre que también había perdido a su bebé y me dieron unas pastillas para cortarme la leche. A las 3 de la mañana apareció un pediatra a explicarnos la tenebrosa situación: la niña tenía un respirador y un derrame cerebral de prematura y, era tan inmadura, que el pronóstico era muy grave. Tenía pocas probabilidades de vivir y si vivía tendría graves secuelas.
La sensación de vacío, de soledad, de fracaso y tristeza me invadió por completo. Las horas cercanas a la madrugada eran metálicas y frías, oía llorar a otra madre en la cama de al lado, yo no tenía fuerzas ni para llorar, mi cabeza giraba en torno al vacío de la situación, había dado a luz a una niña que no iba a vivir.
En esos momentos de desolación absoluta, me acordé que la niña había nacido el día 15 de Agosto, la Asunción de María, a las 23:50, e hice la pirueta espiritual... Amanecía en San Sebastián, por la ventana se veía el cielo azul con hilos de nubes rosas, y pensé en Ella, en mi querida Madre del Cielo, revestida de gloria y nubes rosas, y le pedí lo imposible. Yo soy parapléjica y al pensar que mi hija podía ser paralítica cerebral toqué fondo: "¿dónde iba yo en silla de ruedas empujando otra silla de ruedas?". Tenía que creer en lo imposible y le pedí con toda mi alma a la Virgen una niña viva y sana. Cuando por la mañana regresó mi marido y le conté la osadía de mi petición, pensó que en esa noche fatídica, no sólo había perdido una hija, sino que además su mujer se había vuelto loca. A la mañana siguiente fuimos a la incubadora, el panorama era desolador, era el bebé más pequeño que habíamos visto nunca, a su lado un niñito en parecidas condiciones se acababa de morir. Fuimos a buscar al capellán para que le diera la Unción de Enfermos, porque ya la había bautizado la enfermera, y le pusimos de nombre Paloma. Íbamos dos veces al día a verla, a acariciarla y a sufrir a su lado. Pruebas, ecografías, vías, transfusiones, informes, el pulsímetro pitando a todas horas... Estuvo un mes con paradas cardiorrespiratorias que se la podían llevar en cualquier momento, cada día que llegábamos al hospital estábamos preparamos para la peor noticia. En esa angustia, me colgué de Ntra. Sra. de Aránzazu en la capilla del Hospital y le pedí hasta el hastío por esa niña. Os aseguro que cuando me quedaba sola en la capilla se lo pedía a gritos.
Cuando llegó a un kilo de peso, la trasladaron en UVI móvil a La Paz a Madrid, donde nuestras otras hijas empezaban ya el colegio. Allí estuvo dos meses más. Costó mucho pero, por fin, el 22 de noviembre nos la llevamos a casa con oxígeno y mucho miedo, agotados, pero nos la llevamos. Tuvo alguna recaída en los primeros meses, os aseguro que fue una pesadilla.
Hoy Paloma tiene 4 años va al colegio Montealto, es una niña más que sana, es fuerte, es guapa, lista, resolutiva, es vital y alegre, no tiene secuelas, es una superviviente que nos recuerda cada día que para Dios no hay nada imposible. En las cruces subsiguientes que me va presentando la vida, veo a Paloma y confío: estamos en manos de Dios, en las mejores manos, el problema es que no nos lo creemos.
También he descubierto la Cruz, el misterio de la Cruz Gloriosa, como siempre, Él está detrás, liberándonos y abriéndonos con ella la puerta del cielo. Él nos ha traído a este mundo y no nos deja solos, está ahí siempre, respetando nuestra libertad y susurrándonos al oído: "te quiero con locura, tanto que he dado mi vida por ti, y te creé porque te quiero y quiero que seas feliz conmigo eternamente"

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Ren Jiemei, la mejor costurera sin brazos

Muchas veces nos decimos, no puedo más, esto es imposible. El mundo de los discapacitados y de los empobrecidos no nos deja de dar lecciones. Y para muestra un botón. Una mujer que nació sin brazos es la mejor bordadora de su aldea.

“Nací sin brazos, así que desde niña me juré que lograría hacer cualquier cosa con mis pies”

Ren Jiemei, de 65 años, tiene tanta habilidad es sus pies que es capaz de enhebrar una aguja en su primer intento. Sus bordados son tan buenos que están reconocidos como los mejores de su aldea y las mujeres que se dedican a ello reconocen que no pueden competir con Ren ni en calidad ni en velocidad.
“Nací sin brazos, así que desde niña me juré que lograría hacer cualquier cosa con mis pies”, explicó. En sus días de alumna utilizaba los pies para escribir y la boca para pasar las hojas de los libros y a menudo se destacó como la mejor de su clase.
También los usa para comer, lavar, peinarse, dibujar y cortar papel. En abril del 2009 Ren fue invitada a hablar a los supervivientes del terremoto sobre cómo salir adelante con discapacidades.

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¿Qué es eso?

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El circo de la mariposa



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Nick Vujicic








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Tony Melendez

Tony, es el segundo de los cuatro hijos que conformaron el hogar de José Angel Meléndez Escoto (San Salvador, El Salvador 1939, Los Ángeles Ca. 1984) y de Sara María Rodríguez (Rivas Nic. 1943) nació sin brazos debido a los estragos de un medicamento recetado por orden médica a su madre durante el embarazo. El medicamento Talidomida debía calmar los efectos de náusea del primer semestre de embarazo, pero sus efectos dejaron graves consecuencias: al igual que a él, el fármaco provocó que miles de niños nacieran con deformidades.
Debido a las precarias condiciones de salud que existían en los países centroamericanos en los años sesenta, la familia Meléndez decide trasladarse a los Estados Unidos de América. Durante muchos años la familia tuvo que acomodarse a una forma de vivir con ciertas limitaciones materiales. Pero con mucho arraigo espiritual y onda chevere.
Tony jugó fútbol (soccer) en la secundaria de Chino, no tuvo limitaciones durante sus estudios, y detestaba sus brazos artificiales, los cuales, más de algunas vez, fueron a parar en un cubo de la basura. Está casado, su esposa y sus dos hijos, son su mayor inspiración
Fue su padre quien le dio sus primeras lecciones de guitarra y aquella vieja guitarra española que perteneció a su progenitor es uno de sus más preciados tesoros. Dios lo bendiga. Cuando niño, Tony veía a su papá tocar la guitarra y sintió el gran deseo de poderla tocar también, hasta que un día su papá puso la guitarra en el suelo. "Tony", dijo, "anda a lavar los pies". Se los lavó y se sentó a tocar la guitarra por primera vez. Nunca dejó que su condición física le desanimara, y con mucho esfuerzo y práctica, aprendió a tocarla magistralmente con los dedos de sus pies.
Hasta el día de hoy radica en los Estados Unidos, en la ciudad de Branson MO, llevando una ocupada agenda de conciertos, charlas motivacionales que han sido acompañadas de la redacción de un libro: "A Gift Of Hope" ("Un regalo de esperanza"), escrito en inglés, hoy traducido al castellano.
Es famosa su interpretación ante 6.000 jóvenes en el Universal Amphitheater de Los Ángeles el 15 de septiembre de 1987, para el Papa Juan Pablo II. Después de que Tony terminara de interpretar el tema "Never be the same", el Papa sorpresivamente saltó del escenario, se acercó a la plataforma donde se encontraba lo besó y lo felicitó.
Las palabras del Papa fueron las siguientes: "Tony, eres verdaderamente un joven muy valiente. Estás dando esperanza a todos nosotros. Mi deseo para ti, es que continúes dando esperanza a toda la gente".

Fué un momento inolvidable para él, así como para todo aquél que le vió aquel 15 de septiembre de 1987. Tony fue seleccionado para cantarle una melodía al Santo Padre. Subió a la tarima, acompañado con guitarra, la que sólo puede tocar con los dedos de los pies. Tony le cantó una linda canción a Juan Pablo II titulada, Never Be the Same (Nunca ser igual). Al terminar, el Santo Padre, emocionado, no pudo contenerse, saltó del escenario y se llegó a donde Tony para abrazarle. Para Tony, como para nosotros, la vida jamás sería igual.
Recorriendo el mundo Tony empezó a tocar en misa y en conferencias, hasta que lo vió alguien que trabajaba en la organización de las actividades para la visita del Papa a Los Ángeles en 1987. Tony fue seleccionado para cantarle al Papa y a los jóvenes, y allí ocurrió el famoso encuentro.
Desde ese momento no ha descansado, ha viajado a través de los Estados Unidos y a más de 30 países alrededor del mundo, compartiendo su música y hermoso testimonio vida y fe. Actuamente reside en Branson, Missouri, con su esposa y dos hijos. Allí también tiene una banda.
Escribió también un libro llamado "No me digas que no Puedes".


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Al final del curso

Se acerca el final de un ciclo que dura, como cada año, nueve meses, y ése es el final del curso escolar.
Los alumnos están deseando terminar, que lleguen ya las ansiadas vacaciones de verano, al fin y al cabo, llevan soñando con ellas desde septiembre. Los profesores también estamos necesitando recobrar fuerzas, son muchas las horas dedicadas a la atención y cuidado de tantos chicos y chicas, cada uno con su propia historia personal, que sentimos que ha llegado el momento de poder desconectar un poco y atender otros asuntos.
Como cada año, no niego que también reciba con agrado la llegada de las vacaciones, pero soy consciente de que echaré de menos a mis chicos, porque son muchos los momentos que hemos compartido. Sobre todo a todos aquellos a los que ya no veré el próximo curso, a mis alumnos mayores que terminan un ciclo de su vida, a mis dos “Juanes” y a “Alba” y a todos aquellos que comenzarán a estudiar en ciclos superiores o en la universidad. Echaré de menos sus visitas, sus preguntas, sus desahogos…
Soy muy consciente de que todos y cada unos de los alumnos que he tenido han ido dejando una huella imborrable en mi vida y en mi corazón, porque ellos son la razón de mi trabajo como profesora de religión.
Y llegado este momento, no puedo evitar cuestionarme hasta qué punto he podido ser guía, apoyo y educadora de ellos.
Nuestra labor docente es fundamental en sus vidas, un traspiés puede llegar a hacerles mucho daño, o un acierto marcar un punto de inflexión positivo en su rumbo. Nuestra tarea requiere de una gran responsabilidad pero, sobre todo, de mucho amor. Sólo por amor podremos ser capaces de atender pacientemente sus “locuras” de adolescentes. Sólo con amor podremos dar el toque de humor imprescindible en todo proceso educativo. Sólo viendo en ellos el reflejo de Dios seguiremos adelante con mucha ilusión.
Cuando comienza el curso, uno ve en sus caritas y en sus miradas las ansias de conocer mejor su mundo y dar un sentido a su vida. Aunque no sean conscientes de ello, sé que ansían encontrar el camino a la felicidad.
El gran problema lo encontramos a la hora de escoger ese camino. Nuestros pobres chicos están siendo bombardeados con multitud de propaganda, en series de televisión, anuncios, revistas, canciones, Internet, que va en contra su felicidad, al contrario de lo que pueda parecer. ¿Qué mundo les estamos ofreciendo? ¿Qué estamos haciendo con sus vidas?
Ellos no son peores que las generaciones pasadas. Ellos tienen los mismos problemas, las mismas inquietudes, los mismos deseos de amar que tuvimos cualquiera de nosotros a su edad. Pero… ¿qué les estamos ofreciendo? ¿Estamos ayudándoles a encontrar la auténtica felicidad?
Encuentro un problema de base en toda esta búsqueda, y es la ausencia de valores. No considero que ellos sean los responsables de esa falta de valores que, por llamarlos tradicionales, muchos los ven como algo negativo. Los auténticos responsables somos los mayores.
Debemos mostrarles con claridad que el camino del esfuerzo lleva a la satisfacción por la superación conseguida.
Debemos hacerles entender que el respeto a todos los que les rodean es el eje básico y fundamental de toda relación. Y que la existencia de una autoridad que está por encima de ellos no es sinónimo de frustración ni limitación de sus libertades, si no de guía en el camino de su formación personal.
La libertad, valor que se ensalza por encima de todos ahora mismo, no existe si no tenemos una formación personal, vivencial y académica que nos enseñe a discernir, a saber elegir. Porque ahora, somos libres de escoger lo que queramos, ¡sí!, pero no de hacer que eso que escogemos sea bueno. El control de los impulsos, de los instintos, no suponen ninguna frustración, aunque muchos pensadores quieran convencernos de lo contrario. El autocontrol y la disciplina, nos concede una libertad interior que nadie podrá robarnos.
Y todo eso sólo se consigue con una buena formación en la que todos debemos estar implicados, alumnos, padres, profesores, periodistas, publicistas, políticos… en resumen: toda la sociedad.
Y sólo con esa buena formación, nuestros chicos y chicas, nuestro futuro más inmediato que son ellos, encontrarán la felicidad. Por que, ya nos lo dijo Jesucristo: “La verdad os hará libres”


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Un canto a la Vida


¡Bienvenida a la vida, mi pequeña Clara! Aún no has nacido y ya ilumina y llena mi mundo tu presencia.
Estoy muy feliz porque la Vida es formidable y tú ya estás disfrutando de ella, quiero que aprendas amarla y valorarla en toda su amplitud.
Cuando tú nazcas verás qué mundo tan maravilloso ha creado Dios para ti.
Llenarás todos tus sentidos disfrutando de los campos de Castilla en primavera, con mil gamas de verde que se mezclan en un equilibrio perfecto, más aún cuando el sol los ilumina y resalta todo el esplendor de las flores blancas, rojas, lilas de nuestra tierra. Rayos de sol que iluminarán tu mirada y la convertirán en un reflejo de Dios que podrá contemplar todo aquel que tenga el privilegio saber mirarte. Porque tú, mi pequeña, eres un Regalo de Dios.
Llenarás tus sentidos disfrutando de noches claras de luna llena, serenas y bellas. Del canto de golondrinas, alondras y gorriones formando la mejor de las sinfonías.
Llenarás tus sentidos disfrutando de la música, de tantas melodías que harán que tu alma se eleve hacia ese cielo que tanto te gustará contemplar, y de tantas pequeñas cosas fascinantes que te rodearán día a día a lo largo de tu vida: los colores, los olores, los sonidos.
Llenarás tus sentidos con el cariño de los que te rodearemos, de papá y de mamá, de tu hermano Iván que ya te cuida desde hace unos meses y se preocupa porque nadie te despierte si hablan en voz demasiado alta a tu lado, y que ya me ha asegurado que te enseñará cuentos y a pintar pero que también te reñirá cuando hagas las cosas mal. Y de muchísimas personas que ya están deseando conocerte y estar a tu lado.
Llenarás tus sentidos con tus avances, tus logros y progresos, disfrutarás aprendiendo y descubriendo la vida día a día.
Pero también, pequeñita, tendrás que experimentar la tormenta, la oscuridad, los temores, la soledad… no tengas miedo, chiquitina, los que ya te queremos te ayudaremos a superarlo y todo eso te hará más fuerte y hará de ti una persona hermosa.
Dios tiene pensado para ti un proyecto de vida, un plan que sólo tú podrás realizar porque Él ha sido quien ha querido que llegues a nuestro mundo ahora, tal y como eres. Aunque de momento nosotros sólo sepamos de ti que te gusta brincar y dar muchas vueltas dentro de mí. Pero Él ya te conoce y sabe de lo que eres capaz, por eso le pido que te enseñe a descubrir tus posibilidades, tus capacidades, tus maravillosos dones y así sigas fielmente la vocación que Él te ha dado, aquello para lo que has sido llamada a la vida.
Todos tenemos algo que cumplir y debemos ser dóciles al plan de Dios, sólo así descubrirás la auténtica felicidad.
Verás que es costoso en muchas ocasiones y que tendrás que renunciar muchas veces a aquello que más te gusta o te atrae. Pero ten la certeza de que Dios siempre te dará lo que más necesitas… aunque no te lo parezca en muchos momentos, con el tiempo irás descubriendo que Él siempre tiene motivos que nosotros no alcanzamos a entender por nuestras limitaciones. Lo importante es que mantengas tu confianza en Él.
Porque, aunque tropieces, siempre estará para cogerte de la mano y levantarte. No te asustes, mi pequeña, estamos aquí para ayudarte a comprender todo esto y estate segura de que tú también vas a enseñarnos a nosotros multitud de cosas.
Si teniendo tan sólo unos pocos centímetros ya lo estás haciendo conmigo, imagínate de lo que serás capaz a medida que vayas creciendo.
El que te ha creado y ha querido que vinieras justo en este instante, tal y como eres, nunca te abandonará y hará de ti una persona que muestre la grandeza de la vida a todos los demás. Porque cada vida es un tesoro único e irrepetible, y cada vida tiene mucho que aportar a nuestro complicado pero maravilloso mundo.

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No se han ido del todo

En mi última reflexión hacía referencia a que el amor es un sentimiento trascendente capaz de superar las fronteras de la muerte. Esa misma noche a mi abuela le daba un neurisma cerebral y cuatro días más tarde nos dejaba, también, en medio de la noche.
Es una sensación dolorosamente extraña observar el cuerpo una persona que ha estado presente en tu vida desde tus primeros recuerdos, inerme, sin el más leve movimiento, sin el más mínimo aliento tras varias horas de lucha, de despedida. Es sorprendente cómo nos hemos acostumbrado tanto a la vida que ya no la apreciamos ni valoramos en toda su grandeza… hasta que se va.
Un buen amigo a quien recientemente le falleció su madre decía que la grandeza de una persona no se mide por su tamaño sino por el vacío que deja cuando se va. No le falta razón.
Mi abuela era una mujer de gran envergadura, pero el vacío que deja al marcharse es mucho mayor. ¡Cómo cuesta despedirse de un ser amado y afrontar el inmenso vacío que deja tras su marcha! Tantos recuerdos, tantos momentos importantes en tu vida, tantas experiencias, tantos gestos de cariño y de preocupación, tantas enseñanzas…
En momentos así, humanamente sólo cabe una desesperación apenas contenida gracias a tantas muestras de cariño y de apoyo por parte de todos aquellos que te aprecian y desean ser un consuelo en medio del desconsuelo. Indudablemente, el acompañamiento de tantos amigos y familiares que, con su presencia, te transmiten su afecto, ayuda y reconforta enormemente.
Pero no es suficiente, porque el vacío que deja la muerte de alguien al que siempre has querido y que siempre ha estado ahí es tan inmenso que no caben soluciones humanas.
Ante la muerte, ante la despedida de un ser querido sólo una cosa hace que sigamos respirando sin que nos duela a cada rato y ésa es la Fe.
Fe en que esto no es el final, porque volveremos a verlos, a disfrutar con ellos, y esa vez será sin las limitaciones que nuestra vida aquí nos impone… o dejamos que nos imponga.
Fe en que todo queda arreglado, ya no existen los malentendidos porque desde el mismo instante en que ellos terminan su vida en el mundo que conocemos, ya pueden entender como nunca nuestro interior, nuestras angustias y luchas, nuestras limitaciones y grandezas, y todo eso, podremos compartirlo algún día con ellos nuevamente. Porque una de las cosas que más desesperan ante la muerte de un ser querido es pensar que hay ciertos puntos que no han quedado aclarados, que no hemos podido demostrarlos cuánto nos importaban o cuánto los necesitamos, pero la fe nos da la confianza en que todo se resolverá cuando volvamos a encontrarnos, juntos ante la presencia de Dios. Esa seguridad da una serenidad y una paz imprescindible para afrontar el dolor de la despedida.
Fe en que ellos, los que se han ido, están en un lugar mejor, sin duda, disfrutando una felicidad plena gracias a la contemplación maravillosa de Aquel que los ha creado y amado con locura.
Fe, también, en que, tras su partida, podemos mantener con ellos una unión que supera las fronteras entre muerte y vida, porque sentimos su presencia y su acompañamiento desde otra dimensión más auténtica, más profunda, más espiritual. Porque no se han ido del todo, si aún pensamos en ellos y los mantenemos en nuestro corazón.
Siento que debe ser terrible afrontar esta experiencia tan inevitable como dolorosa sin fe, sin la esperanza de que volveremos a encontrarnos, sin la serenidad que da el saber que aquellos que se han ido han cumplido ya su misión y ahora están disfrutando de la resurrección que Cristo nos prometió.
Gracias a esta fe, uno es capaz de “dar la vuelta a la tortilla” y pensar, no en aquello que ahora nos falta sino en todo lo que pudimos tener mientras estas personas vivieron a nuestro lado. Gracias a esta fe nos sentimos privilegiados por haber compartido nuestra vida con esas personas, haber podido aprender tanto de ellas y haber recibido tanto amor por su parte.
Gracias a esta fe, uno puede mirar el cuerpo inerme de la persona a la que quiere, con lágrimas en los ojos pero una sonrisa serena en el alma que se llena de luz ante la presencia de alguien que ya alcanzó “el paraíso”.



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De la existencia de Dios


Es muy frecuente que mis alumnos me pregunten: “¿Qué pruebas tienes de que Dios exista?”
Reconozco que, por unos instantes, me siento ante un abismo porque no sé muy bien cómo responder de una manera sencilla y clara para ellos.
Pienso que de poco o nada serviría hablarles de las Vías de Santo Tomás de Aquino o cualquier otro tipo de justificación teológica.
Ciertamente no está demostrado científicamente que Dios exista, pero tampoco está demostrado que no exista.
Con la creencia o no en la existencia de Dios sucede lo mismo que con todos los sentimientos, ni el amor, ni la amistad, ni la alegría, ni la tristeza… pueden ser comprobados ni medidos con ningún método científico. Y, sin embargo, están ahí, existen.
Es aquí donde entra en juego la fe. La fe es un sentimiento basado en la confianza, confianza en que algo que no vemos existe y es real. Y, como todo sentimiento, no podemos obligarnos a que surja dentro de nosotros. Por eso consideramos que la fe es un don, un regalo de Dios. Pero sí podemos buscar la fe, buscar respuestas a las preguntas por el sentido de nuestras vidas y por el origen y destino final de las mismas. Jesús nos alentó a buscar sin descanso esa fe que nos llevaría a la plenitud en nuestras vidas: “Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán” nos dijo.
Pero lo que realmente hace reflexionar más a mis alumnos es hablarles de experiencias concretas y personales. Así que aprovecho a enumerarles algunos de los muchísimos momentos en los que siento que Dios se ha hecho presente en mi vida.
Sin lugar a dudas, la experiencia con la que siento de manera más radical el sentido de trascendencia de Dios es con el amor.
No en vano, Juan nos dio una de las mejores definiciones de Dios: “Dios es Amor”.
Al poco tiempo de nacer nuestro hijo mayor, Iván, descubrí con bastante claridad la trascendencia del amor. Durante larguísimos minutos me quedaba extasiada mirando sus leves gestos de recién nacido, parpadeos, bostezos, muecas con los labios, los movimientos de sus deditos… sabía que debía empaparme de todo aquello porque esa contemplación tendría un tiempo limitado. Aún hoy, a sus casi tres añitos, sigo quedándome anonadada admirando sus ocurrencias, sus gestos, y todos sus avances. La verdad es que tengo un hijo al que no puedo dejar de besar.
Esa contemplación de mi pequeño me llevó a una reflexión muy clara: amaba con total intensidad y entrega a esa criatura que Dios había puesto en nuestro hogar, pero sabía que no es de mi propiedad ni que duraría para siempre la etapa en la que habría que cuidarlo a cada segundo. Sabía que algún día nos tendríamos que separar, sé que algún día diremos adiós a esta vida que conocemos.
Entendí que no era posible que aquel amor tan intenso pudiera acabar nunca, ni siquiera con la mayor de las separaciones, que es la muerte. No podía creer que aquel sentimiento pudiera llegar a tener un punto final, porque entonces, dejaría de ser tan perfecto como yo sabía que es.
De ahí a creer en Dios como ser eterno e infinito sólo hay un paso. Si yo era capaz de sentir algo así… ¿¡cómo sería Aquel que me había creado!? Comprendí de una forma muy clara el sentido de trascendencia de un ser que ha existido y que existirá siempre, de un ser que ha querido que cada uno de nosotros estemos en este mundo, de un ser que nos ama por encima de todo y que garantiza que sentimientos tan puros y tan intensos como el amor que siento por nuestro hijo, duren para siempre, en esta vida y en la que vendrá después gracias a la Salvación que Dios obró en nosotros con la muerte y resurrección de Jesús.
Todo aquel que viva la paternidad, la maternidad, tendrá el privilegio de acercarse a la Trascendencia de un modo muy especial.
La entrega y el amor a nuestro pequeño Iván no puede pasar, ni acabarse, me niego a creer que tras nuestra muerte no queda nada, porque… ¿A dónde irían los miles de besos y caricias que damos a nuestro hijo ni las carcajadas con las que tanto disfrutamos? ¿A dónde irían todos los esfuerzos, entregas y sacrificios que hemos hecho en nuestra vida por amor a los demás? ¿A dónde irían las ilusiones, los sueños, las alegrías y las tristezas que van formando nuestra historia personal? Me niego rotundamente a creer que todo eso tendrá un punto final. Que no tendrá una repercusión más allá de esta vida.
Y es que, el ser humano siempre ha tenido ansias de infinito, seguramente porque hemos sentido que no podía terminarse nunca tanto Amor como hemos vivido y seguimos viviendo.

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La grandeza de hablar con Dios


Cada nuevo curso, cambian las clases y cambian muchos de mis alumnos, pero lo que no cambia es la curiosidad de mis chicos sobre cómo me comunico yo con Dios. "¿Tú le has oído alguna vez?, ¿Es que a ti te habla? ¿Cómo puedes saber qué te dice?" me preguntan.
Lo cierto es que a su edad, la oración era para mí una de mis grandes "asignaturas pendientes".
Desde bien pequeña recuerdo que me inculcaban la importancia de la oración en la familia, en el colegio y en el grupo de niños al que pertenecía (la RIE, cuyo carisma principal es el acompañamiento de Jesús en el sagrario).
Sin embargo, yo no acababa de sentir en mi interior el valor de la oración, porque yo hablaba, sí, pero a mí nadie me respondía. Y esa sensación de soledad fue haciendo de mi oración una obligación sin ningún tipo de aliciente, finalmente, una carga pesada.
Pero dicen que la gracia de Dios es terca, y si encuentra una puerta cerrada busca una ventana.
Él acabó encontrando "esa ventana".
Estaba en mi segundo curso de la carrera de Derecho cuando me invitaron a realizar unos ejercicios espirituales que durarían cinco días.
Reconozco que fue una experiencia dura. De los cinco días, creo que cuatro y medio los pasé entre lágrimas. Y, es que, hacer silencio para encontrarse con uno mismo es doloroso porque te topas de golpe con tus pequeñeces, con tus limitaciones y miserias. Para colmo, era incapaz de sentir la presencia de Dios de una forma especial durante mis ratos de oración de aquellos días y eso hacía que me sintiera aún peor.
Providencialmente, cayó en mis manos un texto en el que se relataba la experiencia de Sta. Teresa de Jesús con la oración. Explicaba que ella vivió nada menos que ¡Quince años de sequía espiritual!, quince años rezando todos los días durante tantas horas... ¿¡Sin sentir nada!? Y sin embargo, llegó a ser una de nuestras grandes místicas, llegó a una unión tan íntima con Dios que se elevaba durante su encuentro con el amado.
Saber aquello me tranquilizó. Si Sta. Teresa pasó por esa sequía ¿cómo podía yo aspirar a sentir a Dios en mi oración íntimamente sin haberme esforzado a penas nada?
El quinto día de los Ejercicios descubrí que la comunicación con Dios es un don, un regalo. Y Dios quiso hacerme partícipe de él, a pesar de no tener méritos.
Fue una canción, en una de las últimas reflexiones que nos dieron, la que hizo que saltaran los cerrojos de mi ventana y ésta se abriera de golpe. En ella Cristo nos decía: "Nadie te ama como yo. Mira la cruz, fue por ti, fue porque te amo".
Sentí que si Dios me había creado tal y como era, y que me amaba a pesar de mis miserias, ¿quién era yo para rechazarme a mí misma? No valorarme como persona suponía una ofensa a Dios, que me quiere tal y como soy. A su vez, eso mismo me comprometía a mejorar, pero con la serenidad de hacerlo bajo el amparo del Ser que mejor me conoce y más me ama.
Parece increíble ver cómo las tinieblas desaparecen de forma tan fulminante.
Dios actúa así, unas veces con la suavidad de la brisa, otras con la fuerza del huracán.
Desde aquel momento, leer las Sagradas Escrituras en mis ratos de oración se convirtió en uno de los momentos más iluminadores de mis días. Quedarme serenamente contemplando la presencia del Señor en el Sagrario, un encuentro personal que me llena de paz y seguridad.
Enseñar a rezar es una tarea muy complicada, la oración es una búsqueda y un encuentro. Lo que sientes no puede aprenderse de otros, aunque puedan ayudarte. Cada uno debe vivir su propia experiencia para entender lo que supone.
A mis alumnos les digo que puedo intentar describirles con grandes palabras cómo siento que mi alma se llena cuando "escucho" a Dios (es semejante a lo que se siente al contemplar una obra hermosa o una música que nos eleva), pero que nunca llegarán a entenderlo hasta que tengan su propia experiencia personal. Lo mismo sucede con el amor, hasta que uno no se enamora no llega a comprender el verdadero alcance de los miles y miles de palabras que se han escrito sobre el amor.
Y es que, el encuentro con Dios, es un encuentro con el Amor.

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Jerusalén


Al acercarse las fechas en las que vamos a celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, vienen a mi memoria, con más intensidad, dos de los lugares que visité durante mi viaje a Tierra Santa: el Cenáculo y el Santo Sepulcro.
El Cenáculo está en la primera planta de un edificio que pertenece a los judíos y es el sitio en el que Jesús celebró con los apóstoles la Última Cena y el lugar donde éstos recibieron el Espíritu Santo unos días después.
Estuve allí en dos ocasiones. La primera vez estaba lleno de gente, aún así, sentí una fuerza que me empujaba a abstraerme de todo el barullo y centrarme en el privilegio que suponía poder estar en el sitio en el que Jesús ideó un modo excepcional de seguir con nosotros hasta el fin de los tiempos, gracias a eso podemos estar con Él cada vez que lo deseemos, acudiendo a la Eucaristía o visitando un Sagrario. También es el lugar en el que nos desveló la manera en la que podíamos alcanzar la auténtica felicidad: Amándonos los unos a los otros.
Cuando regresé allí por segunda vez no había nadie. Resultaba extraño ver aquella sala sin ningún adorno ni símbolo cristiano. Siendo como es uno de los lugares más importantes para nuestra fe, su austeridad sorprende. Pero Dios es así, sus mayores acciones las realiza desde la sencillez y la discreción. Sin hacer alarde de su poder.
Por unos instantes imaginé la escena en aquella noche de entrega, el momento en el que Cristo se levantó a lavar los pies a sus discípulos, el momento en el que partió el pan, el momento en el que les pidió que nos amáramos... Ante la rememoración de lo que sucedió en aquella cena sólo supe decir: ¡Gracias!
La visita al Santo Sepulcro fue aún más curiosa.
El Santo Sepulcro es una basílica completamente caótica, un edificio ha ido superponiéndose a otro sucesivamente a lo largo de varios siglos. Si entras desde la Vía Dolorosa, la primera sensación que recibes es la de estar dentro de un laberinto donde naves y pasillos se cruzan unos con otros y aparecen capillas y criptas sin ningún orden aparente. ¡Es un lugar fascinante!
Su propiedad está muy dividida, sólo una pequeña zona pertenece a los cristianos católicos, custodiada por los queridos hermanos franciscanos que cuidan con mimo cada uno de los Santos lugares de los que son custodios.
El resto pertenece a cristianos de otras confesiones: ortodoxos griegos mayoritariamente, pero también, armenios, coptos e incluso etíopes.
Llama la atención la falta de orden y de silencio entre los visitantes del lugar. Hay un bullicio molesto y continuo que puede llegar a producirte una gran indignación. Estás en el sitio clave del cristianismo, el lugar donde todo adquiere sentido, el sitio donde tuvo lugar la resurrección y no puedes entender que no se guarde un silencio respetuoso ante aquel lugar tan sagrado.
Pero luego, te das cuenta de que a Cristo, en su camino al calvario y una vez colgado en la cruz, no le acompañaría precisamente mucha gente en actitud de contemplación y de reverencia. Aquel ambiente de jaleo en la Basílica del Santo Sepulcro debía de ser lo más parecido a lo que rodeó a Jesús durante su pasión y muerte.
Cuando caes en la cuenta de esto empiezas a mirar todo con los ojos del corazón y a entender la extraña forma que tiene Dios de manifestarse. Sólo con fe puedes admirar aquel sitio en toda su plenitud.
Subir a la planta en la que está el calvario es sobrecogedor. Tocar la piedra y pensar que fue allí donde Jesús se dio por completo te abruma, pero te llena el alma.
También tuve la suerte de poder permanecer un buen rato frente a la pequeña edificación que cubre el Sepulcro dentro de la Basílica y pude abstraerme de todo el movimiento que había por allí, desde mi lugar de observación privilegiado pensé que quizá fue allí donde las mujeres descubrieron el domingo, muy de madrugada, que algo excepcional había sucedido al ver corrida la piedra que cubría el sepulcro. En realidad nadie fue testigo directo del momento culminante de nuestra redención, pero el acontecimiento que dio sentido a nuestra fe en un Dios que nos salva sucedió allí.
Poder visitar aquel lugar y tener un rato de serena contemplación ante el Misterio, es algo que transforma por completo tu manera de vivir la Semana Santa, la Pascua de Resurrección y, por supuesto, toda tu fe.




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