Jóvenes en busca de sentido


He visto noticias sobre cómo distintos operadores turísticos preparan un paquete especial para que vengan hasta España jóvenes de otros países Europeos y pasar aquí unas cuantas horas para ir “de fiesta”. Su estancia es corta pero intensa. No tienen necesidad de buscar alojamiento porque pasarán esas horas nocturnas de bar en bar, de discoteca en discoteca, con un completo “todo incluido” en lo referente a las bebidas.


He visto en las noticias cómo jóvenes españoles o residentes en España pasan las noches de los fines de semana en las calles y plazas de nuestras ciudades celebrando lo que popularmente se ha llamado “botellón”.


Los jóvenes buscan el sentido a su vida y el camino que escogen se refleja también en sus diversiones, intentan sacar el jugo a su vida viviendo una fiesta de la que, por desgracia, sólo ellos participan, ya que sus actitudes acaban provocando graves molestias al resto de ciudadanos y lo que es aún peor, su forma de comportarse menoscaba en muchos casos su propia dignidad. Beben más de la cuenta porque sin alcohol parece que no es posible estar alegre, acaban sin poder controlarse a sí mismos, gritan hasta quedar afónicos, ensucian más de la cuenta y muchos terminan la fiesta inmersos en disputas con consecuencias más o menos graves. Las repercusiones de su forma de diversión son bastante negativas, no sólo para ellos mismos, aunque de eso se darán cuenta a largo plazo, sino también para los demás. Son muchos los padres que viven preocupados cada fin de semana por el estado de sus hijos. Además hay destrozos en las calles, suciedad y mal ambiente... Esto es lo que deja su fiesta particular. Muchos vecinos que viven por las zonas se quejan porque no pueden acceder a sus domicilios con serenidad durante esas fiestas, o porque no les dejan descansar o porque están hartos de tener que gastar dinero en los arreglos de sus inmuebles. Semanalmente buena parte de los presupuestos municipales van destinados a recomponer el estado natural de nuestras ciudades.


Conversando con diversos grupos de jóvenes acerca de sus formas de diversión, se reconocen cansados de hacer siempre lo mismo pero dicen carecer de otras alternativas o no son lo suficientemente valientes como para desmarcarse y hacer algo distinto. Se han acostumbrado a vivir los fines de semana de esa manera y si no lo hicieran se verían socialmente rechazados.


Este verano, en el mes de agosto, he visto jóvenes procedentes de todo el mundo llenar nuestros pueblos y ciudades.


He visto miles de jóvenes de más de 140 nacionalidades diferentes inundando las calles, las plazas, los parques, los autobuses y el metro de Madrid. Ellos también estaban de fiesta pero había una diferencia radical, porque estos jóvenes no provocaban molestias o malestar a su alrededor sino que transmitían su alegría por donde iban. Porque estos jóvenes hacían sonreír y participar de su fiesta al resto de ciudadanos. Las repercusiones de su diversión sí eran positivas. Cantaban y enarbolaban sus banderas como símbolos de identificación pero todos eran capaces de hablar el mismo idioma para conseguir el encuentro y la amistad entre ellos.


Y yo me pregunto ¿qué les diferencia?


Creo que todos, más aún los jóvenes, necesitamos buscar el sentido a nuestras existencias, intentar entender para qué estamos aquí y así poder alcanzar la felicidad que todo ser humano ansía. Sin embargo, muchos dejan pasar su vida sin atender a esa necesidad o buscan respuestas en lugares equivocados.

El Papa Benedicto XVI dijo en el discurso que pronunció a su llegada a Barajas el día 18 de agosto: “Vengo aquí a encontrarme con millares de jóvenes de todo el mundo, católicos, interesados por Cristo o en busca de la verdad que dé sentido genuino a su existencia”.


Los jóvenes de la JMJ nos han demostrados a todos que otra forma de diversión es posible. Que se puede estar alegre sin necesidad de utilizar el alcohol porque la alegría que viene de dentro es la que se contagia a los demás. Porque su interior, que aún está en busca de sentido ya está lleno, lleno de inquietudes y ansioso de respuestas, como todos, pero con una gran diferencia: tienen FE. Fe en que encontrarán a Alguien que dé respuestas a sus preguntas y que colmará sus anhelos. Se saben amados por ese Alguien y no se sienten vacíos y, por lo tanto, no necesitan llenarse a cualquier precio y eso, quieras que no, se refleja en su existencia y en los frutos que dan sus vidas.


Mil gracias a todos los jóvenes de España y a los que han venido de fuera, muchos desde tan lejos, para mostrarnos que sí podemos mirar al futuro con esperanza.


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