20 QMEV - ANSIA DE INFINITO
En la exhortación
apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), el Papa Francisco te
hace una preciosa invitación:
“Hay que vivir
con alegría las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
No te prives de
pasar un buen día”.
Has nacido con
una inmensa apetencia de felicidad que no se sacia con ninguna de las cosas
creadas de este mundo.
¿Por qué existe en
ti ese hambre de felicidad que no se acaba? ¿Por qué ese ansia de infinito?
Ese deseo
inagotable es la semilla que Dios ha puesto en lo más profundo de tu ser para intuyas
su existencia y no te canses de buscarle a Él, porque “Quien busca, encuentra”.
Como esta vida es
finita y todo lo que hay en ella tiene caducidad, no hay absolutamente nada que
logre saciar tu ansia de infinito, nada. ¿Nada? ¡No! Hay algo, hay Alguien,
sólo Él, “Sólo Dios”, como decía Santa Teresa.
Sin embargo será
fundamental que cada día de tu vida dediques un tiempo a practicar el ejercicio
de disfrutar con la felicidad relativa que el propio Dios ha derramado sobre
las cosas que Él mismo ha creado.
O lo que es lo
mismo, vivir con alegría las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
Se te pasan de
largo tantos días en tu vida mientras esperabas a que llegara la “gran alegría”
que dejaste escapar millones de pequeños regalos que cada día se te ofrecen
para vivir con plenitud y con sentido. Te estás privando de pasar un buen día
por no hacer el esfuerzo de observar con mayor detenimiento a tu alrededor para
encontrar y disfrutar de las pequeñas cosas.
Cada día se te
ofrece la oportunidad de aprender a vivir, de aprender a recrearte con esas
pequeñas cosas, de aprender a amar, de aprender a ser feliz en medio de todo y
a pesar de las insignificantes o enormes dificultades.
Está dentro de ti
la capacidad de elegir renegar de las circunstancias, retorcerte ante ellas,
amargarte y contagiar a la realidad con tu amargura viendo sólo lo que
consideras negativo.
O de elegir
sobrevolar por encima de todo lo que quiere anclarte en la desesperanza y el
miedo, confiando en que hay un sentido superior para todo lo que sucede aunque
aún lo desconoces. Abandonándote y sintiendo cómo la Gracia de la Fuerza de
Dios se va realizando a través de tu debilidad de la que brotarán unos frutos
inimaginables para ti en este mismo instante.
Dios no se cansa nunca
de Amarte así que acude a Él cuando estés cansado y agobiado para que alivie tu
peso.
Después de cada
proceso de duelo que hayas superado, habrás adquirido nuevos recursos para
afrontar lo que está por venir y también se habrá quedado grabado en ti el impulso
hacia la superación de los nuevos retos por muy terribles que éstos parezcan.
No te canses
nunca de ambicionar los carismas mejores.
La santidad es
alcanzar la mejor versión de tu ser. No se trata de dar la gran campanada un
día concreto sino de estar tintineando suave pero constantemente día a día. Y
que tu delicado pero incesante sonido vaya impregnando a quienes tengan el
privilegio de ser tus compañeros en el camino de la vida. Y que, a su vez, su propio sonido aliente cada nuevo paso que
vayas dando.
Concluyo con un
“Pensamiento para el camino” del P. Francisco Castro Miramontes:
“La vida es un
continuo aprendizaje, una universidad de la experiencia en la que siempre se
aprende algo nuevo.
El examen de
doctorado consiste en amar, con todo y pese a todo.”
El
amor es tu legado. El amor transformará cada circunstancia y logrará que el
terreno que parece estéril se vuelva fecundo.
El
amor es lo único de ti que permanecerá para siempre.
Porque
al final del camino, lo único que se te preguntará será:
¿Has
amado?
19 QMEV - ¿QUÉ SABEMOS?
¿Qué sabemos si
los imprevistos, dificultades, problemas que sobrevienen en tu vida, traerán
consigo consecuencias negativas o un saco de buenos frutos?
¿Qué sabemos
acerca de los resultados y las consecuencias que se derivarán de lo que ahora
te parece terrible?
Tienes la vida
proyectada, los planes cuadrados, tus previsiones hechas al milímetro y de
pronto, surge algo que lo pone todo patas arriba, que transforma tu existencia
y te entra un vértigo tremendo pero… ¿Qué sabemos acerca de lo que todo eso
traerá en su conjunto al final?
No te desgarres
antes de tiempo. Sosiega tu alma, ruega fortaleza y sabiduría para afrontar lo
que está por llegar y mira de frente a la vida.
Prácticamente, cualquier
cosa que te pueda pasar, tiene un valor relativo y lo que ahora te preocupa
hasta dejarte sin aliento, al lado de otra situación, podría quedarse en un
simple juego de niños.
En cualquier
caso, insisto, ¿qué sabemos?
Voy a leerte
varias frases del libro del P. Francisco Castro Miramontes titulado
“Pensamientos para el Camino”
“El
sufrimiento se inscribe dentro de lo que damos en llamar el misterio de la
vida, pero el ser humano tiene capacidad para transformar el mal en bien, lo
negativo en posibilidad de crecimiento espiritual y maduración humana”.
Por
eso mismo, ¿qué sabemos? Lo que ahora mismo puedes sentir como funesto, quizá
tenga la cualidad de transformarse en una riqueza inmensa para tu vida si pones
en funcionamiento tu capacidad para transformar el mal por bien. Que lo que
parece inicialmente como negativo, se convierta en una maravillosa oportunidad
para crecer espiritual y humanamente.
Todos
esos recursos que has ido adquiriendo y ejercitando cada vez que no dabas la
espalda a la realidad y afrontabas tu proceso de duelo, son las herramientas
perfectas para saber que, a partir de ahora, podrás salir adelante ante
cualquier circunstancia.
Otra
frase de “Pensamientos para el Camino”:
“La
vida es paradójica, pero de la síntesis de opuestos surge el equilibrio.
Sabemos que existe la luz porque tenemos experiencia de la oscuridad y ésta nos
hace desear la luz. Hasta la negatividad es capaz de engendrar cosas buenas”.
Y
es que Dios hace nuevas todas las cosas (Ap. 21). La humillación, la tragedia,
la muerte en la cruz, escándalo y aparente punto y final, se convirtió en el
triunfo de la vida con la victoria de la resurrección. Lo que supuestamente
estaba perdido el viernes santo, se transformó en vida que vence a la muerte.
En luz que penetra en la oscuridad más densa que pueda existir y la deshace.
Sólo
es necesaria una cosa: saber esperar. Con paciencia y con confianza. Abandonado
en manos del Señor que es quien hace nuevas todas las cosas.
No
es tarea sencilla, pero deja a Dios ejercer como tal y no trates de hacerlo tú
por él. Eres limitado y reconocerlo humildemente te va a dejar liberado de una
carga que ni te corresponde ni necesitas llevar.
Por último:
“El
dolor te hace más fuerte y solidario. Si sufres, aprendes a comprender al que
sufre, y brota así una especie de compromiso solidario a favor de quien está en
esa misma situación. El dolor nos hermana”.
No
se trata de ningún consuelo, es una realidad. El dolor te forja y te humaniza.
Te hace más sensible al dolor del otro, empatizas con él te sientes
identificado. Ese sentimiento te lleva a acompañar y a hacerte solidario con el
otro que también sufre. Acompañar en el dolor une tanto que te identifica, que
te hermana.
Ése
es uno de sus grandes frutos del dolor porque en él está presente el amor. Y el
amor vence al miedo y supera el dolor.
El
amor es esa capa invisible que te envuelve y te protege cuando todo se pone del
revés, cuando la noche es más oscura y fría, cuando parece que no cabe
consuelo, cuando la desolación anida en tu interior.
El
amor vence, poco a poco, pausadamente, sin estridencias. Llega silenciosamente
y comienza a empapar las situaciones más difíciles y de pronto las puedes
analizar desde una perspectiva diferente. Dejas de sentirte ahogado por las
circunstancias y logras empezar a ver en ellas oportunidades para expandirte y
crecer.
El
amor vence, el amor salva, el amor descongela.
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