Auténtico AMOR, AMOR Verdadero

Siempre me ha
llamado la atención una de sus escenas. Es aquella en la que ella aparece
viendo diferentes imágenes en televisión para ponerse al día en la historia de
la humanidad. Lo que me impacta de esta escena es ver cómo reacciona ante las
imágenes y cómo llora desolada cuando descubre el odio y la crueldad que existen
entre los seres humanos.
Una persona
muy especial me dijo una vez que deseaba recuperar el verdadero significado de
la palabra “Amor”.
La
determinación que mostró ante lo que me parecía una descomunal tarea, me
resultó desconcertante, tanto que no he dejado de pensar en esa misión desde
entonces.
Me planteo dos
cuestiones: ¿Por qué es necesario recuperar el significado de la palabra
“Amor”? Y, lo que es aún más complicado…, ¿cómo lograrlo?
Sobre la
primera cuestión, por qué necesitamos restaurar el auténtico significado del Amor,
comencé a caer en la cuenta sobre cómo a la palabra “Amor” la hemos lesionado,
mutilado, amputado, deformado, es más, manchado y denigrado de múltiples
formas.
Muchas
personas se han aprovechado del que es el sentimiento más universal y noble, del
sentimiento que nos hace más humanos y, a su vez, el que más nos asemeja a Dios,
para traficar con él, convirtiéndose en mercaderes sin escrúpulos de un “Amor”
muy mal entendido.
Es más fácil y
lucrativo promover en nuestra sociedad el narcisismo, el amor egocéntrico, que dirige
a la persona hacia sí misma, anhelando ser admirada y sentirse grandiosa pero que
la incapacita totalmente para conectar emocionalmente con los demás.
Promover el
hedonismo que considera al placer como el único objetivo de la vida, viviendo sólo
para disfrutar de los placeres, intentando evitar el dolor y el esfuerzo a toda
costa.
Promover el
materialismo que pretende cubrir la insatisfacción del ser humano, que muere en
sus egoísmos, pretendiendo cubrirlo con bienes materiales.
Promover la
superficialidad, no sólo no facilitar sino, además, poner trabas a la búsqueda
necesaria que debe hacer toda persona en su interior para poder conocer quién
es realmente y quién está llamado a ser.
Promover el
individualismo, en última instancia, porque sólo desde esta concepción del ser
humano, como individuo alejado y ajeno al resto de individuos, es posible que
fructifique y se desarrolle todo lo anterior.
Y todo ello lo
justificamos…. ¡¡¿EN NOMBRE DEL AMOR?!!
Cuando veo
tales ataques al Amor me siento como el personaje de la película de la que hablaba al inicio, que sufre en lo
más profundo de sus entrañas por el escándalo del ultraje que estamos
cometiendo al plan de Amor de Dios.
Y ¿cómo
podremos lograr tan ingente tarea? Pues primero tendremos que vivir y reconocer
qué es el verdadero AMOR para poder transmitirlo, y Dios es nuestro mejor
maestro.
Jesucristo nos
dijo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
El Amor es,
por tanto, ENTREGA DESINTERESADA. Entrega que no busca otra cosa que no sea el
verdadero Bien de la persona amada. Más aún, si estamos hablando del amor
conyugal en el que esa entrega debe ser recíproca ya que sólo así se puede
alcanzar la UNION con la totalidad del ser amado, una unión que construye un
NOSOTROS que es la suma del “tú” y del “yo” sin que ninguno de los dos quede
diluido, sino al contrario, ambos se potencian y se ayudan mutuamente para
alcanzar ser aquello a lo que están llamados a ser. Este Amor, por supuesto,
reclama la exclusividad del otro.
El verdadero
Amor es fiel. Está basado en la VERDAD que ilumina y alimenta la CONFIANZA, es
auténtico y no disimula ni presenta al otro una máscara de mentiras que hieren
su dignidad llegando a poder anularle por completo.
Es PACIENTE y
COMPRENSIVO. Como decía San Pablo: “Espera siempre”
Y es FUERTE y está
FIRME y DETERMINADO para afrontar las dificultades de cada día.
El Amor es la
mayor manifestación de Dios en nuestras vidas, pero al deformarlo y
trasgredirlo no estamos dejando que Él se nos muestre en toda su grandeza y
esplendor.
Por el
escándalo que me produce ver cómo estamos disfrazando de “Amor” al narcisismo, al hedonismo, al materialismo,
al individualismo, y distorsionamos de manera aberrante, he decidido adoptar
como mía la tarea de recuperar para el mundo el auténtico significado de la
palabra Amor, porque en nombre de él hemos tratado de justificar auténticas
barbaridades. Por culpa de esa manipulación tan repugnante del “Amor” resulta casi
imposible que entiendan en clase, nuestras generaciones futuras, el verdadero
sentido y alcance de la frase de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.
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