15 QMEV DOSIFICAR
¡Enhorabuena!
Has alcanzado la ACEPTACIÓN
Te regalo una oración de
aceptación y de abandono en la confianza que Santa Teresita de Lisieux
escribió:
“Que hoy haya paz dentro de ti,
Que puedas confiar en tu poder
más alto,
pues estás exactamente donde
debes estar.
Que no olvides las posibilidades
infinitas que nacen de la fe.
Que puedas usar estos regalos que
has recibido
y transmitir el amor que te ha
sido dado.
Que puedas sentirte satisfecho
sabiendo que eres un niño de Dios.
Permite que su presencia se
establezca en tus huesos
y permite a tu alma la libertad
para cantar,
bailar y calentarse en el sol,
que está allí para todos y cada
uno de nosotros”.
¡Qué maravilla! Eres un niño
mimado de Dios y estás exactamente donde debes estar.
Te invade un sentimiento de paz y
de armonía. Todo está bien.
Por supuesto quedan cuestiones
pendientes, problemas sin resolver, situaciones cuyo ritmo debes respetar. Pero
sientes que has sufrido una metamorfosis, como cuando sale la mariposa de la
crisálida y alza el vuelo. ¡Ya estás volando! Has crecido tanto, que no querrás
correr el riesgo de que algo intente mermarte o empequeñecerte de nuevo. No hay
retorno.
¡Eres tan distinto y a la vez tan
“tú”! Más “tú” que nunca. Y así está
bien. ¡Está muy bien! “Estás exactamente donde debes estar”.
¿Cómo has llegado hasta aquí?
Comparto contigo una escena de la película “La casa de tu vida” de Kevin Klein,
en la que un padre le dice a su hijo adolescente con graves problemas de
conducta:
“Los cambios
pueden ser tan constantes que no verás la diferencia hasta que sea obvio.
O tan lentos
que no sabrás si tu vida es mejor o peor hasta que lo sea.
O puedes
cambiar del todo y ser alguien diferente en un instante”.
¿Cómo se ha producido el tuyo?
Quizá ha sido tan repentino que
aún te estás recuperando de la sacudida.
O tan lento que su desgaste te
tiene exhausto.
O simplemente ha fluido de forma
natural pero ahora que lo percibes con nitidez estás anonadado ante lo que ves.
Fuera como fuera, ya no hay
vuelta atrás. No la hay porque no deseas volver a aquello que te ha encadenado
y rasgado. No deseas repetir las actitudes que impedían tu vuelo, ni las
costumbres que no te dejaban crecer y te anclaban a la mediocridad o a la
resignación.
Has encajado las piezas, has
sanado tus heridas, ahora es cuando las palabras de Jesucristo adquieren todo
su sentido: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el
reino de Dios” (Lc. 9, 62)
El Reino de Dios, la plenitud,
exige ser audaz y no reservarse nada para la vuelta. Exige lanzarse y confiar.
Abandonarse en los brazos del Padre. Soltar falsas seguridades y vivir desde lo
esencial.
Todo lo circunstancial habrá que
atenderlo pero no debes colocarlo en el centro de tu vida ya que, entonces, no lograrías
vivir en plenitud.
Ciertos hábitos y corrientes
tratarán de arrastrarte a lo anterior. Pero tú ya no lo permitirás, porque has
tomado posesión de ti y has elegido VIVIR.
Alcanzar el nivel de aceptación
al que has llegado tras tu proceso de duelo, “AMAR LO QUE ES”, es un auténtico
triunfo. ¡Felicidades!
A partir de ahora, mantener esa
actitud, no será tarea sencilla. Pero con todas las herramientas que has
adquirido, las señales de alarma saltarán rápidamente en cuanto algo se
desajuste dentro de ti para que puedas gestionar y dosificar a tiempo y no
volver a caer tan profundamente.
Dosifica, no te vuelvas a
desgastar incontroladamente. Gestiona tus recursos, tus tiempos, tus espacios.
Busca recargarte, esponjarte con las pequeñas cosas que has redescubierto no
hace mucho y que tanto amas. Déjate mecer en unos brazos, como un niño acunado
por su madre.
Todos necesitamos alguien en
quien descansar, todos necesitamos encontrar “nuestro lugar en el mundo”. Reconocer esa necesidad es admitir que existen
las limitaciones, que no eres todo poderoso. Es aceptar tu fragilidad,
humildemente y en posesión de ti mismo, tal y como eres. Eres débil pero a su
vez esas debilidades te hacen tan humano.
“¿Tienes alguien en quién
descansar?” Éste es el título un artículo precioso sobre el Buen Pastor.
“¡Qué importante es tener
personas y lugares en los que sentirnos seguros!”
No has llegado aún a la meta así
que, insisto, dosifica, no dudes en pedir ayuda cuando lo necesites.
Y recuerda esta invitación de Jesucristo:
“Venid a mí los que estáis
cansados y agobiados que yo os aliviaré” (Mt.11,28)
Acude a Él sin vacilar.
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