La misericordia del Señor, cada día cantaré
La palabra misericordia viene
del latín, y está formada por dos raíces: “misere” que significa miseria,
necesidad, y “cor, cordis” que significa corazón. Es decir, misericordia es
tener un corazón que se compadece con quienes tienen necesidad.
Para nosotros, los
cristianos, la misericordia es uno de los atributos principales (o
característica propia) de Dios. Toda la Biblia recoge, desde la primera página
hasta la última, esta cualidad de Dios.
Sabemos por las Escrituras
que Dios se compadece de nosotros, que tenemos necesidad de tantas cosas. Y eso
sólo puede hacerse desde su perfecto AMOR.
Dios tiene misericordia de
nosotros y se compadece de quienes nos acercamos a Él con corazón triste y roto
por el dolor del pecado.
En un primer momento parece
muy sencillo asumir que SIEMPRE somos perdonados por Aquel que nos ama.
Sin embargo, cuando escuché
la experiencia de una mujer que había sufrido la desgracia de un aborto
provocado, me di cuenta de que el proceso de sanación del pecado no es algo
sencillo.
Esa mujer dijo que la
sanación espiritual, saberse perdonada por Dios, es fundamental, pero tras
recibir el perdón de Dios sentía que le quedaba otra tarea por delante y era la
de perdonarse a sí misma. El perdón a uno mismo es más que una sanación
psicológica, es la convicción de saberme amado y recibido en unos brazos
dispuestos a acoger nuestra miseria.
Me sorprendió mucho esa
declaración, escucharle decir que a pesar de saberse perdonada por Dios, le
costó mucho perdonarse a ella misma.
Entonces me di cuenta de que
para saber perdonar una ofensa hace falta mucho amor…pero que para aceptar que
te perdonen, hace falta una humildad inmensa.
Cuando cometemos un error, un
pecado, es un golpe tan fuerte a nuestro orgullo de creernos invencibles que
podemos tomar dos posturas: no reconocer nuestra caída o reconocerla y
hundirnos.
¿Estamos dispuestos a AMARNOS
a nosotros mismos a pesar de haber experimentado dolorosamente nuestra
imperfección, es decir, estamos dispuestos a asumir nuestra limitación desde la
humildad?
Y lo que es más importante,
tras la caída siempre está Dios para cogernos de la mano y levantarnos, porque
nos AMA, pero ¿estamos dispuestos a aceptar la humillación de reconocernos
caídos y necesitados de esa mano que nos levanta? Es decir ¿estamos dispuestos
a DEJARNOS AMAR, a ser perdonados?
Ser amado es una necesidad de
todo ser humano. Pero descubro en mi vida que muchas veces no me dejo amar, no
me dejo cuidar como quieren hacerlo quienes me rodean. Reconozco que peco de
orgullo al no hacerlo, al creer que “yo puedo abarcar todo” sin necesidad de
ayuda, siempre con la excusa de no molestar. ¡Cuántas veces me ha rogado mi
madre que “me deje querer”!
Lo mismo hacemos con Dios,
¡Son tantas las ocasiones en las que no nos dejamos Amar por Él...! No dejamos
que Él sane nuestra vida, nuestra alma, porque no tenemos la capacidad suficiente
para asumir nuestras limitaciones con la humildad y la sencillez necesarias
para dejar que Él cubra el resto, para dejar que Él complete lo que nos falta.
Pero si nos esforzamos por
ser dóciles al amor de los demás y al amor de Dios, empezaremos a sentirnos
personas completas y podremos anunciar con el corazón lleno, como en el salmo:
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