11 QMEV VIVIFICARSE
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle
el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo
nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor
momento.
Porque no estás solo, porque yo
te quiero.
Extracto de un poema de
Mario Benedetti
¿Hoy me ha dado por la poesía? Un
poco sí, principalmente porque la poesía es belleza y hoy necesitas degustar la
belleza.
Con el desprendimiento aparecen
los vacíos, vacíos que dejan todo aquello que has ido soltando, te desgastaba
mucho, pero también cubría huecos. Esa sensación de vacío es muy peligrosa. Es
necesario que desaparezca cuanto antes porque si no lo hace, caerás en el
absurdo y te crearás nuevas necesidades que no te permitan ser libre y te
acaben minandode nuevo.
Puf! Exclamas. Sí, PUFFFFFF, un
“puf” enorme porque te preguntas ¿Para cuándo el final de todo esto?
Recuerda la poesía con la que hemos
empezado: No te rindas, por favor, no
cedas… Cada día es un nuevo comienzo. No estás solo.
Date un homenaje. ¡Claro! A estas
alturas te lo tienes más que merecido. Aunque sea sencillo pero exprímelo al
máximo.
Date tu momento de sanación.
Llena ese hueco que ha ido
dejando al descubierto el desprendimiento con cosas que te vivifiquen, que te
esponjen para salir del apelmazamiento y la rigidez en la que estás metido. Tu
cuerpo y tu alma necesitan un buen masaje, necesitas alimentar la batería que
se ha ido descargando tanto en las últimas etapas.
Re aprende a disfrutar de las
pequeñas cosas. ¿Por qué “re aprender”?
Porque cuando eras niño, lo
hacías, ¿recuerdas?
¡Eras feliz con tan poco! ¡Te
entusiasmaban tantas pequeñas cosas!
La inercia de cada día ha hecho
que te olvides de contemplar esas cositas que están ahí, entre la rutina del
día a día. Y por ser rutinarias, ya no las valoras, ni siquiera las aprecias.
¿Que no hay pequeñas cosas de ésas a tu alrededor?
¡Por supuesto que sí! Siempre las
hay. Que tu orgullo no te impida ver la bellezani sentir que es un signo de la
presencia de Dios en tu vida.
Un rayito de luz que se cuela por
algún sitio insospechado y da un toque de color diferente a tu dormitorio o a
tu mesa de trabajo.
La liturgia de tu despertar,
desayuno incluido.
La sonrisa de esa persona con la
que siempre te tropiezas por las mañanas y casi ni miras al pasar.
El brillo que nace en los ojos de
aquellos a quienes les regalas un saludo inesperado y cordial.
La maravillosa estampa que ha dejado
la nieve a su paso por nuestros pueblos y ciudades.
Una planta que empieza a echar
brotes tras el duro frío.
La risa de un niño, ¡nada hay más
cristalino y puro en este mundo!
Una frase de aliento.
Un mensaje de atención, de
cariño, de gratitud.
Acompañar al que llora… y al que
ríe.
La suavidad de una tela o del
musgo en el campo.
Poner tu mano en un arroyuelo, sentir
el frío y la caricia del agua que sigue su curso.
El cielo naranja del amanecer o
el rosa del anochecer.
Las formas que hacen las nubes
que trae y lleva el viento.
Una música, una canción, un olor,
un sabor… ¡chocolate!
Y tantas cosas más que sería imposible hacer una lista
completa. Exprime la vida, no dejes que la mediocridad se instale ni un momento
más.
En todo este camino también es fundamental para ti la
compañía.
Una buena compañía será aquella
que te diga la verdad, pero que no te juzgue, que te ayude a fluir y no deje
que te enquistes en rencores o sinsabores.
Que esté cuando más lo necesites,
pero ¡cuidado! No debes tratarle como si tuviera a tu disposición 24 horas,
como si se tratara de una farmacia de guardia. Esa persona tiene su propia
vida, sus propias cargas y responsabilidades, así que no sientas como una
ofensa personal si algún momento no puede atenderte de forma inmediata.
Tendrás que aprender a gestionar
tus tiempos y respetar los tiempos de quien te acompaña. Aprender a afrontar en
soledad momentos de intenso dolor, o de tristeza. El propio Jesucristo tuvo que
hacerlo, vivió en soledad su desierto y también sus horas en de angustia en el
Huerto de los Olivos.
Pero una vez que tienes claros
estos términos, la compañía va a ser esencial en muchos momentos de tu proceso.
Las penas compartidas se reducen
a la mitad y las alegrías compartidas se duplican.
Hemos sido creados para vivir en
relación, para crecer en relación, para llegar a Dios en relación.
Hemos sido creados para vivir en
relación, para crecer en relación y para llegar a Dios en relación.
Hay una frase de la película La última Cima que me
entusiasma:
“Desde que Dios se ha hecho hombre, todo lo humano habla
de Dios”.
Vive cada encuentro con el otro
como un encuentro con el mismo Dios. Podrás descubrir tantas nuevas cosas de Dios
que se reflejan en las personas que te admirarás de la grandeza de Dios a
través de la humanidad y llegarás a amarla.
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