DIARIO: UNO DE TANTOS (10)

 Día 10



Nadie se salva solo (Papa Francisco)

Domingo: Dominios - día del Señor

Segundo domingo desde el positivo.

Día para descansar, supongo que por eso hoy he sentido más la necesidad de descanso.

Las noticias de las nuevas medidas tomadas en el exterior a mi aislamiento invitan a la tristeza y a la preocupación por tantas vidas afectadas directa o indirectamente por la enfermedad.

La realidad es terca en empeñarse en decirnos que estamos todos en la misma barca y que "nadie se salva solo".

¿Cuándo terminaremos de convencernos?


Es cierto que con el Covid no puedes confiarte, notar mejoría es un signo de esperanza que debe darnos impulso, pero hay que estar alertas a los frenazos o retrocesos. Los síntomas son como un perfil de una etapa de montaña, subes y bajas.

Lo importante es no desesperar y observar por si hubiera que tomar decisiones.


Antes de mi positivo, el Covid era una enfermedad cuyos síntomas me tenían desconcertada. En unos sitios de escuchan unos, en otros se leen otros, se parecen a los de la gripe y el catarro común, uno está muy despistado antes un posible contagio.

¿Y después del positivo? Pues parecido, aunque la experiencia ayuda a verlo un poco menos confuso.


En el hospital me decían que es una enfermedad absolutamente desconcertante porque según la persona, afecta de modos totalmente diferentes. Yo les decía que debían de estar volviéndose locos. Será como estar en un tiroteo sin llegar a descubrir por dónde llegan las balas.


Y así es, hay mucho por estudiar y aprender de esta enfermedad que llegó hace siete meses y ha puesto todo patas arriba.

¿Qué síntomas me han tocado a mí en la lotería del Covid? Pues unos muy juguetones, es como si se estuvieran pasando la pelota unos a otros mientras se reían de que yo no podía pillarla.

Empecé con sensación de cansancio y apatía, al poco llegó la congestión nasal con lo cual el virus me convenció de que se trataba de un catarro.

Al día siguiente llegó el mal cuerpo, ese que se te queda cuando una apisonadora te pasa por encima. Sigues tirando con tus tareas, claro, solo se trata de un catarro, y pasas el día del Pilar bailando jotas aragonesas entre "ayes", "uyes" y el tan socorrido: "¡Qué malita estoy y qué poco me quejo!" (Un abrazo grande a los amigos maños a los que tanto quiero)

Y el malestar general no vino solo, claro, tenía como amigo al dolor de cabeza, uno extraño, localizado en la parte de atrás del ojo derecho, ¿por qué el derecho? 🤷🏻‍♀️ ¡Vete tú a saber!

Al día siguiente mejoría, de nuevo mocos pero no muchos y malestar general casi inexistente, que dices tú que es gracias al parancetamol, ¡menuda trampa! Por la tarde estás para cogerte con pinzas. No pasas buena noche pero al despertar tiras adelante con las obligaciones cotidianas a pesar de que no das un duro por tu vida. 

Descubres algo sospechoso, ha llegado un picor de garganta diferente, especial y le empiezan a acompañar sudores fríos, vamos, que en 5 minutos la ropa que te has puesto para ir a trabajar está como recién salida de la lavadora.

Las indecisión sobre qué hacer en ese punto es enorme. Te tira la responsabilidad pero el cuerpo no te deja y finalmente gana la batalla tu cuerpo, que está en plena batalla. 

Al regresar del médico, más dolor de cabeza. ¡Claro! La experiencia primera con el palito entrando por tu nariz, no por un agujero, sino por los dos, para que no tenga envidia uno del otro, llegando a tocar hasta el último de tus pensamientos, no ayuda al dolor de cabeza.

Como tu cuerpo es un trapillo y hay que esperar resultados, los esperas metida en la cama. 

Al día siguiente el picor de garganta se hace muy desagradable, como si hubiera granos de arena esparcidos dentro de la mucosa del paladar y la lengua y de pronto....¡Horror! Te das cuenta de que has perdido el olfato. ¿Por qué me tapé la cara con la mano y exclamé en alto "¡Oh, no!" cuando metí las narices en un tarro de crema y no olía a nada? Porque ya tuve mi respuesta antes de recibir el informe de la prueba PCR. 

Parece que lo de la pérdida del gusto y del olfato es seña distintiva de este bicho.

Ahí fue cuando tuve que empezar a dominar  a "la loca de la casa". Hasta qué dos horas después se confirmó el positivo con mi informe de la prueba PCR. 

La garganta ha molestado varios días, nunca ha llegado la fiebre y la tos ha sido de forma esporádica (curioso). A los dos días notaba de forma intermitente una especie de ardor leve en el pecho y algo raro al respirar y al tercer día de saber mi positivo ya sin ardor, comencé a notar que la sutil dificultad para respirar no desaparecía. Esa persistencia fue la que me llevó al hospital. 

Hoy, 9 días después del ingreso, el cuerpo ya no es un trapo, el dolor de cabeza aparece y desaparece, en algún momento decide entrar en escena la molestia detrás del ojo derecho, y la sensación al respirar no está aún normalizada. A veces está acompañada de presión en el pecho.


A pesar de todo, vivo cada momento, no me urge acabar, acepto que será cuando deba ser. Gracias a todas estas experiencias puedo ponerme mejor en la piel de nuestros hermanos que lo están viviendo o que lo empezarán a vivir.


Pero sí tengo unas ganas inmensas de abrazar a mi hija durante unas cuatro o cinco horas seguidas, sobre todo cuando la veo a distancia en el pasillo y me mira con esos ojillos brillantes sobre su mascarilla y exclama: ¡Mami!

También deseo con fuerza poderme acurrucar en el regazo de mi marido porque es mi lugar en el mundo.


Pero me lleno con las visitas de mi hijo Iván a la habitación y sus abrazos largos y diferentes porque ha dejado de ser un niño y va pasando mi altura.

Efectivamente, NADIE SE SALVA SOLO.

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